Sixto Palavecino
Sixto Doroteo Palavecino (Barrancas, Santiago del Estero,
Argentina, 31 de marzo de 1915 - Santiago del Estero, Argentina, 24 de abril de
2009)
El 31 de marzo del año 1915, el monte santiagueño de la
localidad de Barrancas, inserta en el departamento Salavina de la provincia
madre de la República Argentina, escuchó el grito de un gauchito que nacía en
un rancho de sus entrañas, con el que la familia Palavecino sumaba al fogón el
tercer hijo varón, había nacido Sixto Palavecino, el "qari" que
dedicaría su vida a la defensa del idioma quichua de sus ancestros, el que la
difundiría a través de la poesía y la música y en toda la dimensión cultural.
En la distribución familiar de las tareas campestres, a Sixto le hubo de tocar
el cuidado de las majadas, que a horas tempranas de cada día partían desde los
corrales hacia los lejanos pastizales, lugar donde permanecían hasta la caída
del sol, horas en que retomaban la senda de regreso, no sin antes pasar por los
pozos donde se baldeaba el brebaje.
En aquellos pastizales, el tiempo parecía viajar en una
pesada carreta. El niño miraba a ratos el sol para orientarse del horario de
regreso, mientras rondaba a su majada para evitar que se dispersara y los
posibles ataques del "daño", ellos son los carnívoros como el puma o
el zorro que acechaban al tierno cordero desde la espesura del monte.
Cada ronda era así como la ubre que amamantaba al niño en su
sapiencia campesina, que sin saberlo se preparaba para la gran misión difusora
de todas esas cosas nuestras ante el gran público que lo admiraría.
El bosque encontró en él al investigador de sus esencias
ocultas y la fauna se vio descubierta y estudiada en sus costumbres, vivencias
éstas que en su justo momento valieron para cazarla con total prescindencia de
armas, terreno en que se debaten la astucia del bicho con la inteligencia del
hombre, y más tarde para elevarla en graciosa comparación con las conductas del
hombre, tarea que solo pueden concretarla aquellos que observan con profundidad
y que cuentan con la suficiente imaginación para ensamblarlas armónicamente en
el escaso espacio de una estrofa.
De allí es que la conversación de Don Sixto es rica y
subyugante cuando narra las picardías del zorro o del "champi", las
estrategias de la iguana para hacerse del panal, las del gavilán para vulnerar
el caparazón del "pichi", los hábitos de las "ñanarcaj"
ataja caminos, de la lechuza o el gato montés, para dar algunos ejemplos. Fue
en esas largas horas en que la sangre-música de los Palavecino, comenzó a hacer
sentir en el niño que había llegado el momento de recurrir al instrumento.
Estas ansias no se concretaban por la férrea oposición de su madre que no veía
en los músicos la mejor ocupación y por ello lo privaba de acudir a los
instrumentos de la casa. Esta actitud no hizo claudicar las inquietudes del
"karisitu" –pastor- que flanquearía el obstáculo recurriendo a su
habilidad artesanal.
Comenzó con aquellas viejas maderas de una mesa en desuso a
moldear, con su inseparable facón, el violín que lo iniciaría en la música.
Aquel rústico violín que durante el día sorprendiera a los
habitantes nativos del monte, quienes de pronto "escucharon"
modificarse a su paisaje, y en el transcurso de la noche, formaba parte de los
misterios, escondido en el hueco de un quebracho blanco que le serviría de
estuche.
En esos escenarios montaraces, donde el rebaño pastaba bajo
su cuidado, hubo de nacer el actual "violinisto-sachero", tal como se
bautizara el protagonista para diferenciarse respetuosamente del músico
académico. Una noche el violín y su dueño visitaron la casa materna. La cena
concluyó y faltó coraje en el niño para presentar en familia su talento
desconocido y su violín no aceptado. Sobreponiéndose a sus temores y
apaciguando sus angustias, decidió enfrentar el momento, sorprendiendo a sus
mayores con el acorde de una chacarera.
El talento pudo más que la oposición, y es así como se
impuso a las adversidades que, como por arte de magia, se rindieron al alumno
del monte, quien traía en sus encantos la herencia otorgada a las generaciones
posteriores por San Francisco Solano en su paso por Santiago. Es así como tuvo
aceptación el músico y fue admirado el artesano.
A partir de allí, las veladas lugareñas danzaban al ritmo
del violín del artista de 10 años.
El tiempo lo fue perfeccionando y la pluma comenzó a
graficar sus sentimientos con la ayuda de numerosos músicos , como ser el
autodidacta y compositor santiagueño Oscar Segundo Carrizo como llajtaymanta
lloserani, y medio retobao, entre otros tantos , don Sixto que a la fecha suman
más de trescientos temas.
El monte santiagueño encontró el descriptor y los animales
se vieron desnudados en su astucia. Las obreras de la miel de palo parece que
le regalaron un panal a su espíritu, a juzgar por la dulzura de sus temas e
interpretaciones.
