sábado, 22 de septiembre de 2012


LOS ROSARIAZOS

La historia de los trabajadores en la Argentina, es amplia y variada, con múltiples miradas, pero los historiadores tenemos una deuda para con ellos, ya que existen vacíos y silencios de distintas historias. Muchas han sido las formas de negar la presencia de los trabajadores en la historia argentina. Desde borrar toda referencia a ellos en las historias oficiales hasta la destrucción de los documentos, periódicos, y otros materiales que las distintas organizaciones sindicales han producido y lo siguen haciendo.
Entre mayo y septiembre de 1969, Rosario protagonizó uno de los procesos más ricos e intensos de la lucha antidictatorial, que en esos años, se libraba en todo el país. La unidad en la calle de los obreros y estudiantes rosarinos fue fruto de una maduración lenta y obstinada de la conciencia que, a partir de los dos Rosariazos, asumirá nuevas formas organizativas y superiores contenidos políticos.
Porque si algo distinguió a los Rosariazos, fue la decisión de ganar las calles de todo el pueblo de la ciudad, contra una dictadura. Además en cada barricada reinaba la alegría, la solidaridad, se disfrutaba la pelea por la libertad, y la bronca antidictatorial florecía en las manifestaciones donde codo a codo luchaban peronistas, comunistas, socialistas, radicales, independientes.


Rosario, una ciudad movilizada



Rosario permaneció al margen del proceso que en 1969 desde el interior conmovió al país entero y en dos momentos, en Mayo y en Septiembre, se convirtió en el escenario de importantes insurrecciones, que se sumaron a las de Corrientes, Tucumán, Córdoba, Cañada de Gómez y Cipolletti.
A las condiciones de orden nacional, se agregaron los efectos que la política económica implementada había generado en Rosario y su zona de influencia. En las empresas metalúrgicas se habían sucedido una ola de desaparecidos y suspensiones, un ejemplo de esto fueron los 300 trabajadores despedidos de la Empresa Ciol. Las villas de emergencias se vieron incrementadas debido a la radicación de trabajadores migrantes provenientes de distintos puntos del país y en forma significativa del interior santafesino. Rosario ya se había convertido en un receptor de población expulsada de las regiones más pobres y de provincias monoproductoras, ya sea por la crisis agraria o por el cierre o inexistencia de fuentes de trabajo.
Durante los primeros meses del 69 grandes inundaciones afectaron especialmente Empalme Graneros. La indiferencia de la dictadura ante este problema que se reiteraba cíclicamente, llevó al máximo la indignación de ese barrio. El desmantelamiento de los talleres de Pérez era otro tema de intensa preocupación.
El panorama de la UNR no era más alentador. El Rector José Luis Cantini era sostenedor de una política dura que imposibilitaba el diálogo con los estudiantes. Estos con sus centros actuando en la clandestinidad debido al cercenamiento de las conquistas logradas antes de la dictadura del 66, se precipitaron a un proceso de agitación creciente.
En esos días de marzo del 69 hubo manifestaciones callejeras que, aunque no alcanzaron gran magnitud ni obtuvieron difusión, en cambio lograron crear un clima de recuperación de la confianza en las luchas por parte de los estudiantes.


