LOS ROSARIAZOS
La historia de los trabajadores en la Argentina, es amplia y
variada, con múltiples miradas, pero los historiadores tenemos una deuda para
con ellos, ya que existen vacíos y silencios de distintas historias. Muchas han
sido las formas de negar la presencia de los trabajadores en la historia
argentina. Desde borrar toda referencia a ellos en las historias oficiales
hasta la destrucción de los documentos, periódicos, y otros materiales que las
distintas organizaciones sindicales han producido y lo siguen haciendo.
Entre mayo y septiembre de 1969, Rosario protagonizó uno de
los procesos más ricos e intensos de la lucha antidictatorial, que en esos
años, se libraba en todo el país. La unidad en la calle de los obreros y
estudiantes rosarinos fue fruto de una maduración lenta y obstinada de la
conciencia que, a partir de los dos Rosariazos, asumirá nuevas formas
organizativas y superiores contenidos políticos.
Porque si algo distinguió a los Rosariazos, fue la decisión
de ganar las calles de todo el pueblo de la ciudad, contra una dictadura.
Además en cada barricada reinaba la alegría, la solidaridad, se disfrutaba la
pelea por la libertad, y la bronca antidictatorial florecía en las
manifestaciones donde codo a codo luchaban peronistas, comunistas, socialistas,
radicales, independientes.
Rosario, una
ciudad movilizada
Rosario permaneció al margen del proceso que en 1969 desde
el interior conmovió al país entero y en dos momentos, en Mayo y en Septiembre,
se convirtió en el escenario de importantes insurrecciones, que se sumaron a
las de Corrientes, Tucumán, Córdoba, Cañada de Gómez y Cipolletti.
A las condiciones de orden nacional, se agregaron los
efectos que la política económica implementada había generado en Rosario y su
zona de influencia. En las empresas metalúrgicas se habían sucedido una ola de
desaparecidos y suspensiones, un ejemplo de esto fueron los 300 trabajadores
despedidos de la Empresa Ciol. Las villas de emergencias se vieron
incrementadas debido a la radicación de trabajadores migrantes provenientes de
distintos puntos del país y en forma significativa del interior santafesino.
Rosario ya se había convertido en un receptor de población expulsada de las
regiones más pobres y de provincias monoproductoras, ya sea por la crisis agraria
o por el cierre o inexistencia de fuentes de trabajo.
Durante los primeros meses del 69 grandes inundaciones
afectaron especialmente Empalme Graneros. La indiferencia de la dictadura ante
este problema que se reiteraba cíclicamente, llevó al máximo la indignación de
ese barrio. El desmantelamiento de los talleres de Pérez era otro tema de
intensa preocupación.
El panorama de la UNR no era más alentador. El Rector José
Luis Cantini era sostenedor de una política dura que imposibilitaba el diálogo
con los estudiantes. Estos con sus centros actuando en la clandestinidad debido
al cercenamiento de las conquistas logradas antes de la dictadura del 66, se
precipitaron a un proceso de agitación creciente.
En esos días de marzo del 69 hubo manifestaciones callejeras
que, aunque no alcanzaron gran magnitud ni obtuvieron difusión, en cambio
lograron crear un clima de recuperación de la confianza en las luchas por parte
de los estudiantes.
El mayo rosarino
Cuando en Corrientes los estudiantes reaccionaron por el
desmesurado aumento de las tarifas del comedor universitario que beneficiaban
al concesionario privado, un ex diputado del Partido Autonomista de Corrientes,
pocos podían suponer que en ese preciso momento se abría una crisis de la cual
el gobierno de Onganía no podría recuperarse. Frente a la actitud intransigente
de las autoridades la protesta fue el camino que encontraron los estudiantes. Y
como sucedía habitualmente la represión fue la respuesta. En ese contexto la
policía correntina asesinó a Juan José Cabral, un estudiante de sexto año de
medicina. La reacción del movimiento estudiantil rosarino fue inmediata.
