domingo, 12 de agosto de 2012


¿VIGILAR Y CASTIGAR?

“La prisión es una tremenda educación en la paciencia y la perseverancia” (Nelson Mandela)
“Abrid escuelas y se cerraran cárceles” (Concepción Arenal)

El Senado aprobó y giró a la Cámara de Diputados una ley de mano dura. Una propuesta del senador radical Lisandro Enrico que faculta a los jueces a ampliar la prisión preventiva y hasta denegar excarcelaciones a reincidentes en el delito, que ya escandalizó a los organismos de derechos humanos que la interpretan como "un avasallamiento a los derechos de las personas".
La ley Enrico cambia las normas del Código Procesal Penal para que los jueces dicten con más facilidad la prisión preventiva y restingan las excarcelaciones.
El proyecto propone modificar cuatro artículos del Código Penal. El 219, que se refiere a cuándo se impone la prisión preventiva, el 220, que establece la presunción de peligrosidad procesal; el 221, que refiere a las alternativas a la prisión preventiva; y el 222, que establece los casos en que el juez puede atenuar la medida en cuestión.
Michel Foucault afirmaba que “desde el principio, la prisión debía ser un instrumento tan perfeccionado como la escuela, el cuartel o el hospital y actuar con precisión sobre los individuos. El fracaso ha sido inmediato, y registrado casi al mismo tiempo que el proyecto mismo. Desde 1820 se constata que la prisión, lejos de transformar a los criminales en gente honrada, no sirve más que para fabricar nuevos criminales o para hundirlos todavía más en la criminalidad. Entonces, como siempre, en el mecanismo del poder ha existido una utilización estratégica de lo que era un inconveniente. La prisión fabrica delincuentes, pero los delincuentes a fin de cuentas son útiles en el dominio económico y en el dominio político. Los delincuentes sirven”.
La sociedad piensa que la cárcel tiene que ser castigo y revancha de dicha sociedad. Piensa que un delincuente será eso toda su vida. Es el típico discurso fascista de todos los tiempos.
Al contrario de lo que pensaba Foucault, hay una posibilidad de cambio. Tendría que estar en la cárcel misma. Siempre que ésta no reproduzca las mismas condiciones que hicieron al delincuente. Con otras políticas sería posible cortar ese destino eterno de entrar y salir del calabozo.
 El proyecto aprobado por el Senado significa un retroceso porque implica volver al viejo Código Procesal Penal donde la regla parecer la prisión y la excepción la libertad.
Una persona no pierde su condición humana al ingresar a una cárcel por haber cometido un delito, por más grave que sea. La solución es implementar políticas sociales y educativas dentro de las cárceles y medidas de seguridad fuera de ellas.

                                                                                                Maximiliano Reimondi
                                                                                                






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