El mayo rosarino





Cuando en Corrientes los estudiantes reaccionaron por el desmesurado aumento de las tarifas del comedor universitario que beneficiaban al concesionario privado, un ex diputado del Partido Autonomista de Corrientes, pocos podían suponer que en ese preciso momento se abría una crisis de la cual el gobierno de Onganía no podría recuperarse. Frente a la actitud intransigente de las autoridades la protesta fue el camino que encontraron los estudiantes. Y como sucedía habitualmente la represión fue la respuesta. En ese contexto la policía correntina asesinó a Juan José Cabral, un estudiante de sexto año de medicina. La reacción del movimiento estudiantil rosarino fue inmediata.
Sobre el mediodía siguiente la protesta se concentró en el comedor universitario de Rosario, lugar que desde la llegada de la dictadura se había convertido en centro de reunión y debate en la medida que las asambleas en las facultades estaban prohibidas. Desde allí se resolvió efectuar una marcha que partió hacia Corrientes y Córdoba. La represión policial fue inmediata e indiscriminada, los manifestantes se dispersaron en múltiples direcciones intentando huir de los garrotazos y los disparos. Cuando un grupo de estudiantes se refugió en la galería Melipah, fue acorralado por la policía. El oficial Juan Agustín Lezcano le disparó con su arma reglamentaria al estudiante de Ciencias Económicas, Adolfo Bello, de 22 años, con un tiro a corta distancia, impactándole en la cabeza con un proyectil calibre 45 que le ingresó por la frente y salió por la nuca, lo que le produjo la muerte hacia las 19 horas del mismo día.
Apenas conocida la muerte de Bello, los estudiantes nucleados en el Comité de Lucha se reunieron en el local de CGTA y conjuntamente con la central obrera repudiaron los asesinatos de Cabral (asesinado el 15 de mayo) y Bello, solicitando la concurrencia de todo el estudiantado a los locales de las facultades a la vez que se llamaba a un paro general universitario de alcance nacional para el día 20 y la realización de una protesta el próximo miércoles 21.
Las declaraciones de condena fueron numerosas, por contraste el rectorado de la Universidad reaccionó cerrando el Comedor Universitario. Los estudiantes entonces instalaron una olla popular en el local de la CGTA. El comité de lucha estudiantil, junto a la central sindical convocaron para el 21 de Mayo a la Marcha de Silencio. A ella adhirieron entidades sindicales, vecinales, políticas, religiosas, profesionales, industriales y comerciales. Fue una clara demostración de la polarización que se había suscitado en el seno de la sociedad rosarina.