Sobre el mediodía siguiente la protesta se concentró en el
comedor universitario de Rosario, lugar que desde la llegada de la dictadura se
había convertido en centro de reunión y debate en la medida que las asambleas
en las facultades estaban prohibidas. Desde allí se resolvió efectuar una
marcha que partió hacia Corrientes y Córdoba. La represión policial fue
inmediata e indiscriminada, los manifestantes se dispersaron en múltiples
direcciones intentando huir de los garrotazos y los disparos. Cuando un grupo
de estudiantes se refugió en la galería Melipah, fue acorralado por la policía.
El oficial Juan Agustín Lezcano le disparó con su arma reglamentaria al
estudiante de Ciencias Económicas, Adolfo Bello, de 22 años, con un tiro a
corta distancia, impactándole en la cabeza con un proyectil calibre 45 que le
ingresó por la frente y salió por la nuca, lo que le produjo la muerte hacia
las 19 horas del mismo día.
Apenas conocida la muerte de Bello, los estudiantes
nucleados en el Comité de Lucha se reunieron en el local de CGTA y
conjuntamente con la central obrera repudiaron los asesinatos de Cabral
(asesinado el 15 de mayo) y Bello, solicitando la concurrencia de todo el
estudiantado a los locales de las facultades a la vez que se llamaba a un paro
general universitario de alcance nacional para el día 20 y la realización de
una protesta el próximo miércoles 21.
Las declaraciones de condena fueron numerosas, por contraste
el rectorado de la Universidad reaccionó cerrando el Comedor Universitario. Los
estudiantes entonces instalaron una olla popular en el local de la CGTA. El
comité de lucha estudiantil, junto a la central sindical convocaron para el 21
de Mayo a la Marcha de Silencio. A ella adhirieron entidades sindicales,
vecinales, políticas, religiosas, profesionales, industriales y comerciales.
Fue una clara demostración de la polarización que se había suscitado en el seno
de la sociedad rosarina.
La Marcha de
Silencio
Durante la Marcha de Silencio, efectuada el miércoles 21, el
centro de la ciudad quedó en mano de los manifestantes. La participación de los
estudiantes secundarios y de los habitantes de la ciudad fue notoria.
Como punto de concentración se eligió la Plaza 25 de Mayo,
la cita fue a las 18 horas. Desde el mediodía la zona fue ocupada por la
policía que montó un gran dispositivo de seguridad.
Córdoba y Laprida fue el punto de convergencia de distintos
grupos que llegaban sin interrupción. Hostigados por los efectivos policiales,
los manifestantes se desplazaron hacia calle Maipú y las adyacencias del Jockey
Club. Cientos de ellos, en absoluto silencio, hacen una sentada ocupando la
calzada en Córdoba y Maipú.
Al cabo de una hora se lanzaron las primeras granadas sobre
la ya muy numerosa concurrencia. Se empezaron a levantar las primeras
barricadas utilizando maderas de las empalizadas de obras en construcción.
Calle Corrientes ofrecía una singular imagen porque las barricadas que desde
Urquiza a Mendoza cerraban el paso, eran alumbradas por el fuego de las
hogueras permanentemente alimentadas con objetos aportados por los vecinos
desde los balcones de las casas céntricas.
Hacia las 21 horas apareció una autobomba de los bomberos.
No pudo apagar la cadena de hogueras que elevaban sus llamas creando un
insólito paisaje urbano. En medio de una gritería ensordecedora y el humo que
cubría todo el centro, la policía replegó sus fuerzas regresando sus efectivos
al local de Jefatura. En esos momentos la ciudad estaba en manos de los
manifestantes, alentados por el vecindario.
A la esquina de Córdoba y Corrientes fueron llegando cientos
y cientos de manifestantes después de haber avanzado y retrocediendo por las
calles. Desde la escalinata de la Bolsa de Comercio comenzó el desplazamiento
hacia el local de la CGT ubicada a pocas cuadras.
Una bandera argentina de gran tamaño, encabezaba la marcha.
