Alessandro Manzoni
Alessandro Francesco Tommaso Manzoni (Milán, 7 de marzo de
1785 – Milán, 22 de mayo de 1873)
Tras la separación de sus padres (su madre desde 1792
convive con el culto y riquísimo Carlo Imbonati, primero en Inglaterra, y luego
en Francia), Alessandro Manzoni entre 1790 y 1803 es educado en colegios
religiosos, primero con los padres somascos y más adelante con los barnabitas.
A pesar de no poder soportar esa encorsetada educación, de la que denunció las
limitaciones incluso disciplinarias, y a pesar de ser considerado un estudiante
perezoso, consigue con dichos estudios una buena formación clásica y buen gusto
literario. Con quince años desarrolla una sincera pasión por la poesía y
escribe dos meritorios sonetos. Su abuelo materno le enseñó a extraer
conclusiones rigurosas y universales a partir de la observación de la realidad.
El joven Manzoni vive entre 1803 y 1805 con el anciano don
Pietro, dedica mucho de su tiempo a las mujeres y a los juegos de azar, pero
consigue sin embargo moverse dentro del ambiente iluminista de la aristocracia
y la alta burguesía de Milán. La tendencia neoclásica de la época le inspira
las primeras experiencias poéticas, creadas bajo el influjo de Vincenzo Monti,
ídolo literario del momento. Pero más allá de éstos, Manzoni se inclina por
Giuseppe Parini, portavoz de las ideas iluministas y de las exigencias de
rearme moral de la sociedad. A este período corresponden El triunfo de la
libertad (Il trionfo della libertà), Adda, Los cuatro sermones (I quattro sermoni)
en los que se ve la influencia de Monti y de Parini, pero también los ecos de
Virgilio y Horacio.
En 1805 se reúne en Auteuil, con su madre, con la que pasa
dos años, a la vez que participa en el círculo literario de los llamados
ideólogos, movimiento filosófico del siglo XIX, entre los que tuvo bastantes
amigos, en especial Claude Fauriel (1772–1844), con el que supo de las teorías
de Voltaire. Alessandro se impregna de la cultura francesa, clásica en lo que
es el arte, pero escéptica y sensualista en filosofía y asiste a la evolución
del racionalismo hacia posiciones románticas. Este encuentro con Fauriel
(1772–1844), elaborador de las doctrinas románticas, es fundamental. Manzoni
mantendrá con él una duradera amistad. Gracias a él, Manzoni entra en contacto
con la estética romántica alemana, incluso antes de que Madame de Staël la
difunda en Italia.
Manzoni se sitúa a partir de entonces en la vía del realismo
romántico; sin embargo, nunca aceptará la convicción tanto del romanticismo
como de su amigo Fauriel de que la poesía tenga que ser la expresión ingenua
del alma, y no renunciará nunca, por lo tanto, al dominio intelectual del
sentimiento ni a una expresión formal controlada, característica de todo el
romanticismo italiano.
Entre 1806 y 1807, cuando estaba en Auteuil, apareció por
primera vez en público como poeta, con dos obras. La primera se titulaba
Urania, y era de estilo clásico. Más adelante, él mismo se convertiría en el
principal detractor de este estilo. En 1809, tras la publicación de Urania,
Manzoni declaró que nunca volvería a escribir versos como aquellos, uniéndose
de ese modo a la poética romántica, que decía que la poesía no debía destinarse
a una élite culta y refinada, sino que debía ser de interés general e
interpretar las aspiraciones e ideas de los lectores. La otra obra que presentó
en Auteuil, en cambio, era una elegía en verso libre, sobre la muerte del conde
Carlo Imbonati, de quien heredó, a través de su madre, un patrimonio
considerable, que incluía la casa de Brusuglio, que desde ese momento se
convirtió en su residencia principal.
En 1810, Manzoni, que ya era anticlerical como reacción a la
educación que había recibido, y más indiferente que agnóstico o ateo en cuanto
a la cuestión religiosa, se vuelve a aproximar a la Iglesia. En 1808, en Milán,
el escritor se había casado con la calvinista Henriette Blondel, hija de un
banquero ginebrino, en un matrimonio que resultó feliz. De vuelta a París, el
contacto con el sacerdote Eustachio Degola, genovés, jansenista lleva a ambos cónyuges
a abjurar en el caso de Henriette del calvinismo y en el de Manzoni a un
regreso a la práctica religiosa católica (1810).