La Marcha de Silencio


Durante la Marcha de Silencio, efectuada el miércoles 21, el centro de la ciudad quedó en mano de los manifestantes. La participación de los estudiantes secundarios y de los habitantes de la ciudad fue notoria.
Como punto de concentración se eligió la Plaza 25 de Mayo, la cita fue a las 18 horas. Desde el mediodía la zona fue ocupada por la policía que montó un gran dispositivo de seguridad.
Córdoba y Laprida fue el punto de convergencia de distintos grupos que llegaban sin interrupción. Hostigados por los efectivos policiales, los manifestantes se desplazaron hacia calle Maipú y las adyacencias del Jockey Club. Cientos de ellos, en absoluto silencio, hacen una sentada ocupando la calzada en Córdoba y Maipú.
Al cabo de una hora se lanzaron las primeras granadas sobre la ya muy numerosa concurrencia. Se empezaron a levantar las primeras barricadas utilizando maderas de las empalizadas de obras en construcción. Calle Corrientes ofrecía una singular imagen porque las barricadas que desde Urquiza a Mendoza cerraban el paso, eran alumbradas por el fuego de las hogueras permanentemente alimentadas con objetos aportados por los vecinos desde los balcones de las casas céntricas.
Hacia las 21 horas apareció una autobomba de los bomberos. No pudo apagar la cadena de hogueras que elevaban sus llamas creando un insólito paisaje urbano. En medio de una gritería ensordecedora y el humo que cubría todo el centro, la policía replegó sus fuerzas regresando sus efectivos al local de Jefatura. En esos momentos la ciudad estaba en manos de los manifestantes, alentados por el vecindario.
A la esquina de Córdoba y Corrientes fueron llegando cientos y cientos de manifestantes después de haber avanzado y retrocediendo por las calles. Desde la escalinata de la Bolsa de Comercio comenzó el desplazamiento hacia el local de la CGT ubicada a pocas cuadras.
Una bandera argentina de gran tamaño, encabezaba la marcha. La columna avanzó con gran júbilo y al llegar a la esquina de Italia se produjo el primer incidente. Cuando un grupo de manifestantes ocupó la emisora radial LT8 en Córdoba al 1800 para transmitir un comunicado, al ser desalojados violentamente, se produjo otro asesinato: a los pocos metros de la radio y cuando huía de los disparos, junto a numerosos manifestantes, se vio caer a un joven con aspecto infantil, vestido con un pantalón vaquero y camisa y pulóver rojos. De inmediato, sus compañeros accidentales-posteriormente no pudieron dar ni siquiera su nombre en el sanatorio al que fue llevado-intentaron levantarlo inútilmente: una bala había penetrado en su cuerpo por el hemotórax izquierdo sin orificio de salida a la altura de la séptima costilla. Un médico que se encontraba en el lugar, el doctor Aníbal Reinaldo, residente en el hospital universitario del Centenario, se ocupó de hacerlo trasladar al sanatorio más cercano, el “Palace”, para ser atendido urgentemente ante la gravedad desesperante de su estado.
Pero en el sanatorio “Palace” aguardaba entretanto, la última prueba de la represión: llegados el doctor Reinaldo y los jóvenes que habían transportado el cuerpo del caído, la Guardia de Caballería volvió a cargar impunemente contra todos, propinando sablazos a granel, sin distinción de ninguna naturaleza, produciendo incluso la rotura de los vidrios de las puertas de acceso y repitiendo los disparos de las armas de fuego. Ni los gritos angustiados del público ni la exhibición de sus credenciales de profesional, por parte del médico Reinaldo, sirvieron de nada: él mismo fue víctima de la saña de los policías montados, quienes incluso aplicaron sablazos al propio herido, ya esta altura convertido-como se comprobó inmediatamente-en otra víctima inocente de la policía rosarina. Era un adolescente de 15 años, llamado Luis Norberto Blanco.
El sepelio de Luis Norberto Blanco se realizó el mismo 24 ya se transformó tal vez en la mayor expresión de repudio conocida hasta entonces. Más de 7.000 personas estudiantes, empleados, profesionales, docentes, gremialistas, periodistas caminaron desde la casa paterna en barrio Sarmiento, hasta el Cementerio La Piedad, distante 90 cuadras.
Simultáneamente se difundió una declaración de 31 sacerdotes adhiriendo a la actitud de los estudiantes y criticando crudamente la acción policial y los poderes concedidos al II Cuerpo de Ejército.
Culminaba la denominada “Guerra de Rosario”, como tituló la revista Boom su número de Junio de 1969.
Las fuerzas del orden policial fueron desbordadas por los manifestantes y debieron replegarse a los cuarteles. Rosario fue declarada zona de emergencia bajo control militar. Esta decisión fue tomada por la Junta de Comandantes, presidida por el General Agustín Lanusse y luego comunicada al Presidente Onganía y a su Ministro del Interior Borda. Onganía se encontraba en el medio de dos frentes, el militar y el obrero-estudiantil.
Simultáneamente, 2.000 obreros de los talleres ferroviarios de la localidad de Pérez paralizaban sus tareas por la suspensión de los delegados Enrique Gigena y Roberto Forcatto. Ese día respaldaron el paro los 1.800 trabajadores de los talleres de Rosario, los 2.500 de Pérez, los de Villa Diego, personal administrativo y del Galpón de Alistamiento de Máquinas Diesel. Por la noche, en una numerosa asamblea se decidió continuar con la huelga, esta vez por 72 horas, con la adhesión de La Fraternidad.
La CGT unificada organizó una huelga para el día 23 de mayo, eso permitió que trabajadores y estudiantes se incorporaran a la multitudinaria columna fúnebre que acompañó los restos de Luis Norberto Blanco al cementerio La Piedad.
El estado de movilización continuó en los días posteriores pero con una intensidad menor en la ciudad, sin embargo, mayo aún no había concluido. El día 29 una nueva insurrección urbana, el Cordobazo, conmovería con una profundidad desconocida hasta entonces, las estructuras de poder vigentes.