La columna avanzó con gran júbilo y al llegar a la esquina de Italia se produjo
el primer incidente. Cuando un grupo de manifestantes ocupó la emisora radial
LT8 en Córdoba al 1800 para transmitir un comunicado, al ser desalojados
violentamente, se produjo otro asesinato: a los pocos metros de la radio y
cuando huía de los disparos, junto a numerosos manifestantes, se vio caer a un
joven con aspecto infantil, vestido con un pantalón vaquero y camisa y pulóver
rojos. De inmediato, sus compañeros accidentales-posteriormente no pudieron dar
ni siquiera su nombre en el sanatorio al que fue llevado-intentaron levantarlo
inútilmente: una bala había penetrado en su cuerpo por el hemotórax izquierdo
sin orificio de salida a la altura de la séptima costilla. Un médico que se
encontraba en el lugar, el doctor Aníbal Reinaldo, residente en el hospital
universitario del Centenario, se ocupó de hacerlo trasladar al sanatorio más
cercano, el “Palace”, para ser atendido urgentemente ante la gravedad
desesperante de su estado.
Pero en el sanatorio “Palace” aguardaba entretanto, la
última prueba de la represión: llegados el doctor Reinaldo y los jóvenes que
habían transportado el cuerpo del caído, la Guardia de Caballería volvió a
cargar impunemente contra todos, propinando sablazos a granel, sin distinción
de ninguna naturaleza, produciendo incluso la rotura de los vidrios de las
puertas de acceso y repitiendo los disparos de las armas de fuego. Ni los
gritos angustiados del público ni la exhibición de sus credenciales de
profesional, por parte del médico Reinaldo, sirvieron de nada: él mismo fue
víctima de la saña de los policías montados, quienes incluso aplicaron sablazos
al propio herido, ya esta altura convertido-como se comprobó inmediatamente-en
otra víctima inocente de la policía rosarina. Era un adolescente de 15 años,
llamado Luis Norberto Blanco.
El sepelio de Luis Norberto Blanco se realizó el mismo 24 ya
se transformó tal vez en la mayor expresión de repudio conocida hasta entonces.
Más de 7.000 personas estudiantes, empleados, profesionales, docentes,
gremialistas, periodistas caminaron desde la casa paterna en barrio Sarmiento,
hasta el Cementerio La Piedad, distante 90 cuadras.
Simultáneamente se difundió una declaración de 31 sacerdotes
adhiriendo a la actitud de los estudiantes y criticando crudamente la acción
policial y los poderes concedidos al II Cuerpo de Ejército.
Culminaba la denominada “Guerra de Rosario”, como tituló la
revista Boom su número de Junio de 1969.
Las fuerzas del orden policial fueron desbordadas por los
manifestantes y debieron replegarse a los cuarteles. Rosario fue declarada zona
de emergencia bajo control militar. Esta decisión fue tomada por la Junta de
Comandantes, presidida por el General Agustín Lanusse y luego comunicada al
Presidente Onganía y a su Ministro del Interior Borda. Onganía se encontraba en
el medio de dos frentes, el militar y el obrero-estudiantil.
Simultáneamente, 2.000 obreros de los talleres ferroviarios
de la localidad de Pérez paralizaban sus tareas por la suspensión de los
delegados Enrique Gigena y Roberto Forcatto. Ese día respaldaron el paro los
1.800 trabajadores de los talleres de Rosario, los 2.500 de Pérez, los de Villa
Diego, personal administrativo y del Galpón de Alistamiento de Máquinas Diesel.
Por la noche, en una numerosa asamblea se decidió continuar con la huelga, esta
vez por 72 horas, con la adhesión de La Fraternidad.
La CGT unificada organizó una huelga para el día 23 de mayo,
eso permitió que trabajadores y estudiantes se incorporaran a la multitudinaria
columna fúnebre que acompañó los restos de Luis Norberto Blanco al cementerio
La Piedad.
