lunes, 23 de septiembre de 2013

                                                                       SIRIA





La mayoría de los conflictos en el mundo musulmán tienen que ver con un enfrentamiento político entre laicos y religiosos, o bien con un enfrentamiento étnico entre sunitas yihadistas (asociados a la red terrorista Al Qaeda) y chiítas (liderados por el Líder Supremo iraní Alí Jamenei). Estas son dos corrientes islamistas que luchan hace 1.300 años.
En el conflicto sirio se superponen los dos. El régimen nacido del golpe que dio en 1970 Hafez al Assad y hoy continuado por su hijo Bashar, es claramente laico. Por eso tiene como brazo político al Partido Baas, una fuerza secular fundada por el filósofo árabe cristiano Michel Aflak.
Su archienemigo ha sido siempre la rama siria de la Hermandad Musulmana, organización religiosa que se opuso al militarismo laico en Egipto y durante el breve gobierno que terminó en el reciente derrocamiento del presidente Morsi, intentó avanzar desde el Estado secular al califato. El poder está en manos de los alawitas, que es el eje chiíta Teherán-Damasco-Hizbolá (partido-milicia del chiísmo libanés), por lo tanto, la disputa en Siria enfrenta a laicos y religiosos al mismo tiempo que a sunitas y chiítas.
Si el gobierno de Assad vence a los rebeldes, será el triunfo de una dictadura minoritaria aliada de los ayatolas iraníes y de Rusia, y enemiga de Israel. Pero si triunfan los rebeldes, el poder podría quedar en manos de ultra-islamistas, colaboradores de los fundamentalistas egipcios, Al Qaeda y Hamas.
Esta guerra civil se disputa hace más de dos años, con casi 700.000 muertos, entre ellos 10.000 niños, según cifras oficiales. Además, dos millones de personas adultas y un millón de niños huyeron de Siria a países limítrofes. Más grave resulta saber que los niños que permanecen en ese infierno, son usados como soldados o escudos humanos.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama (paradójicamente Premio Nobel de la Paz) contradijo todo lo afirmado cuando era candidato a la primera magistratura de su país. En una primera instancia, quería atacar a Siria. No logró ni el apoyo nacional ni el internacional, lo que demostró un pulso político erróneo ya que las sombras del belicismo imperialista le nublaron la razón. Ante la incertidumbre, aceptó la propuesta diplomática soviética para eliminar todas las armas químicas sirias que, según se supo luego, ya habían discutido sin éxito. A largo plazo, el ganador sin embargo será Rusia porque, si el acuerdo funciona, su aliado Bashar al Assad permanecerá en el poder.
Todo esto es la consecuencia de un fanatismo religioso o secular que lleva a una barbarie, basada en el pensamiento absoluto, único e irracional.



                                                                            Maximiliano Reimondi

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