Septiembre

Distintos investigadores estiman que intervinieron entre 100.000 y 200.000 personas en las distintas contingencias que se sucedieron. Elevadísima presencia humana porque Rosario tenía entonces una población de 800.000 habitantes. Los días 17 y 18 no hubo diarios porque trabajadores de prensa adhirieron al paro.
El diario La Capital del día 19 tituló a lo ancho de la primera página “Horas de angustia vivió Rosario por un brote de violencia sin precedentes”.
Los sectores populares resistieron y los enfrentamientos fueron tan intensos que el ejército emplazó baterías antiaéreas en lugares estratégicos.

De mayo a septiembre

Los cambios producidos en junio en el gabinete nacional, donde cada sector pugnó por imponer sus hombres, fueron una clara demostración que la batalla por mantener la unidad de las Fuerzas Armadas se había perdido.
En Junio, al producirse la visita de Onganía, para asistir al acto del Día de la Bandera, la regional Rosario de la CGT unificada desde el 21 de mayo, lo declaró “persona no grata”. La ceremonia rodeada de un importante aparato de seguridad fue acompañada por movilizaciones estudiantiles en contra del primer mandatario.

El segundo Rosariazo



Hace muchos años, la historiadora Beba Balvé, señaló que el “Segundo Rosariazo o proletario sigue siendo el hecho maldito de la ciudad. De eso no se habla, no se recuerda, pareciera que el fuego antidictatorial continuara quemando”. Ante esa masiva protesta, por lo que significó política y socialmente en el desarrollo y crecimiento de distintos gremios, activistas sindicales, agrupaciones obreras y políticas, muchos nos preguntamos ¿por qué la recordación del Segundo Rosariazo, aparece como “el hecho maldito” en la historia de los rosarinos, por qué muy pocos quieren recordarlo? ¿por qué la movilización de masas más importe de la historia de la ciudad (los cálculos de la población que participó de esas jornadas van desde las 100.000 a las 250.000), no se recuerda?. De eso no se habla. ¿Por qué? se hacen actos, notas, mesas redondas, por otros acontecimientos, cuando si algo caracterizó al “Segundo Rosariazo” fue la alegría, la libertad, la solidaridad y la bronca antidictatorial de todo el pueblo de la ciudad. ¿Por qué los medios de comunicación hablaron durante años del Rosariazo de mayo de 1969? De eso no saben las nuevas generaciones y las viejas poco recuerdan.
El segundo Rosariazo, a diferencia de los acontecimientos de mayo que vieron su detonante en el ámbito estudiantil de Corrientes y luego se extendieron hacia gran parte del país involucrando también a Rosario, encontró su origen a partir de un conflicto obrero suscitado en la Unión Ferroviaria rosarina, como consecuencia de los paros realizados los días 23 y 30 de mayo de ese año, dispuestos por la CGT que fueron acotados por el gremio ferroviario de la seccional Rosario.
La dictadura militar de 1966, tras intervenir "La Unión Ferroviaria", anuló convenios y conquistas, produjo rebajas de categorías y de sueldos, 116.000 empleados y obreros fueron sancionados. El 8 de septiembre de 1969, el Cuerpo de Delegados de la Seccional Rosario del Ferrocarril Mitre y la Comisión Coordinadora de la Unión Ferroviaria comunicaba que "se iniciaba una huelga de brazos caídos en los lugares de trabajo", tras la suspensión de un delegado administrativo. Pararon ese día los Talleres de Rosario, Pérez, Villa Diego, y personal administrativo. Por la noche en una masiva asamblea se decidió continuar la huelga, esta vez por 72 hs., con la adhesión de La Fraternidad, y la medida se extendió a las Seccionales de Arroyo Seco, Empalme, Villa Constitución, San Nicolás, Cañada de Gómez y Casilda.
