COSA DE LOCOS
¿Qué es la locura para
ciertos casos? ¿Quién puede definir a la locura y quién
no? Lo que voy a contar
es, totalmente, una cosa de locos. Ese día, el pianista daba vueltas, muy
nervioso, por todo el teatro. Observaba cada resquicio del mismo. Pero el
centro de su mirada estaba puesta en el escenario. Miraba, orgulloso, el piano
de cola, heredado de su abuelo paterno que había sido restaurado por el luthier
Thomas Hanson.
Le parecía una verdadera
obra de arte cómo había quedado. Brillaba con un lustre negro impecable. Y
mucho más, con todas las luces y focos encendidos del teatro. En el escenario
se mostraba lujoso. Williams Simons estaba concentradísimo para la función de
esa noche. Era su debut en las tablas.
Esa mañana, se tomó un
respiro y salió a caminar y despejar su mente por el
Central Park, pensando en
las melodías que ejecutaría esa misma noche.
Estaba tan abstraído en
sus pensamientos que tropezó con un ciego y este se cayó. En consecuencia, el
lazarillo, furioso, lo mordió en la pierna y Simons le pegó tal patada en la
cabeza al pobre perro que lo dejó desmayado. La gente comenzó a gritar,
reprochándole tan abominable actitud. Williams Simons salió corriendo y se
detuvo a las treinta cuadras.
A causa del cansancio, se
sentó en un banco de una plaza, le pidió perdón a
Dios y rezó siete Padre
Nuestro y siete Ave María. Luego, comenzó a recordar
a su maestro de piano
Henry Parson. Este vivía en la elegante zona del East
Side.
Su primera clase fue
cuando tenía ocho años. ¡Cómo olvidarla! Cuando el profesor le enseñó las
primeras notas como do-re-mi-fa-sol-la-si, el niño se entusiasmó tanto en
apretar las teclas, que estas saltaron y cayeron a través de la ventana. Parson
sufrió un ataque de asma e histeria que casi muere de un infarto súbito. Luego,
recuperándose lentamente, pudo musitar:<<Perdón a Mozart y
Beethoven>>.
Además, el profesor era
un hombre casi millonario y muy famoso. Le encantaba coleccionar alacranes y
salir a recorrer las calles de Nueva York con su Mercedes Benz. Este era último
modelo y cero kilómetro. Le causaba placer hacerlo por el Bronx, para humillar
a los negros. Un día, dos jóvenes le tiraron dos grandes piedras que se
estrellaron en el parabrisas. Una esquirla del vidrio cortó la frente de Henry.
Al detener el auto, Parson recibió tal golpiza que aún en el día de hoy tiene
la secuela de haber quedado manco.
A partir de de ahí, lo
único que le quedaba era caminar y en medio de las veredas, se detenía y
cantaba, a viva voz, el Ave María. En una oportunidad, un sacerdote se detuvo a
su lado y le comentó que probara con el Aleluya, ya que con la otra canción
desafinaba terriblemente. Henry lo pensó y a partir de ahí comenzó a entonar El
Cantar de Los Cantares de la
Biblia. A pesar de todo, era un hombre de gran ingenio,
inteligencia, excentricidad e hipocresía.
En otra ocasión, el
profesor salió a hacer compras patinando en medio de las calles de Broadway,
haciendo zigzag entre los autos y llevando un changuito con un casco que le
había regalado su hermano, para Navidad. Pero, a las tres cuadras, en una
equivocadísima maniobra, se estrelló contra una columna de alumbrado público y
comenzó a gritar:<<¡Quiero que venga mi mamá!>>.
Retornando a nuestro
protagonista, debemos decir que él era un joven calvo a causa del día que
Reagan se convirtió en presidente de los Estados Unidos. En esos tiempos, tenía
veinticuatro años de edad. En otra de las clases con su maestro, este lo retó
tanto que Williams destrozó el piano en mil pedazos al igual que todas las
partituras, con un hacha que había conseguido en el jardín de la casa. Luego de
tal cometido, cantó una marcha fúnebre, mientras que Parson buscaba una soga
para ahorcarse en el árbol más alto del patio.
A los dieciséis años,
Simons conoció a una jovencita que siempre vestía una túnica, atada con un
cinturón negro de gamuza, acompañada con sandalias de cuero marrón. Esto fue lo
que le atrajo a primera vista y decidió conocerla con más profundidad. Al
hacerlo, notó que poseía una inteligencia prodigiosa, una personalidad muy
persuasiva, deliciosa y sensual. A su vez, era muy culta y poseía un gran
sentido del humor. Un trauma la perseguía desde su infancia, cuando en una
pelea con su hermano mayor, sufrió un ataque cerebral cuando él le mostró una
foto de John Wayne desnudo.
La relación, entre ellos,
era cada vez más intensa. Ella lucía una piel de porcelana, cabello castaño,
piernas largas y una figura llena de curvas. Con todo esto, Simons se colocaba
un babero cuando le daba un beso o tocaba su cuerpo. En su primera relación
sexual, el joven pudo comprobar algo muy extraño. Antes de hacer el amor, ella
se comía un pomo de dentífrico y dos bananas. Luego, se sorprendió que estando
en la cama era una yarará. Lo hacían a oscuras porque ella le decía que la luz
del velador le arruinaba los lentes de contacto. De esta manera, él nunca pudo
apreciar su cuerpo desnudo. El caso es, que con esta exigencia, Williams se
mostraba conforme y satisfecho.
