ALDEA
Cierto acuerdo de la tierra y el pie
sobre las colinas romanas
y ese sosiego fugitivo y turbador
que a ella lleva la noche
el grito de los bencejos en el cielo verde.
Y ese momento sutil en que el cielo huye
lleno de oro y bruscamente gira
y nos muestra el instante de otra faz
colmada de estrellas incandescentes
de olor a humo, a árbol y agua que sube
en las tierras y las noches.
El grito de las cigarras y el calor
los perros que reclaman la madera de los últimos
carros
las voces de los granjeros y los caminos inundados de
sombra
entre los lentiscos y los olivares.
Maximiliano Reimondi
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