El estado de movilización continuó en los días posteriores
pero con una intensidad menor en la ciudad, sin embargo, mayo aún no había
concluido. El día 29 una nueva insurrección urbana, el Cordobazo, conmovería
con una profundidad desconocida hasta entonces, las estructuras de poder
vigentes.
Septiembre
Distintos investigadores estiman que intervinieron entre
100.000 y 200.000 personas en las distintas contingencias que se sucedieron.
Elevadísima presencia humana porque Rosario tenía entonces una población de 800.000
habitantes. Los días 17 y 18 no hubo diarios porque trabajadores de prensa
adhirieron al paro.
El diario La Capital del día 19 tituló a lo ancho de la
primera página “Horas de angustia vivió Rosario por un brote de violencia sin
precedentes”.
Los sectores populares resistieron y los enfrentamientos
fueron tan intensos que el ejército emplazó baterías antiaéreas en lugares
estratégicos.
De mayo a
septiembre
Los cambios producidos en junio en el gabinete nacional,
donde cada sector pugnó por imponer sus hombres, fueron una clara demostración
que la batalla por mantener la unidad de las Fuerzas Armadas se había perdido.
En Junio, al producirse la visita de Onganía, para asistir
al acto del Día de la Bandera, la regional Rosario de la CGT unificada desde el
21 de mayo, lo declaró “persona no grata”. La ceremonia rodeada de un
importante aparato de seguridad fue acompañada por movilizaciones estudiantiles
en contra del primer mandatario.
El segundo
Rosariazo
Hace muchos años, la historiadora Beba Balvé, señaló que el
“Segundo Rosariazo o proletario sigue siendo el hecho maldito de la ciudad. De
eso no se habla, no se recuerda, pareciera que el fuego antidictatorial
continuara quemando”. Ante esa masiva protesta, por lo que significó política y
socialmente en el desarrollo y crecimiento de distintos gremios, activistas
sindicales, agrupaciones obreras y políticas, muchos nos preguntamos ¿por qué
la recordación del Segundo Rosariazo, aparece como “el hecho maldito” en la
historia de los rosarinos, por qué muy pocos quieren recordarlo? ¿por qué la
movilización de masas más importe de la historia de la ciudad (los cálculos de
la población que participó de esas jornadas van desde las 100.000 a las 250.000),
no se recuerda?. De eso no se habla. ¿Por qué? se hacen actos, notas, mesas
redondas, por otros acontecimientos, cuando si algo caracterizó al “Segundo
Rosariazo” fue la alegría, la libertad, la solidaridad y la bronca
antidictatorial de todo el pueblo de la ciudad. ¿Por qué los medios de
comunicación hablaron durante años del Rosariazo de mayo de 1969? De eso no
saben las nuevas generaciones y las viejas poco recuerdan.
El segundo Rosariazo, a diferencia de los acontecimientos de
mayo que vieron su detonante en el ámbito estudiantil de Corrientes y luego se extendieron
hacia gran parte del país involucrando también a Rosario, encontró su origen a
partir de un conflicto obrero suscitado en la Unión Ferroviaria rosarina, como
consecuencia de los paros realizados los días 23 y 30 de mayo de ese año,
dispuestos por la CGT que fueron acotados por el gremio ferroviario de la
seccional Rosario.
La dictadura militar de 1966, tras intervenir "La Unión
Ferroviaria", anuló convenios y conquistas, produjo rebajas de categorías
y de sueldos, 116.000 empleados y obreros fueron sancionados. El 8 de
septiembre de 1969, el Cuerpo de Delegados de la Seccional Rosario del
Ferrocarril Mitre y la Comisión Coordinadora de la Unión Ferroviaria comunicaba
que "se iniciaba una huelga de brazos caídos en los lugares de trabajo",
tras la suspensión de un delegado administrativo. Pararon ese día los Talleres
de Rosario, Pérez, Villa Diego, y personal administrativo. Por la noche en una
masiva asamblea se decidió continuar la huelga, esta vez por 72 hs., con la
adhesión de La Fraternidad, y la medida se extendió a las Seccionales de Arroyo
Seco, Empalme, Villa Constitución, San Nicolás, Cañada de Gómez y Casilda.