A pesar de todo, sus
amigos prefirieron presentarle otras mujeres. Su relación con Sharon terminó a
causa de que ella le regaló un libro de Stephen King. Al recibirlo, él lo tiró
desde el octavo piso, con tan mala fortuna que el ejemplar golpeó en la cabeza
de un anciano que circulaba por la vereda. El hombre quedó desmayado al
instante. Fue auxiliado, de forma urgente, por la gente que pasaba por allí. Al
volver en sí, y ver el libro al lado suyo, el anciano observó la tapa y
comentó:<<¡Justo este es el libro que me faltaba en mi colección privada
de King; no puedo creer que Dios me lo haya regalado desde el cielo!>>. Y
salió dando saltos de euforia, revoleando su bastón negro, ante la atónita
mirada de todos, incluso del propio Williams Simons.
Luego de esa fracasada
relación, el muchacho se sentía un desgraciado y muy solo, en el fondo de su
ser. Noches y noches de soledad le indujeron a reflexionar sobre la famosísima
relación de Elizabeth Taylor y Richard Burton. Fue ahí que comenzó a beber dos
botellas de vodka por día y a drogarse con cocaína.
Recordó el matrimonio
ejemplar de sus padres y se puso muy triste y muy melancólico cuando recordó la
primera vez que se masturbó, robándole una película pornográfica a su hermano
mayor. En consecuencia, decidió comenzar terapia con un psicólogo altamente
reconocido. Al relatarle lo que le pasaba, el Licenciado Queens llegó a una
conclusión clara:
-Usted padece una
neurosis leve. Creo que debe madurar más y sentar cabeza. Además, usted no es
ninguna belleza para que las mujeres anden detrás suyo.
Al escuchar esto, el
pianista, ofendidísimo e irritado, le partió una silla en la cabeza. Le robó
quinientos dólares mientras el profesional manoteaba el teléfono para llamar a
una prostituta.
Unos meses después,
Williams conoció a una estudiante de teatro. Podríamos decir que esta mujer le
cambió, momentáneamente, la vida. Su nombre era Marlene Currie. Era culta,
irónica, gran conocedora de la obra de Los Tres Chiflados y de la literatura
inglesa. La virtud deportiva que poseía era que era una excelente tiradora de
dardos. Al principio de la relación, juntos lograban proezas sexuales que
ríanse del kamasutra.
Una mañana, Simons estaba
desayunando un suculento guiso de lentejas y leyendo un cuento del Pato Donald.
Su pareja le preguntó de qué signo era en el zodíaco. Él se enfureció de tal
manera que le agarró un ataque de pánico, derribó la mesa y comenzó a aullar
como un lobo en celo. La relación comenzó a empeorar cuando, una tarde, él la
sorprendió leyendo el Rider’s Digest.
Williams sufrió otra
situación traumática, cuando quiso tener relaciones sexuales con una
prostituta. Al entrar al prostíbulo, tomó el ascensor y este se trabó en el
tercer piso. Como era claustrofóbico, le agarró un ataque que lo hizo saltar
durante las cuatro horas que permaneció encerrado. Se fracturó la mano
izquierda de tanto golpear el botón de la alarma. La madama y una de las
prostitutas lo liberaron de tal odisea. De ahí, corrió al hospital más cercano
mientras blasfemaba por su maldita suerte. Fue enyesado y el médico le recetó unos
calmantes para mitigar los fuertes dolores.
Al llegar a casa, le
mintió a Marlene, contándole que había sido objeto de un asalto y que le habían
robado la billetera vacía y una manzana verde que tenía en uno de sus
bolsillos. Ella le creyó y aceptó la historia con total ingenuidad.
Con el transcurrir de los
meses, él ya no la deseaba. Sintiéndose totalmente fracasado, contempló la
posibilidad del suicidio. Quiso tirarse del balcón.
Cuando saltó, rebotó en
el toldo de la verdulería y cayó parado, sin siquiera sufrir un rasguño. Al
contemplar los resultados, dio dos vueltas carnero y comenzó a chupar un hueso
que estaba tirado a su lado, También, probó con una escopeta comprada de
contrabando. Intentó dispararse en la sien. Pero en el momento de disparar, se
puso tan pálido y nervioso que su pulso falló y el disparo fue a parar al techo
al cual agujereó. Así, mató al caniche de su vecina del piso superior.
Finalmente, al desistir
de tales locuras y volver a querer a vivir la plenitud de la vida, conoció a una
azafata llamada Grace. Ella tenía una pierna ortopédica al sufrir un accidente
cuando pateó, sin querer una bocha de bowling. Era joven, tenía silueta lisa y
su acento mexicano le recordó las aventuras de Pancho Villa. De esta manera,
ella lo sedujo. Una noche, luego de salir del cine y haber visto dibujos
animados, ella le preguntó de qué signo del zodíaco era.
Maximiliano Reimondi
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