La empresa anunció suspensiones, la CGT Rosario se declaro "en estado de alerta y convocó a un plenario", mientras los delegados declararon "la huelga por tiempo indeterminado" a partir del día 12. La solidaridad del resto de los ferroviarios se extendió por todo el país. La dictadura a través del CONASE (Consejo Nacional de Seguridad), ordenaba la aplicación de la "Ley de Defensa Civil", por lo cual todo el personal ferroviario era movilizado, con convocatoria militar y les sería aplicado el Código de Justicia Militar.
En tanto el problema ferroviario crecía, los estudiantes se preparaban para conmemorar el tercer aniversario del asesinato de Santiago Pampillón. Junto a ese acto se realizó una movilización en el centro de la ciudad en la cual los manifestantes arrojaron bombas incendiarias contra la sede del Jockey Club (Córdoba y Maipú), Aricana (Buenos Aires al 900) y la oficina del Servicio Cultural e informativo de los Estados Unidos.
Un plenario de 32 gremios de la "CGT Unificada de Rosario", resolvió "realizar un paro activo por 38 horas, los días 16 y 17” y se planificó la formación de columnas troncales que partirían de distintos puntos que convergían: la del norte por Avenida Alberdi y del sur por Avenida San Martín y la del Oeste por calle Córdoba. Esto, de hecho, posibilitó una importante participación que se vio reforzada por la acumulación de experiencias que se habían producido a lo largo de los últimos años. Este paro implicó que obreros y asalariados se encontraran en sus lugares de trabajo. La solidaridad llegaba de todos los trabajadores de Rosario. Los estudiantes universitarios y los partidos políticos se sumaron al paro.
El conflicto fue dinamizado desde un principio por el cuerpo de delegados de la UF que nucleaba a peronistas, comunistas, radicales y socialistas. Si bien el grueso de los manifestantes fueron obreros, se debe mencionar la participación que tuvieron algunos sectores medios como empleados de comercio, administrativos, bancarios y profesionales. A diferencia de mayo donde la principal presencia fue la de los estudiantes, en septiembre éstos estaban presentes pero actuando subordinados al control y la dirección gremial. Los universitarios declararon un paro de 48 horas y por esta razón se sumaron a las manifestaciones pero sin concentrarse en las casas de estudio. En las escuelas primarias y secundarias se interrumpieron las clases al iniciarse los enfrentamientos.
El escenario de la lucha no sólo fue el centro de la ciudad. Las fuerzas de seguridad a comenzaron a operar inmediatamente de iniciado el paro, tratando de impedir tanto el acceso al centro como la formación de las columnas numerosas. Desde las 10 hs, masivas columnas de trabajadores comenzaron a marchar partiendo de sus sedes sindicales o de los lugares de trabajo. Desde La Fraternidad más de 7000 ferroviarios, se dirigieron a la empresa Minetti, posteriormente se les sumaron los obreros textiles de "Extesa", se incorporan los trabajadores del vidrio, de la construcción, etc. Desde Oroño al 1300, marcho la columna de Luz y Fuerza, y otra lo hizo de la Usina Sorrento. Del sur venían los obreros del frigorífico Swift, los portuarios y los metalúrgicos. Todos trataban de converger al local de la CGT, en Córdoba al 2100. Los estudiantes concentrados en las distintas facultades se unían a las columnas.
Al comenzar la represión policial, ésta lograba parcialmente dispersar a los manifestantes, pero pronto levantaban barricadas, resistían, se reagrupan y continuaba la protesta. Por toda la ciudad, aparecían barricadas en donde se encontraban peronistas, radicales, comunistas, socialistas, etc. Los puntos de concentración aumentaban, se incendiaban los colectivos y troles que no paraban, y la policía se fue replegando. Se hicieron hogueras, quema de automóviles y trolebuses, ataque a los comercios abiertos y a los grandes establecimientos y bancos de cada zona. Una mención especial merece el ataque sistemático a las instalaciones de la empresa Ferrocarriles Argentinos. Cuando el paro finalizó, una de las pocas estaciones que no había sido tocada en toda la ciudad fue Rosario Norte, el resto había sido destruido total o parcialmente.