La empresa anunció suspensiones, la CGT Rosario se declaro
"en estado de alerta y convocó a un plenario", mientras los delegados
declararon "la huelga por tiempo indeterminado" a partir del día 12.
La solidaridad del resto de los ferroviarios se extendió por todo el país. La
dictadura a través del CONASE (Consejo Nacional de Seguridad), ordenaba la
aplicación de la "Ley de Defensa Civil", por lo cual todo el personal
ferroviario era movilizado, con convocatoria militar y les sería aplicado el
Código de Justicia Militar.
En tanto el problema ferroviario crecía, los estudiantes se
preparaban para conmemorar el tercer aniversario del asesinato de Santiago
Pampillón. Junto a ese acto se realizó una movilización en el centro de la
ciudad en la cual los manifestantes arrojaron bombas incendiarias contra la
sede del Jockey Club (Córdoba y Maipú), Aricana (Buenos Aires al 900) y la
oficina del Servicio Cultural e informativo de los Estados Unidos.
Un plenario de 32 gremios de la "CGT Unificada de
Rosario", resolvió "realizar un paro activo por 38 horas, los días 16
y 17” y se
planificó la formación de columnas troncales que partirían de distintos puntos
que convergían: la del norte por Avenida Alberdi y del sur por Avenida San
Martín y la del Oeste por calle Córdoba. Esto, de hecho, posibilitó una
importante participación que se vio reforzada por la acumulación de
experiencias que se habían producido a lo largo de los últimos años. Este paro
implicó que obreros y asalariados se encontraran en sus lugares de trabajo. La
solidaridad llegaba de todos los trabajadores de Rosario. Los estudiantes
universitarios y los partidos políticos se sumaron al paro.
El conflicto fue dinamizado desde un principio por el cuerpo
de delegados de la UF que nucleaba a peronistas, comunistas, radicales y
socialistas. Si bien el grueso de los manifestantes fueron obreros, se debe
mencionar la participación que tuvieron algunos sectores medios como empleados
de comercio, administrativos, bancarios y profesionales. A diferencia de mayo
donde la principal presencia fue la de los estudiantes, en septiembre éstos
estaban presentes pero actuando subordinados al control y la dirección gremial.
Los universitarios declararon un paro de 48 horas y por esta razón se sumaron a
las manifestaciones pero sin concentrarse en las casas de estudio. En las
escuelas primarias y secundarias se interrumpieron las clases al iniciarse los
enfrentamientos.
El escenario de la lucha no sólo fue el centro de la ciudad.
Las fuerzas de seguridad a comenzaron a operar inmediatamente de iniciado el
paro, tratando de impedir tanto el acceso al centro como la formación de las
columnas numerosas. Desde las 10 hs, masivas columnas de trabajadores
comenzaron a marchar partiendo de sus sedes sindicales o de los lugares de
trabajo. Desde La Fraternidad más de 7000 ferroviarios, se dirigieron a la
empresa Minetti, posteriormente se les sumaron los obreros textiles de
"Extesa", se incorporan los trabajadores del vidrio, de la
construcción, etc. Desde Oroño al 1300, marcho la columna de Luz y Fuerza, y
otra lo hizo de la Usina Sorrento. Del sur venían los obreros del frigorífico
Swift, los portuarios y los metalúrgicos. Todos trataban de converger al local
de la CGT, en Córdoba al 2100. Los estudiantes concentrados en las distintas
facultades se unían a las columnas.
