HOMICIDIOS EN
ROSARIO
El negocio de la droga se ha extendido de tal manera que ha
provocado una saturación de los territorios y se ha vuelto más difícil de
controlar. Pero esa expansión tiene límites porque no hay clientes para todos y
la capacidad territorial es limitada. Por eso se producen fricciones que se
dirimen de manera violenta, armada, con homicidios. Las autoridades deben
concientizarse del alto crecimiento de asesinatos registrado en Rosario en el
último año, cifra que se elevó en un 40 por ciento. Claro que no es la única causa
de la alta criminalidad. La presencia de chicos muy jóvenes, marginales,
vulnerables, que tienen acceso a armas y construyen sus identidades en torno a
la pertenencia a determinado barrio o a bandas a través de la violencia, es
otro de los orígenes del fenómeno.
Así como hay un alto
incremento (de homicidios) en relación a años anteriores, ha bajado la tasa de
hechos cometidos en ocasión de robo. Si el año pasado ese rubro orillaba el 16
por ciento, hoy no supera el 10. Los que crecen son los asesinatos por
enfrentamientos en los que aparecen, como víctimas o victimarios, personas
ligadas a economías delictivas, principalmente al tema de las drogas; y por
otro lado el de los pibes de entre 16 y 23 años que dirimen la construcción de
sus identidades de manera violenta.
Esos jóvenes pertenecientes
a sectores populares donde la vulnerabilidad de la vida es máxima, si
sobreviven, si no caen presos o son estigmatizados por su incursión en el sistema
penitenciario, logran rescatarse, formar una familia y seguir la vida, lo que
desmiente la idea de la carrera criminal. Esos chicos, de entre 16 y 23 años, son
los nacidos en la década del 90, época de la Argentina del desempleo, la
corrupción y el corrimiento del Estado. Son los jóvenes de una generación que
nunca vio trabajar a sus padres y que son resultado de un fenómeno
socioestructural cuyas consecuencias concretas estamos viendo ahora con curvas
frustrantes que muestran inequidad social y delitos.
Hoy se ven las
consecuencias de la errónea política que en esa época aplicó la Sedronar
(Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha
contra el Narcotráfico) a partir de los lineamientos ordenados por la DEA de
Estados Unidos. La cocaína dejó de traerse elaborada desde Bolivia y empezaron
a aparecer en el país las cocinas en las cuales, en un pequeño espacio y con un
par de bidones de precursores se elabora la droga. Eso hizo que se diversifique
la producción en lo territorial y, de pasar de una producción centralizada, se
reparta por todos los rincones del país.
En este sentido, ese cambio en el negocio hizo que se
multiplicaran las personas vinculadas a la venta de drogas reproduciendo un
sistema parecido al de la economía informal. Así como aparecieron quioscos,
almacenes y remises por todos lados como mecanismo de subsistencia popular, esa
informalización alcanzó a lo delictivo y al comercio de drogas.
Desde ese punto de
vista, se nota una mayor accesibilidad al negocio y si antes eran dos o tres
personas las que controlaban el tráfico de drogas en la ciudad, lo que era más
fácil de controlar desde el Estado, hoy son muchos en un territorio limitado y
con clientes limitados por lo que las disputas por esos espacios crecen y se
dirimen violentamente y con muertes.
No obstante, hay que resaltar que los homicidios de gente
vinculada claramente al narcotráfico no representa el total del aumento de los
crímenes producidos en Rosario en el último año, sino que el mayor número lo
dan esos pibes marginales, expuestos, con débiles vínculos con el Estado, que
construyen sus identidades a través de la violencia, accediendo a las armas y
con una lógica muy particular en territorios donde la policía y las instituciones
están muy desprestigiadas.
Esos homicidios son difíciles de prevenir con las políticas
de intervención tradicionales y a futuro, el Estado debe crecer
cuantitativamente con intervenciones en los barrios para abordar a los jóvenes
que ya participan de la economía delictiva buscando que construyan otros tipos
de identidades, relaciones, vínculos y reconocimientos que compitan contra la
violencia.
Según fuentes oficiales, en lo que va de 2012 se cometieron
en el departamento Rosario 100 homicidios, de los cuales sólo 1 de cada 10
fueron en ocasión de robo. Eso implica un gran aumento en relación a los registrados
el año pasado.
Maximiliano Reimondi
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