martes, 8 de enero de 2013


Kafka en la orilla
de Haruki Murakami

Género: novela
Edición original en japonés (2002)




Sinopsis

Kafka Tamura se va de casa el día en que cumple quince años. La razón, si es que la hay, son las malas relaciones con su padre, un escultor famoso convencido de que su hijo habrá de repetir el aciago sino del Edipo de la tragedia clásica, y la sensación de vacío producida por la ausencia de su madre y su hermana, a quienes apenas recuerda porque también se marcharon de casa cuando era muy pequeño. El azar, o el destino, le llevarán al sur del país, a Takamatsu, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca y conocerá a una misteriosa mujer mayor, tan mayor que podría ser su madre, llamada Saeki.
Si sobre la vida de Kafka se cierne la tragedia (en el sentido clásico), sobre la de Satoru Nakata ya se ha abatido (en el sentido real): de niño, durante la segunda guerra mundial, sufrió un extraño accidente que lo marcaría de por vida. En una excursión escolar por el bosque, él y sus compañeros cayeron en coma; pero sólo Nakata salió con secuelas, sumido en una especie de olvido de sí, con dificultades para expresarse y comunicarse... salvo con los gatos. A los sesenta años, pobre y solitario, abandona Tokio tras un oscuro incidente y emprende un viaje que le llevará a la biblioteca de Takamatsu. Vidas y destinos se van entretejiendo en un curso inexorable que no atiende a razones ni voluntades. Pero a veces hasta los oráculos se equivocan.

Crítica: por Maximiliano Reimondi
Calificación: Muy buena

Todo lo que el argumento de la novela tiene de desfachatado, su estructura lo tiene de riguroso. En capítulos alternados con la terquedad de un metrónomo, la novela cuenta dos historias que nunca se cruzan, y que sin embargo –y éste es uno de los grandes temas del libro– se comunican de maneras inconscientes.
“El mundo es una metáfora”, dice un personaje; y la aclaración, en esta novela, es casi una redundancia. Sea como sea, la nueva novela es un producto típico de la factoría Murakami: en ella hay gatos, largas conversaciones sobre música y literatura –cátedras grandilocuentes que caminan en la cuerda floja de la pedantería o de la ingenuidad o de ambas cosas a la vez–, y personajes víctimas de perturbaciones pasadas y de masturbaciones presentes. Quien la lea entrará en esta novela osada, esquizofrénica y a veces conmovedora; quien no lo logre se quedará por fuera, repitiendo como la señorita Saeki: “El hecho de escribir ha sido importante. Aunque lo que haya escrito, como resultado, no tenga ningún sentido.” 

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