La precisión del afinado hizo pensar a muchos en pactos
salamanqueros, a punto que Fabio Zerpa en la revista "Cuarta
Dimensión" lo reporteó sobre estas presunciones. Otros, como el escritor
Emilio Breda, lo consideran egresado de la "Universidad del Monte";
pero lo cierto es que Don Sixto es un autodidacta de la música, un enamorado de
los instrumentos; y es ese gran amor el que lo dota de la suficiente voluntad
para perfeccionarse diariamente, innovando conocimientos y repertorios.
El año 1941 lo encuentra viviendo en Villa Salavina,
distante 25 kilómetros
de la localidad que lo vio nacer, constituido en matrimonio con Doña Argelia
del Carmen Monte, quien le brindó un varón y dos niñas que desde temprana edad
lo acompañaron en la conformación del conjunto "Sixto Palavecino y sus
hijos", el conjunto más duradero de los formados por el mismo, con el cual
ha de recorrer el país, representando a nuestra provincia y en los principales
escenarios y medios de difusión.
Con este conjunto, Don Sixto grabó, en el sello RCA-Víctor,
su primer doble duración para orgullo de los santiagueños, ya que para esa
época no eran muchos los representantes que alcanzaban esta distinción, lo cual
lo lanzaba al mercado nacional.
Sixto ingresó así al campo profesional de la música y hasta
1969 grabó tres dobles, reeditados por el éxito de la venta, convertidos ese
año en un larga duración.
El picaresco gatito "Agrede soy rizongón", lo
popularizó en esa época.
Las naturales obligaciones de sus hijos desvanecen la
actividad del conjunto. Don Sixto se aferró a su violín -hasta este momento
dirigía él mismo y ejecutaba el bandoneón- y se lanzó como solista.
La mayoría de sus temas serían una mixtura de "castilla
y quichua", "overitos" como él los llama, método tendiente a
facilitar al público la interpretación de las letras y sin duda, para ir
acostumbrando a los oídos a escuchar la lengua desterrada y oficialmente
prohibida, en estos momentos de la historia. Al pregonero del quichua y su
cultura no le basta la actividad que desarrollaba hasta el momento. Su espíritu
inquieto le indicaba que debía procurar un espectro de difusión más amplio,
pero la razón le advertía el duro camino a recorrer.
Es que la realidad puntualmente le demostraba en hechos los
grandes escollos a superar. Para entonces el Quichua se encontraba en vías de
extinción; el hablante sufría, ocultaba su lengua a consecuencia de la nefasta
prohibición gubernamental, que se extendía a la totalidad de las escuelas
provinciales como también a las dependientes de la Nación. El puntero bajaba
autoritario sobre el niño-quichua obligándolo a sustituir su idioma de origen
por el castellano y el sermón diario del maestro le iba haciendo sepultar su
lengua al punto de crearle la sensación de vergüenza y de subdesarrollo. El
mismo Sixto dirá, en una chacarera doble, en valiente testimonio de la censura
"Avergonzado vivía" para declarar, ya en el éxito de reivindicación,
quizás documentando la concientización popular, "Que cante en Quichua, me
dicen".
Así las cosas planteadas escuetamente, corría el año 1969
cuando Don Sixto se apersonó en la vieja emisora Radio del Norte de Santiago
del Estero –L.V. 11- ante el Director interino Don Alberto Pérez (Huesito), a
quien le expresara el alcance de sus deseos: pedía una audición quichua para la
difusión del idioma y de la cultura quichua; quería llegar a sus hermanos
quichuahablantes e indicarles el camino de la reivindicación; deseaba
fervientemente transmitir su propio orgullo a través de la onda radial y
propagar desde la cuna al país este verdadero sentimiento de identidad
nacional.
Don Alberto Pérez entendió el propósito y en valerosa y
patriótica decisión autorizó la iniciación de la misma que a la fecha ha
cumplido sus 26 años de audiciones ininterrumpidas.
Y es por esto, que en pleno reconocimiento de Don Sixto
Palavecino, el ciclo 1991 llevó el nombre del ex-director a quien además se le
hizo entrega de un pergamino de reconocimiento en claro testimonio a aquella
histórica decisión asumida.
Últimos días
En 2009 el estado de salud del poeta, músico y cantor no era
el mejor. Estuvo varias semanas que estaba internado en un instituto privado,
en el cual se lo atendía por sus problemas cardíacos.
El artista estaba con asistencia respiratoria mecánica,
internado en el área de Terapia Intensiva del Instituto Cardiológico en estado
delicado y con pronóstico reservado. Hace pocos días había sido sometido a una
cirugía en la que se le colocó un stent debido a dificultades cardiológicas que
afectaban su salud. Tras ello, una dolencia pulmonar complicó nuevamente su
estado, el cual se había tornado irreversible en las primeras horas de esta
jornada.
En el que fue el último parte médico de la salud de Don
Sixto, el Dr. Luis Orellana había explicado el desmejoramiento progresivo que
la salud del quichuista evidenció en las últimas 24 horas. A pesar de la
asistencia respiratoria, los órganos del artista dejaron de funcionar y habían
tornado irreversible el estado de salud.
La inesperada noticia se conoció el viernes 24 de abril de
2009 al mediodía. Sixto no pudo reponerse y falleció cerca de las 18 horas.
Maximiliano Reimondi
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