lunes, 5 de agosto de 2013

LITERATURA

Rayuela cumplió 50 años



Un 28 de junio de 1963 se editaba por primera vez una de las obras fundamentales de la lengua hispana: Rayuela , de Julio Cortázar. El aniversario número 50 fue acompañado de distintas actividades, homenajes y reediciones. Se cumple medio siglo de un libro distinto que abreva en la escritura experimental y que puede abordarse de diferentes maneras por parte del lector.
Alfaguara, la editorial que posee los derechos de la obra, ha publicado una edición conmemorativa limitada, que incluye un apéndice con textos donde Cortázar cuenta la historia de la novela. Según Alfaguara, esta reedición de Rayuela ya es uno los libros más vendidos en librerías, lo cual demuestra el interés de los lectores, que se renuevan generación tras generación.
¿De qué están hechas las letras de Rayuela?
Son letras líquidas, de vodka barato y Pernod, letras que no solo sirven al propósito de reconstruir el París de los años 60, sino que se deben a ese mismo imaginario y lo que contienen, en cada palabra de la obra del argentino –que es más bien belga, pues nació mientras su padre trabajaba en la embajada argentina en dicho país– resuenan ecos de licor, cigarro y poesía, pero, sobre todo, resuenan acordes de jazz.
¿Por qué jazz? En primer lugar Cortázar era un melómano consumado –con una predilección especial hacia el género de los saxofones–, de hecho su obra está plagada de guiños a este estilo de música. Su cuento El perseguidor, en el que realiza un retrato muy aproximado del jazzista norteamericano Charlie Parker, es uno de los mejores ejemplos. En segundo lugar, y quizás lo más importante, solo el jazz es capaz de cobijar el espíritu de las letras de Rayuela entre sus notas.
Patricio Goyalde, doctor en filología hispánica y director de la comisión gestora del Centro Superior de Música del País Vasco, en España, ilustra esta relación. “Cortázar siente una gran admiración por el género y el carácter de improvisación que en él ve reflejado, de hecho trata de trasladar este estilo de hacer música a su estilo de escritura”.
Estilo de escritura que en Rayuela encuentra el mejor escenario para su sublimación, a un compás casi dadaísta. Para Goyalde, la novela insigne del escritor argentino juega en el lindero de la escritura automática. “Para Cortázar, el proceso de escritura no se puede concebir sin un riesgo en la ejecución, sin ese margen de peligro que implica la aceptación de su posible imperfección, que a su vez es la condición para la conquista de los momentos absolutos”.
“El jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, algo que corre y se difunde... es la lluvia y el pan y la sal”, son los pensamientos de Oliveira, entre el trance y la consciencia, desparramado sobre la alfombra de un cuarto en el barrio latino de París, sede del club de la serpiente, la voz de Ma’ Rainey, interpretando Jelly Bean Blues, inunda el aire. Del capítulo 10 al 20, Rayuela es un decálogo de jazzistas clásicos, prueba no solo de la importancia del mismo en la novela, sino también de los amplios conocimientos de Cortázar del mundo musical.


                                                                         Maximiliano Reimondi

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