La magnitud y la intensa dinámica que adquirieron los acontecimientos desde sus momentos iniciales originó la llegada de refuerzos de localidades vecinas. La gendarmería estuvo a cargo del control y seguridad de las instalaciones ferroviarias. Al igual que en mayo, se produjo la intervención del Ejército para normalizar la situación sobre las últimas horas del segundo día del paro.
Con el correr de las horas, era cada vez mayor la cantidad de vecinos que se sumaban a la protesta, y la lucha se desplazo a los barrios. Se incorporaron las amas de casa y los niños, y durante toda la jornada se turnaron para mantener en actividad las barricadas, donde se realizaban espontáneas asambleas para discutir como continuar.
Las fuerzas policiales fueron desbordadas, y no consiguieron penetrar en Empalme Graneros, algunas zonas de Arroyito, en varias manzanas de la zona sur, y en numerosos barrios.
El Ejército se hizo cargo de la represión y comenzó a recuperar el control de la ciudad. Al mando de las fuerzas se encontraba el segundo Comandante General de Brigada Antonio Robinson, quien advirtió a los rosarinos a las nueve de la noche que, en cumplimiento de su misión las tropas a sus órdenes abrirían fuego ante cualquier “desmán o atentado”. Para reforzar las tropas del Segundo Cuerpo fueron enviados desde Corrientes dos mil efectivos al mando del posteriormente conocido por todos, el entonces coronel Leopoldo Galtieri, ya que si bien el paro había finalizado la noche del 17, el 18 aún subsistían algunos focos de resistencia, especialmente el barrio Empalme Graneros, que se convirtió en uno de los principales escenarios de estas jornadas. Y en el último reducto de la resistencia. Controlados rápidamente por el ejército los focos de contestación que aún quedaban, podemos decir que el posteriormente célebre “Rosariazo” había concluido.
Las demandas que se plantearon fueron mucho más complejas y condensaron elementos políticos, económicos, sociales, culturales.
En mayo la violencia que el régimen descargó sobre los estudiantes sembrando la muerte operó como el desencadenante de una respuesta que no estuvo circunscripta al circuito universitario. Septiembre en tanto tuvo su origen en un conflicto obrero suscitado en la ciudad entre los trabajadores ferroviarios y la dictadura.
En mayo lo que comenzó siendo un conflicto estudiantil logró inmediatamente generar el apoyo y participación de amplios segmentos sociales, fundamentalmente de los sectores combativos del movimiento obrero nucleados en la CGT de los Argentinos. La prensa y las organizaciones empresariales locales se solidarizaron con los sectores contestatarios. Sin embargo esta posición fue efímera, ya que después del Cordobazo se replegaron a sus tradicionales posiciones.
La fría estadística habla de que el Rosariazo de septiembre de 1969 dejó como saldo dos muertos, veinticinco heridos y cientos de detenidos. Entre los daños materiales fueron contabilizados 11 trolebuses incendiados y 14 más con roturas, entre otras pérdidas. A causa de dos coches incendiados, hubo que sacar de servicio a dos líneas H de troles. Para reemplazar esas unidades, se adquirieron 12 unidades de Buenos Aires que no tenían uso. Sin embargo, el verdadero origen de esos trolebuses era Bahía Blanca. La historia es curiosa: pese a que eran cero kilómetro, las unidades Mercedes Benz tenía casi veinte años de antigüedad. Los coches habían sido fabricados en 1953 y estaban destinados al servicio de troles de Bahía Blanca. El tema es que ese servicio en la ciudad del sur bonaerense nunca pudo instrumentarse por…escasez de energía eléctrica suficiente para mover las unidades a una velocidad normal. Como si se tratara de una profecía proletaria la única vez que esos troles salieron a la calle en Bahía Blanca fue durante una huelga de transportistas, pero los coches debieron ser remolcados por los trabajadores a causa del escaso fluido eléctrico.


