Fui testigo
cuando ella
le robó la dulzura al mar.
La sirena no pudo
arrebatarle la vida
mientras le sangraban
los ojos de rabia.
La mujer me sonreía,
las olas la perseguían,
mis piernas temblaban;
el deseo invadía el instante.
Maximiliano Reimondi
No hay comentarios:
Publicar un comentario