CASO NISMAN
A un año de la muerte abrupta de Nisman, nos obliga a
repensar la forma en que actúa la justicia, sobretodo su connivencia
normalizada -herencia de la dictadura-, cuando los servicios de inteligencia
manejaban y silenciaban a su antojo a los tribunales-con estructuras de
inteligencia cuyo trabajo linda siempre con la ilegalidad y la vulneración de
derechos y garantías-. Para la justicia no hay ni debe haber nunca una escisión
entre medios y fines. Los servicios de inteligencia en todo el mundo son
secretos (en principio esto los volvería más "eficientes" en sus
"tareas") pero sus métodos no son siempre escindibles de los peores
métodos de la dictadura: espiar, delatar, extorsionar, amenazar, también a
fiscales, defensores y jueces. Los procedimientos y objetivos de los servicios
de inteligencia masivos no son compatibles con los principios básicos de una
democracia. Ni siquiera con los principios básicos de la diplomacia
internacional. Nisman estaba inmerso en una tensión muy grave. La tensión que
generaba la reunión en el Congreso prueba esto: la tensión entre lo que la
justicia "sabe", (o cree que sabe, en este caso un fiscal, conducido
por quienes debían ser los conducidos y no los conductores de su trabajo, sin
el conocimiento del juez de la causa, en un curso "desviado", plagado
de errores) y lo que la justicia "puede decir", justificar por la
forma en que se obtuvo la información, (porque el fin no justifica nunca los medios
en una República, aunque el fin sea sagrado no se puede avalar la tortura, o la
recolección de pruebas de modo ilegal o inconstitucional) de cara a la
sociedad. Nisman estaba en medio de esta tensión grave, más allá de si sus
pistas eran verosímiles o eran falsas.
El único peligro en una democracia es la violación de
garantías. El único y verdadero peligro que atravesamos en una democracia es la
violación de derechos. Por parte de quien sea. Con el motivo que fuere. Aun no
hemos comprendido a fondo esto. La violación de garantías nunca tiene
argumentación. En 32 años de democracia, no se han podido desterrar ciertas
lacras de nuestra cultura política. Los servicios de inteligencia son
"carreras" estériles pero muy peligrosas de los Estados democráticos
porque generan estructuras que luego se independizan y se convierten en
burocracias "paralelas", que desarrollan un poder propio, invisible,
capaz de autonomizarse del mandato civil, un poder que no va a elecciones. Son
órganos manejados por tecnócratas- desconocidos por la inmensa mayoría de la
sociedad pero con un inmenso poder y un enorme presupuesto- capaces de jaquear
procesos democráticos o judiciales. Pone en riesgo al Derecho y a la Política.
La inteligencia internacional puede y debe servir para prevenir atentados. Pero
no para mucho más.
La muerte de Nisman es por cierto un escándalo ético y
político. Es un hecho de máxima gravedad institucional. Es una afrenta a
nuestro Derecho. Hay que volver a creer en la democracia. La connivencia entre
la justicia y el espionaje es siempre nefasta. Y termina mal. Necesitamos una
justicia nueva. Que piense y se piense de otra manera, más transparente. Que no
apele a métodos que (aunque puedan llegar a ser "eficaces") se
contradicen con los postulados de una democracia con garantías. La justicia
termina siendo siempre "rehén" de métodos que la degradan. Que la
contradicen. Que la vuelven, además, del todo inútil. Porque la causa, a más de
dos décadas del atentado, sigue impune. Y no debiera ser así.
Maximiliano Reimondi
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