Conclusiones




Eran épocas en que los trabajadores estaban acorralados por la proscripción del peronismo, la intervención de sus sindicatos, el cercenamiento de conquistas históricas, la detención de muchos dirigentes, y la situación económica que se agravaba, creó un clima de broca y lucha.
Desde 1969, todo se aceleró y constituyó un punto de viraje en la evolución del país. Se vivió un proceso de cambios entre los trabajadores, estudiantes universitarios, partidos políticos, y en las principales tendencias que se expresaban dentro de la dictadura.
El mayo rosarino representó la primera gran contestación de masas con su claro contenido antidictatorial que produjo en el ámbito social y especialmente en la Universidad un aflojamiento de los controles represivos ejercidos sobre las actividades de las agrupaciones estudiantiles.
Septiembre no contó con apoyos tan amplios, el protagonismo de la clase obrera fue más definido y decidido, aquellos sectores que se solidarizaron en mayo, en septiembre responsabilizaron a la CGT por los desmanes ocurridos. A diferencia de mayo la ciudad no fue declarada “zona de emergencia bajo control militar”.
Los protagonistas, fueron la clase obrera y a los universitarios que fueron sin duda alguna las fuerzas con que contó el movimiento antidictatorial.
Por un lado se puso de manifiesto el estado que había alcanzado la radicalización de la conciencia política de importantes sectores de la sociedad y el profundo rechazo a la dictadura.
Esos movimientos de masas actuaron como factores de presión para cambios dentro del propio gobierno nacional y dejaron dos consecuencias: comenzó a enterrarse el proyecto que no tenía plazos, y se inició un proceso político en toda la sociedad.
En ambos momentos (mayo y septiembre), los partidos políticos como fuerza organizativa, tuvieron una presencia muy débil aunque se expresaron por medio de la participación individual de dirigentes y militantes a través de una actividad gremial, estudiantil u obrera.
Las grandes movilizaciones demostraron la capacidad de lucha, creatividad, y solidaridad del pueblo. Las asambleas obreras populares, algunas espontáneas, que se realizaron en Rosario y Córdoba, en las jornadas de mayo y septiembre, reuniendo en su seno a los obreros, estudiantes universitarios y a gran parte de la población pobre de los barrios tomados, rodeados de barricadas, y en algunos lugares con la población ejerciendo el poder de policía, por ejemplo, el de permitir la salida de los bomberos tomados para sofocar incendios, controlar la entrada y salida de los barrios, también constituyeron una forma embrionario de los órganos de poder, con democracia directa abarcando ya a toda una ciudad. Pero su insipiencia y en gran medida la ausencia de una verdadera organización, no permitió la unificación de las asambleas barriales entre si, a través de delegados electos, en un consejo único de la ciudad.
Las consignas más escuchadas en Mayo fueron “acción, para la liberación”, “Cabral y Pampillón los mártires del camino para la liberación”, “Bello, Cabral la lucha sigue igual”. En septiembre en algunas columnas y barrios se cantó la marcha Peronista junto a “patria sí, colonia no”, “A la policía le quedan dos caminos; unirse con el pueblo o ser sus asesinos”.
La salida de los sectores participantes estuvo mediatizada por las estructuras corporativas en que se hallaban encuadrados: los sindicatos, los centros de estudiantes, las organizaciones barriales y parroquiales. La expectativas de los dirigentes, obreros o estudiantiles fueron superadas por los niveles de respuesta alcanzados.
Si de algo trata el desarrollo de la lucha de clases en Argentina a partir de 1969, es del desenvolvimiento del proletariado de crear sus estaciones cuadros, independientes de la burguesía dentro de una moral y una estrategia de poder consistente con su ser social: clase obrera. De allí las crisis ideológicas en relación a las distintas formas del reformismo como formación ideológica, puestas en relación con una incipiente formación ideológica de carácter revolucionario y la emergencia y desarrollo del revisionismo, como manera de frenar y obstaculizar la superación del reformismo en crisis.
Estos movimientos se produjeron en un contexto internacional de crisis del sistema institucional político, que no es otra cosa que la contratara de las nuevas condiciones sociales generales que se imponen a miles de millones de seres humanos. La más gigantesca monopolización de la vida por ínfimos grupos de poder conduce a la muerte por hambre de cientos millones de seres.
Se trata de la construcción de una nueva forma de implementar y ejercer el poder, la construcción de un poder de nuevo tipo y el desarrollo y profundización de la crisis de la forma como se implementaba y ejercía el poder hasta ese momento dominante. Crisis que se hace evidente en los partidos políticos organizados en un bloque histórico determinado.
Los Rosariazos y el Cordobazo constituyen la batalla decisiva que engendra la revolución argentina. Es así como en cinco meses toma forma un movimiento de liberación nacional y social, realizando su contenido en septiembre: la insurrección. Cada combate realiza su forma de lucha específica de la que emergen nuevas figuras sociales: huelga política de masas-el joven rebelde-; huelga general de masas-el obrero combatiente- y fuerza de masas-el insurgente-, en su doble manifestación: en tanto proletario, sujeto de la insurrección y, en tanto obrero movilizado militarmente.
Cambian las formas de hacer política y la política misma, los valores, los principios. Hace crisis todo el andamiaje del sistema ideológico que se sintetiza en la relación soldado-ciudadano. Es secundaria la formación cómo se resuelva en este espacio nacional ya que expresa el momento de la crisis en la cúspide del poder universal. Emergen nuevos valores, otros principios: se establecen entre los hombres relaciones sociales de nuevo tipo, se crean y postulan nuevos proyectos más o menos inclusivos, se plantean los problemas de la libertad
Fue un tiempo plagado de sueños, encantamientos y de esperanzas por quienes los protagonizaron. Años idealizados por algunos y descalificados por otros. Años en que apareció una verdadera contracultura en las artes, las letras, la vida cotidiana, la sexualidad, la vestimenta, las costumbres. Y como escribió Adolfo Gilly, años que marcaron una “esquina peligrosa, una de aquellas en donde la historia pudo haber dado un viraje”.

