JESÚS SE
ENCUENTRA CON MENEM
Era una mañana como todas en Anillaco, el pueblo
natal del riojano más famoso. Por la ruta, un hombre joven con una túnica
blanca, cabello largo, barba y bigotes castaños, caminaba cansinamente. Ese
sábado estaba soleado. No había ni una nube en el cielo. Claro, era pleno
verano y la temperatura rondaba los 40 grados.
Carlos Saúl Menem transitaba con su auto último
modelo. De pronto, vio a esta persona y le llamó la atención. Cuando estuvo paralelo
a él, se detuvo y le preguntó:
-¿Quiere que lo acerque a alguna parte? Usted
verá, hace muchísimo calor y no está para solearse. ¡Déle, suba!
El hombre le respondió:
-Así que usted es el Presidente de este
maravilloso país. Ya sabía que lo conocería y, además, mi Padre me dijo que
caminara por aquí porque usted pasaría en este momento.
-Pero, ¿usted quién es?
-Y a usted, ¿qué le parece quién soy?
-A ver, déjeme verlo de cerca y pensar. ¿Acaso una
especie de mochilero? Pero no lleva nada de equipaje. Solamente está vestido
con esa túnica.
-¿No me reconoce, Carlos? Soy Jesús de Nazareth.
-¿Ah si? ¿Y qué está haciendo por mis pagos?
-Quería hablar con usted sobre diferentes aspectos
de su gestión de gobierno.
-Bueno, usted sabe todo sobre mí. Es Cristo y
conoce mis ideas políticas.
¿Qué le parece mi actuación política?
-Sinceramente, y no se vaya a enojar, un auténtico
desastre.
-¡No me diga eso, Maestro! Sabe cómo son las cosas
y hago lo que puedo. Soy un simple y humilde funcionario al servicio de mi pueblo.
-¿Funcionario de esa estirpe? ¿Le parece bueno
eso?
-¿Y para usted? ¿Qué represento?
-Un no conocedor de ideas. Es un improvisado de la
política. Habla y habla pero no escucha los reclamos de la gente que lo
necesita más que nunca. Se circunscribe a un grupo de amigotes que le dicen: <<Sí,
Carlos, sos un genio, seguí para adelante, estás haciendo las cosas bien>>.
No mide el diámetro de su soberbia y así va a terminar muy mal.
-Bueno, por supuesto que no me gusta que me diga
eso. Pero si usted lo dice, Maestro, sus razones tendrá. Yo creo en lo mío y
voy a seguir actuando de la misma manera, como hasta ahora. No es soberbia pero
creo que soy el mejor político argentino de la historia y lograré crear un país
del primer mundo.
-Sí, el primer mundo va a quedar en Capital
Federal. Porque lo que es el resto del país, va a ir desapareciendo de a poco.
-¡Eeeeehhhh! Está exagerando. Ahora quisiera
preguntarle algo…
-Pregunte nomás, Carlos. Veo que es más frontal de
lo que me imaginaba.
-Muchas gracias por el elogio. ¿Se animaría a ser
Ministro de Salud y Acción Social de mi gobierno?
-Pero mire que resultó ser un auténtico caradura.
Yo estoy aquí para hablar con usted y con un objetivo claro…
-Ah, también se me ocurre algo. En la parte
científica, revolucionaríamos al mundo fabricando un clon suyo. Nos daría una
célula y obtendríamos otro Jesús idéntico a usted. ¿Qué le parece la idea?
-Absurda, ilógica, perversa y aberrante. Creo que
usted es un auténtico enfermo mental.
-Bueno, veo que es inútil hablar con usted. Tiene
una imagen mía equivocada. Y quiero que me responda sinceramente: ¿para qué
vino a verme a la
República Argentina ?
-¿Cómo, aún no se dio cuenta, Carlos?
-No, sinceramente, no.
-Increíble. Paso a explicarle. Resulta que
reiniciaré mi obra en esta bendita tierra, encabezaré una Revolución Social en
el pueblo argentino y usted será destruido como satanás.
-¿Ah si? Con que esa tenemos. Mire, yo de todo
esto saco una conclusión certera: usted es un mentiroso, no es Jesús de
Nazareth y yo soy un verdadero pelotudo por haber perdido el tiempo con un
linyera delirante.
Chau y que Dios lo bendiga…
Maximiliano Reimondi
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