Al comenzar la represión policial, ésta lograba parcialmente
dispersar a los manifestantes, pero pronto levantaban barricadas, resistían, se
reagrupan y continuaba la protesta. Por toda la ciudad, aparecían barricadas en
donde se encontraban peronistas, radicales, comunistas, socialistas, etc. Los
puntos de concentración aumentaban, se incendiaban los colectivos y troles que
no paraban, y la policía se fue replegando. Se hicieron hogueras, quema de
automóviles y trolebuses, ataque a los comercios abiertos y a los grandes
establecimientos y bancos de cada zona. Una mención especial merece el ataque
sistemático a las instalaciones de la empresa Ferrocarriles Argentinos. Cuando
el paro finalizó, una de las pocas estaciones que no había sido tocada en toda
la ciudad fue Rosario Norte, el resto había sido destruido total o
parcialmente.
La magnitud y la intensa dinámica que adquirieron los
acontecimientos desde sus momentos iniciales originó la llegada de refuerzos de
localidades vecinas. La gendarmería estuvo a cargo del control y seguridad de
las instalaciones ferroviarias. Al igual que en mayo, se produjo la intervención
del Ejército para normalizar la situación sobre las últimas horas del segundo
día del paro.
Con el correr de las horas, era cada vez mayor la cantidad
de vecinos que se sumaban a la protesta, y la lucha se desplazo a los barrios.
Se incorporaron las amas de casa y los niños, y durante toda la jornada se
turnaron para mantener en actividad las barricadas, donde se realizaban
espontáneas asambleas para discutir como continuar.
Las fuerzas policiales fueron desbordadas, y no consiguieron
penetrar en Empalme Graneros, algunas zonas de Arroyito, en varias manzanas de
la zona sur, y en numerosos barrios.
El Ejército se hizo cargo de la represión y comenzó a
recuperar el control de la ciudad. Al mando de las fuerzas se encontraba el
segundo Comandante General de Brigada Antonio Robinson, quien advirtió a los
rosarinos a las nueve de la noche que, en cumplimiento de su misión las tropas
a sus órdenes abrirían fuego ante cualquier “desmán o atentado”. Para reforzar
las tropas del Segundo Cuerpo fueron enviados desde Corrientes dos mil
efectivos al mando del posteriormente conocido por todos, el entonces coronel
Leopoldo Galtieri, ya que si bien el paro había finalizado la noche del 17, el
18 aún subsistían algunos focos de resistencia, especialmente el barrio Empalme
Graneros, que se convirtió en uno de los principales escenarios de estas
jornadas. Y en el último reducto de la resistencia. Controlados rápidamente por
el ejército los focos de contestación que aún quedaban, podemos decir que el
posteriormente célebre “Rosariazo” había concluido.
Las demandas que se plantearon fueron mucho más complejas y
condensaron elementos políticos, económicos, sociales, culturales.
En mayo la violencia que el régimen descargó sobre los
estudiantes sembrando la muerte operó como el desencadenante de una respuesta
que no estuvo circunscripta al circuito universitario. Septiembre en tanto tuvo
su origen en un conflicto obrero suscitado en la ciudad entre los trabajadores
ferroviarios y la dictadura.
En mayo lo que comenzó siendo un conflicto estudiantil logró
inmediatamente generar el apoyo y participación de amplios segmentos sociales,
fundamentalmente de los sectores combativos del movimiento obrero nucleados en
la CGT de los Argentinos. La prensa y las organizaciones empresariales locales
se solidarizaron con los sectores contestatarios. Sin embargo esta posición fue
efímera, ya que después del Cordobazo se replegaron a sus tradicionales
posiciones.
La fría estadística habla de que el Rosariazo de septiembre
de 1969 dejó como saldo dos muertos, veinticinco heridos y cientos de
detenidos. Entre los daños materiales fueron contabilizados 11 trolebuses
incendiados y 14 más con roturas, entre otras pérdidas. A causa de dos coches
incendiados, hubo que sacar de servicio a dos líneas H de troles. Para
reemplazar esas unidades, se adquirieron 12 unidades de Buenos Aires que no
tenían uso. Sin embargo, el verdadero origen de esos trolebuses era Bahía
Blanca. La historia es curiosa: pese a que eran cero kilómetro, las unidades
Mercedes Benz tenía casi veinte años de antigüedad. Los coches habían sido
fabricados en 1953 y estaban destinados al servicio de troles de Bahía Blanca.