Esta reconciliación con el catolicismo es el resultado de
largas meditaciones por parte del escritor; su alineamiento en la más estricta
ortodoxia (es decir, en la exigencia de atenerse rigurosamente a los dictados
de la Iglesia), muestra las influencias jansenistas, que le llevan a una severa
interpretación de la religión y de la moral católicas. El regreso a la fe fue
para Manzoni la consecuencia lógica y directa de la disolución, en los primeros
años del siglo XIX, del mito de la razón, concebida como fuente de juicio
perennemente válida y cierta, con lo que era necesario establecer un nuevo y
seguro fundamento para la moral.
Esta energía intelectual que siguió a su reconversión se
puede ver en sus Himnos sagrados (Inni sacri), una serie de versos de carácter
religioso, y un tratado sobre la moral católica, con la intención de compensar
su indiferencia anterior.
En 1818 se vio obligado a vender el patrimonio paterno
heredado, debido a unos reveses financieros debidos a un gestor deshonesto. En
el modo en que se comportó con los campesinos que habían contraído unas fuertes
deudas con él se pudo ver la generosidad que le caracterizaba. No sólo perdonó
todas las deudas, sino que les cedió el total de la cosecha de maíz.
En 1819 Manzoni publicó su primera tragedia, El Conde de
Carmañola (Il Conte di Carmagnola). Esta obra, al violar valientemente todas
las convenciones clásicas, suscitó una viva polémica. Un artículo publicado en
una importante revista literaria lo criticó con dureza, y fue precisamente
Goethe el que replicó defendiéndolo.
La muerte de Napoleón en 1821 inspiró a Manzoni la notable
composición lírica El cinco de mayo (Il cinque maggio). Los acontecimientos
políticos de ese año, junto al encarcelamiento de muchos de sus amigos,
hicieron mella en Manzoni, y el trabajo que llevó a cabo en ese período se
inspiró fundamentalmente en los estudios históricos, en los que buscó una
distracción, tras retirarse a Brusuglio. En el mismo año, escribió Marzo de
1821, una oda sobre la insurrección contra los austriacos.
Mientras tanto empezó a dar la forma a su novela Fermo e
Lucia, primera versión de Los novios (I promessi sposi), que completó en
septiembre de 1822. Tras la revisión que hicieron sus amigos, entre 1825 y
1827, se publicó a razón de un volumen por año. Esta obra consagró
definitivamente a Manzoni.
También en 1822, Manzoni publicó su segunda tragedia
Adelchi, que trata del derribo por parte de Carlomagno de la dominación
longobarda en Italia, y que contiene muchas alusiones veladas a la ocupación
austríaca.
A continuación, Manzoni reelaboró de modo laborioso Los
novios utilizando el italiano en su forma toscana, y en 1840 publicó esta
reescritura, junto a la obra La historia de la columna infame (La storia della
colonna infame), que retoma y desarrolla el tema de los ungidores y de la
peste, que ya había tenido una parte relevante en su novela anterior. También
escribió un breve tratado sobre la lengua italiana.
Los últimos años de la vida de Manzoni estuvieron marcados
por las desgracias. A la muerte de su mujer en 1833 siguieron las de varios de
sus hijos, entre ellos su primogénita Giulia, esposa de Massimo D'Azeglio, y la
de su madre. En 1837 se casó en segundas nupcias con Teresa Borri, viuda del
Conde Stampa. También sobrevivió Manzoni a esta segunda esposa. Sólo dos de los
nueve hijos que tuvo entre los dos matrimonios le sobrevivieron.
La muerte del mayor de los varones, Pier Luigi, el 28 de
abril de 1873, fue el golpe de gracia. Cayó enfermo inmediatamente y murió a
causa de una meningitis el 22 de mayo. Hubo una masiva participación en el
solemne funeral que se desarrolló en Milán, y a él acudieron las máximas personalidades
del Estado. En 1874 Giuseppe Verdi compuso la Misa de réquiem, en el
aniversario de su muerte, para honrar su memoria.
Cesare Cantù (1885), Angelo de Gubernatis (1879) y Arturo
Graf (1898) escribieron las primeras biografías de Manzoni. Algunas de las
cartas de Manzoni se publicaron por Giovanni Sforza en 1882. En el siglo XX,
destacó la reconstrucción, hecha con cartas familiares, de Natalia Ginzburg: La familia Manzoni.
Maximiliano Reimondi
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