Fuentes

. Balvé Beba C.; Balvé Beatriz S. “El ´69”; 2005. Ediciones Ryr-CICSO. Buenos Aires.
.Bla, Alberto; Águila, Gabriela; Guenara, Gustavo; Viano, Cristina. “Rosario en la Historia”, tomo 2. Octubre de 2000. UNR Editora. Rosario.
.Ceruti, Leonidas; Sellares, Mirta (2002). «La rosa crispada». Revista Los '70   
.Ceruti, Leonidas; Sellares, Mirta. El Rosariazo. Día por Día. Entre Mayo y Septiembre.
.Diario “El Ciudadano”. 15 de septiembre de 2002. Página 24. Rosario.
.Diario “Rosario 12”. 19 de mayo de 1996. Páginas 4 y 5. Rosario.
.Diario “Clarín”. 18 de septiembre de 1969. Páginas 33 y 38. Buenos Aires.
.Revista “Boom”. Junio 1969. Año 1. N°10. Páginas 3, 6, 7, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27 y 28. Rosario.
.Revista “Museo de la Memoria”. 18 de septiembre de 2003. N°1.Rosario.
.Revista “Los ´70. Agosto 1997. Año 1. N°4. Rosario.
.Suplemento “Señales”, diario “La Capital”. 20 de julio de 2003. Rosario.

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