LOS ECONOMISTAS
En la
Argentina, hombres de negocios dedicados a comercializar información económica
hicieron tantos o más papelones que los economistas del Fondo Monetario
Internacional. Uno de los más notorios fue con el precio de la soja. En la
última mitad de 2011 pronosticaban la caída del valor de la oleaginosa. La
realidad lo desmintió.
En 2012, la
soja en el Mercado de Chicago alcanzó precios récords, hasta 655 dólares la
tonelada. Ese valor superó el máximo de 610 dólares del 3 de julio de 2008.
No existe
un solo tipo de economista. Los conocidos son aquellos que no ejercen de
economistas. Son hombres de negocios que se dedican a comercializar información
económica. Se dedican a la futurología abusando de la inocencia de la opinión
pública. En realidad, ejercen lobby, presionando. Sostienen un discurso que
exponen como técnico pero resulta fundamentalmente político e ideológico. La
economía no es una ciencia exacta como muchos de esos profesionales hacen creer
a la mayoría. Las recetas que ofrecen siempre son sencillas y prácticas con
resultados inmediatos y efectivos. Esas pócimas se bebieron en muchos países
con consecuencias sociolaborales desastrosas. Pero no se rinden y siguen con el
mismo libreto.
En el mundo
financiero no existe ninguna moral. Lo único que importa es multiplicar el
dinero infinitamente. La ambición desmedida es el motivo para entender el
comportamiento de inversores especulativos, financistas, banqueros y
empresarios. La lógica del funcionamiento del negocio financiero no tiene moral
ni ideología. Tienen impunidad, se trata de un negocio. Son contratados. Les
pagan sus honorarios, difunden sus pronósticos y después no reciben reclamos
por los resultados. Han travestido el trabajo del economista. Dicen qué va a
pasar en la economía. Eso es absurdo. Su tarea es adivinar el futuro como las
brujas, tarotistas y astrólogas.
Estos
mentirosos recorren medios de comunicación, despachos de bancos y empresas, y
llegan a ocupar puestos relevantes en gobiernos e instituciones financieras
internacionales. La omnipresencia en los medios de comunicación y en ámbitos
empresarios de esos sujetos, confunde, demora el análisis profundo de los
procesos económicos.
En los
últimos 10 años, se llenaron la boca con sentencias fulminantes que no se
verificaron, como la posibilidad de otro corralito, la inminencia de déficit
comercial por la caída de las exportaciones y los precios internacionales de
los commodities. También asustaron con despidos y suspensiones masivas. No hubo
año en que no hayan anunciado la inminencia de una crisis de proporciones. En
los hechos manifiestan limitaciones de la historia reciente y relacionarlos
desde el análisis económico con los procesos sociales, políticos y culturales.
Los
economistas neoliberales y la teoría ortodoxa se han convertido en una secta. Explican
sus fracasos en que la realidad no se ajusta a la teoría. Por eso los
pronósticos fallan, porque la economía no funciona como ellos piensan que
debería funcionar. La exageración de la situación, la sensación de caos y el
irremediable destino de futuro negro colabora para consolidar el poder
económico. La incertidumbre y el peligro a caer al precipicio son acentuados
por el constante mensaje de una crisis inminente. El miedo es el mejor
escenario para los poderes fácticos. Esos corruptos quieren la crisis para la
Argentina. Les conviene para proteger sus intereses. Lo único que les importa
es defender sus privilegios. Su dogma afirma que el poder político debe estar
al servicio de los economistas preferidos del establishment, con buena llegada
al mundo de los negocios globalizados y vínculo directo con el Fondo Monetario
Internacional. Nada debe hacerse para inquietar las corporaciones y a los
financistas internacionales. Por eso, para ellos, lo decisivo en un gobierno es elegir un
ministro de Economía que sea miembro del selecto club de los confiables para el
poder económico.
Maximiliano Reimondi
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