El tema es que ese servicio en la ciudad del sur bonaerense nunca pudo
instrumentarse por…escasez de energía eléctrica suficiente para mover las
unidades a una velocidad normal. Como si se tratara de una profecía proletaria
la única vez que esos troles salieron a la calle en Bahía Blanca fue durante
una huelga de transportistas, pero los coches debieron ser remolcados por los
trabajadores a causa del escaso fluido eléctrico.
Conclusiones
Eran épocas en que los trabajadores estaban acorralados por
la proscripción del peronismo, la intervención de sus sindicatos, el
cercenamiento de conquistas históricas, la detención de muchos dirigentes, y la
situación económica que se agravaba, creó un clima de broca y lucha.
Desde 1969, todo se aceleró y constituyó un punto de viraje
en la evolución del país. Se vivió un proceso de cambios entre los
trabajadores, estudiantes universitarios, partidos políticos, y en las
principales tendencias que se expresaban dentro de la dictadura.
El mayo rosarino representó la primera gran contestación de
masas con su claro contenido antidictatorial que produjo en el ámbito social y
especialmente en la Universidad un aflojamiento de los controles represivos
ejercidos sobre las actividades de las agrupaciones estudiantiles.
Septiembre no contó con apoyos tan amplios, el protagonismo
de la clase obrera fue más definido y decidido, aquellos sectores que se
solidarizaron en mayo, en septiembre responsabilizaron a la CGT por los
desmanes ocurridos. A diferencia de mayo la ciudad no fue declarada “zona de
emergencia bajo control militar”.
Los protagonistas, fueron la clase obrera y a los
universitarios que fueron sin duda alguna las fuerzas con que contó el
movimiento antidictatorial.
Por un lado se puso de manifiesto el estado que había
alcanzado la radicalización de la conciencia política de importantes sectores
de la sociedad y el profundo rechazo a la dictadura.
Esos movimientos de masas actuaron como factores de presión
para cambios dentro del propio gobierno nacional y dejaron dos consecuencias:
comenzó a enterrarse el proyecto que no tenía plazos, y se inició un proceso
político en toda la sociedad.
En ambos momentos (mayo y septiembre), los partidos
políticos como fuerza organizativa, tuvieron una presencia muy débil aunque se
expresaron por medio de la participación individual de dirigentes y militantes
a través de una actividad gremial, estudiantil u obrera.
Las grandes movilizaciones demostraron la capacidad de
lucha, creatividad, y solidaridad del pueblo. Las asambleas obreras populares,
algunas espontáneas, que se realizaron en Rosario y Córdoba, en las jornadas de
mayo y septiembre, reuniendo en su seno a los obreros, estudiantes
universitarios y a gran parte de la población pobre de los barrios tomados,
rodeados de barricadas, y en algunos lugares con la población ejerciendo el
poder de policía, por ejemplo, el de permitir la salida de los bomberos tomados
para sofocar incendios, controlar la entrada y salida de los barrios, también
constituyeron una forma embrionario de los órganos de poder, con democracia
directa abarcando ya a toda una ciudad. Pero su insipiencia y en gran medida la
ausencia de una verdadera organización, no permitió la unificación de las
asambleas barriales entre si, a través de delegados electos, en un consejo
único de la ciudad.
Las consignas más escuchadas en Mayo fueron “acción, para la
liberación”, “Cabral y Pampillón los mártires del camino para la liberación”,
“Bello, Cabral la lucha sigue igual”. En septiembre en algunas columnas y
barrios se cantó la marcha Peronista junto a “patria sí, colonia no”, “A la
policía le quedan dos caminos; unirse con el pueblo o ser sus asesinos”.
La salida de los sectores participantes estuvo mediatizada
por las estructuras corporativas en que se hallaban encuadrados: los
sindicatos, los centros de estudiantes, las organizaciones barriales y
parroquiales. La expectativas de los dirigentes, obreros o estudiantiles fueron
superadas por los niveles de respuesta alcanzados.
