LITERATURA
Rayuela cumplió 50 años
Un 28 de junio de 1963 se editaba por primera vez una de las
obras fundamentales de la lengua hispana: Rayuela , de Julio Cortázar. El
aniversario número 50 fue acompañado de distintas actividades, homenajes y
reediciones. Se cumple medio siglo de un libro distinto que abreva en la
escritura experimental y que puede abordarse de diferentes maneras por parte
del lector.
Alfaguara, la editorial que posee los derechos de la obra,
ha publicado una edición conmemorativa limitada, que incluye un apéndice con
textos donde Cortázar cuenta la historia de la novela. Según Alfaguara, esta
reedición de Rayuela ya es uno los libros más vendidos en librerías, lo cual
demuestra el interés de los lectores, que se renuevan generación tras
generación.
¿De qué están hechas las letras de Rayuela?
Son letras líquidas, de vodka barato y Pernod, letras que no
solo sirven al propósito de reconstruir el París de los años 60, sino que se
deben a ese mismo imaginario y lo que contienen, en cada palabra de la obra del
argentino –que es más bien belga, pues nació mientras su padre trabajaba en la
embajada argentina en dicho país– resuenan ecos de licor, cigarro y poesía,
pero, sobre todo, resuenan acordes de jazz.
¿Por qué jazz? En primer lugar Cortázar era un melómano
consumado –con una predilección especial hacia el género de los saxofones–, de
hecho su obra está plagada de guiños a este estilo de música. Su cuento El
perseguidor, en el que realiza un retrato muy aproximado del jazzista
norteamericano Charlie Parker, es uno de los mejores ejemplos. En segundo
lugar, y quizás lo más importante, solo el jazz es capaz de cobijar el espíritu
de las letras de Rayuela entre sus notas.
Patricio Goyalde, doctor en filología hispánica y director
de la comisión gestora del Centro Superior de Música del País Vasco, en España,
ilustra esta relación. “Cortázar siente una gran admiración por el género y el
carácter de improvisación que en él ve reflejado, de hecho trata de trasladar
este estilo de hacer música a su estilo de escritura”.
Estilo de escritura que en Rayuela encuentra el mejor
escenario para su sublimación, a un compás casi dadaísta. Para Goyalde, la
novela insigne del escritor argentino juega en el lindero de la escritura
automática. “Para Cortázar, el proceso de escritura no se puede concebir sin un
riesgo en la ejecución, sin ese margen de peligro que implica la aceptación de
su posible imperfección, que a su vez es la condición para la conquista de los
momentos absolutos”.
“El jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o
transmigra, algo que corre y se difunde... es la lluvia y el pan y la sal”, son
los pensamientos de Oliveira, entre el trance y la consciencia, desparramado
sobre la alfombra de un cuarto en el barrio latino de París, sede del club de
la serpiente, la voz de Ma’ Rainey, interpretando Jelly Bean Blues, inunda el
aire. Del capítulo 10 al 20, Rayuela es un decálogo de jazzistas clásicos,
prueba no solo de la importancia del mismo en la novela, sino también de los
amplios conocimientos de Cortázar del mundo musical.
Maximiliano Reimondi
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