LA
PROYECCIÓN DEL ESPEJO
¿Qué es el tiempo? Estoy frente al espejo y puedo ver
a mi otro yo que se ríe. No es sencillo
pero descubro la proyección de este espejo. Me doy
cuenta que no me acuerdo de nada. La
memoria es una parte muy chiquita del alma. El resto
hace que no me acuerde de nada.
Tomemos el caso de mi lóbulo izquierdo. Es el que no
me funciona. ¿Cuántos lóbulos pueden
crecer a través de otros? Ahora veo la proyección de
mi otro yo, que se proyecta a través de
los vidrios de la ventana. Llevo los ojos hacia el
cielo raso que está lleno de sombras.
¿Cuántas sombras vacías van hacia la ventana? Por eso
digo que el presente es en gran parte
el pasado, que el tiempo se confunde en la luz de la
memoria.
¿Quién era yo? A ver, tengo 50 años y…que más…Ahora
veo la sombra de mi espejo que se
ríe y se agranda sobre el vidrio de la ventana. Éste
la pasa al espejo y, por casualidad, corre
hacia la puerta de calle.
¿Esta es mi casa, no? Por eso estoy acá. Es difícil
cuando funciona sólo un hemisferio del
cerebro. ¿Estoy solo? Veo esa sombra que se hamaca en
la ventana, se acerca, se desnuda y
va al baño.
Tiene un cuerpo deslumbrante. Sus senos braman de
pasión. ¿Tengo 50 años? Otra sombra
está a mi lado y se esconde en el espejo. Todo es muy
extraño. Me mira, sonríe y se saca el
pantalón. Va hacia el baño. Sombra…Sombras…Una
sombra…Dos sombras…Se miran en el
espejo…No, una…No, dos…Ah, a una la conozco. Pero no
me acuerdo el nombre. Ella me dijo
que me quería mucho…
La mesa redonda, el living. Allí hay dos libros. Uno
de Freud y otro de Sartre. La sombra sale
del baño y me provoca. Me muestra su vagina tan
delicada. Corre hacia mí y rompe mi camisa.
Me lame las orejas y sus formas se agrandan
proporcionalmente, sobre los vidrios opacos de la
ventana.
En ese momento, otra sombra grita ¡Ahora! y se divide. Pienso que el ahora es una
mujer que
se está vistiendo y no sé quién es. Mientras tanto,
otras sombras se pasean por la habitación.
Se miran al espejo al igual que yo.
Esto es como si lo hubiera vivido. Es algo muy
complejo. No sé si estoy realmente despierto.
Atrás, tengo una imagen borrosa y doy vuelta la
cabeza. Veo al chico que fui hace cuarenta
años. Además, veo otras dos sombras que se esconden en
las cortinas.
El último resplandor de la tarde penetra en la
habitación, a través del espejo. Entonces, veo
que los sillones están vacíos, abandonados, forrados
en azul. Pienso: “¿Qué hago acá? No
recuerdo mi nombre pero sé que tengo cincuenta años.
Pero nada más…
¿Por qué esa mujer tiene los brazos alzados y se toca
el cabello? Se lo echa atrás mientras se
mira en el espejo. Es terrible pero esas dos sombras
la rodean y dicen que es un recuerdo
perdido.
Ahora, los sillones están llenos de gente y una mujer
me sonríe y está cagando en el espejo.
Me miro en el espejo y el espejo me muestra un vacío
inquietante. Atrás hay un resplandor
opaco que proyecta días terribles de invierno, donde
la luz es débil. Ahora, acá adentro, está
nublado porque el sol odia a esta casa.
Tengo puesta una remera blanca. Mi pelo es blanco y se
confunde con la imagen del espejo.
Hay una mano que suelta un arco iris sobre mi piel
curtida, llena de heridas. Tengo los brazos
apoyados en el lavatorio. No sé qué hora es. No sé si
estoy en el presente o en el pasado o en
el futuro. No sé cómo me llamo ni dónde estoy. Pero sé
que tengo cincuenta años. Hago un
movimiento de cabeza y un gesto amargo.
Me veo en el espejo pero no veo nada. Tengo que
ponerme de acuerdo porque esa mujer, ¿es
una mujer o es una sombra? Si es una mujer, la conozco
y recuerdo que la amé. El amor se
proyecta sobre el espejo y nace una sombra que amé, de
ahí, nace otra sombra y otra sombra
y otra sombra…Puedo escuchar el ruido de las sombras.
Estoy parado frente al espejo durante
horas, hamacándome para recordar.
La cabeza reclinada sobre el hombro. Miro un punto
vacío del espejo. Allí se proyecta una
habitación llena de libros que caminan sobre el piso
de madera, pateando huesos.
¿Cómo me llamo? El espejo me llama y aparece una mujer
que me observa cuidadosamente.
Me da besos envueltos en chocolate y me escribe cartas
que tira al suelo. Se arrodilla y
lloramos juntos. Va hacia la ventana, mira el atardecer
y la última luz salta en el espejo.
El espejo grita eufórico: ¡Tiempo! Tira una soga y
le hace varios nudos. La soga se proyecta
sobre la habitación y forma una cruz que reclama vida.
Todo está oscuro. ¿Todo? Me parece que afuera es de
día y adentro es de noche. Una mano
toca el espejo y alcanza un libro. Se desprende una
sombra que me susurra al oído: Ella se
fue.
Amanece en el espejo. Fluye leche y miel. Inunda mi
ser. Una niebla me cubre y me río a
carcajadas. Recuerdo que ella iluminaba árboles debajo
del agua. Sus ramas eran libros que
escupían huesos. Esos huesos eran los de un niño de
diez años.
Cierro los ojos y veo una imagen blanca que es la
nada. La nada flota en mis ojos. El blanco se
refriega en mi cerebro. El cerebro abre la boca y
exhala una imagen que se refleja en el espejo.
Mis huesos se ríen y bailan con sus manos color negro.
Sólo recuerdo que tengo cincuenta años. Esos años que
abrazan mis oídos. Los oídos
escupen soles y planetas y me preguntan: ¿Qué
es el tiempo?
Frunzo el entrecejo y me quedo pensando…
Maximiliano Reimondi
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