Si de algo trata el desarrollo de la lucha de clases en
Argentina a partir de 1969, es del desenvolvimiento del proletariado de crear
sus estaciones cuadros, independientes de la burguesía dentro de una moral y
una estrategia de poder consistente con su ser social: clase obrera. De allí
las crisis ideológicas en relación a las distintas formas del reformismo como
formación ideológica, puestas en relación con una incipiente formación
ideológica de carácter revolucionario y la emergencia y desarrollo del
revisionismo, como manera de frenar y obstaculizar la superación del reformismo
en crisis.
Estos movimientos se produjeron en un contexto internacional
de crisis del sistema institucional político, que no es otra cosa que la
contratara de las nuevas condiciones sociales generales que se imponen a miles
de millones de seres humanos. La más gigantesca monopolización de la vida por
ínfimos grupos de poder conduce a la muerte por hambre de cientos millones de
seres.
Se trata de la construcción de una nueva forma de
implementar y ejercer el poder, la construcción de un poder de nuevo tipo y el
desarrollo y profundización de la crisis de la forma como se implementaba y
ejercía el poder hasta ese momento dominante. Crisis que se hace evidente en
los partidos políticos organizados en un bloque histórico determinado.
Los Rosariazos y el Cordobazo constituyen la batalla
decisiva que engendra la revolución argentina. Es así como en cinco meses toma
forma un movimiento de liberación nacional y social, realizando su contenido en
septiembre: la insurrección. Cada combate realiza su forma de lucha específica
de la que emergen nuevas figuras sociales: huelga política de masas-el joven
rebelde-; huelga general de masas-el obrero combatiente- y fuerza de masas-el
insurgente-, en su doble manifestación: en tanto proletario, sujeto de la
insurrección y, en tanto obrero movilizado militarmente.
Cambian las formas de hacer política y la política misma,
los valores, los principios. Hace crisis todo el andamiaje del sistema
ideológico que se sintetiza en la relación soldado-ciudadano. Es secundaria la
formación cómo se resuelva en este espacio nacional ya que expresa el momento
de la crisis en la cúspide del poder universal. Emergen nuevos valores, otros
principios: se establecen entre los hombres relaciones sociales de nuevo tipo,
se crean y postulan nuevos proyectos más o menos inclusivos, se plantean los
problemas de la libertad
Fue un tiempo plagado de sueños, encantamientos y de
esperanzas por quienes los protagonizaron. Años idealizados por algunos y
descalificados por otros. Años en que apareció una verdadera contracultura en
las artes, las letras, la vida cotidiana, la sexualidad, la vestimenta, las
costumbres. Y como escribió Adolfo Gilly, años que marcaron una “esquina
peligrosa, una de aquellas en donde la historia pudo haber dado un viraje”.
Fuentes
. Balvé Beba C.; Balvé Beatriz S. “El ´69”;
2005. Ediciones Ryr-CICSO. Buenos Aires.
.Bla, Alberto; Águila, Gabriela; Guenara,
Gustavo; Viano, Cristina. “Rosario en la Historia”, tomo 2. Octubre de 2000.
UNR Editora. Rosario.
.Diario “El Ciudadano”. 15 de septiembre de
2002. Página 24. Rosario.
.Diario “Rosario 12” . 19 de mayo de 1996.
Páginas 4 y 5. Rosario.
.Diario “Clarín”. 18 de septiembre de 1969.
Páginas 33 y 38. Buenos Aires.
.Revista “Boom”. Junio 1969. Año 1. N°10.
Páginas 3, 6, 7, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27 y 28.
Rosario.
.Revista “Museo de la Memoria”. 18 de
septiembre de 2003. N°1.Rosario.
.Revista “Los ´70. Agosto 1997. Año 1. N°4.
Rosario.
.Suplemento “Señales”, diario “La Capital”.
20 de julio de 2003. Rosario.
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