EL 1° DE MAYO EN ROSARIO
A los grandes revolucionarios y sus ideas, las
clases dominantes los sometieron a constantes persecuciones y a la muerte. Lo
mismo sucedió con el contenido de las fechas y los acontecimientos históricos,
que rememoran importantes logros de las clases oprimidas. Un claro ejemplo lo
constituye el “1° de Mayo”, que se ha intentado por todos los medios vaciarlo
de contenido de lucha, de reclamos, que tuviera en su origen, como Día de Lucha
Internacional de la Clase Obrera.
En la ciudad de Rosario, desde 1890 hasta la
actualidad nunca se dejó de conmemorar el 1° de mayo. Se lo hizo en las calles,
plazas, cines, teatros, escuelas, colegios, en la clandestinidad o en forma
festiva, violenta o pacífica, legal o ilegal, oficialmente o en la oposición;
con actos, marchas, obras de teatro, conferencias, festivales artísticos, misas
con bendiciones de herramientas, tratando de superar récords de producción,
competencias deportivas, etc. Lo protagonizaron desde sindicalistas de
distintas ideologías, anárquicas, socialistas, comunistas, peronistas,
radicales, hasta liberales, conservadores, demoprogresistas, como también los
integrantes de la Iglesia Católica, y los militares golpistas de las distintas
épocas.
La
migración fue promovida por la Constitución Nacional de 1853, fue reglamentada
con leyes especiales y auspiciada por una red de instituciones diseminadas en
Europa y en el país. La Argentina ocupó el segundo lugar entre los países
receptores de población europea, detrás de los Estados Unidos y delante de países como Canadá, Brasil y Australia,
absorbiendo el 11 % de la inmigración europea neta.
Los
extranjeros se distribuyeron en el país de manera desigual. Una gran proporción
de los inmigrantes de ultramar que llegaron al puerto de Buenos Aires se
instalaron en dicha ciudad formando una parte importante del rápido crecimiento
de la capital, que absorbió cerca de un tercio del total de afluencia europea,
otros se concentraron en las provincias de la región pampeana, en algunas
provincias del litoral y de Cuyo, o en ciudades como Rosario.
Fomentada
con el propósito de poblar el campo y la necesidad de mano de obra, la llegada
se hizo masiva a partir de 1880, en un momento en que se cerraba el acceso a la
propiedad de la tierra, repartida en la provincia de Buenos Aires en grandes
latifundios, unos pocos lo lograron en la provincia de Santa Fe y Entre Ríos.
Quedaba para los que se dirigían al campo sólo las funciones de arrendatarios,
empleados, comerciantes o simplemente peones.
En 1883, se
instalaron los primeros frigoríficos argentinos, que al cabo de poco tiempo
fueron superados por los que se crearon con capitales británicos y
norteamericanos para servir a las demandas del mercado inglés. Mientras tanto,
la producción de cereales comenzó a exceder los niveles del consumo interno y
se pudo empezar a exportarlos con tal intensidad que en el quinquenio
comprendido entre 1900 y 1904 las cifras del comercio exterior revelaron una
equivalencia entre la exportación de productos ganaderos y de productos
agrícolas, cuando veinte años antes la ganadería superaba trece veces el
volumen de la agricultura.
Desde 1890,
más del 80 % del negocio del ferrocarril se hallaba en manos del capital
privado, que casi en su totalidad era de origen británico. Los ferrocarriles
contribuyeron de modo decisivo a la revolución agropecuaria, y fueron
beneficiarios privilegiados de la riqueza que ésta producía. Las líneas férreas
crecieron durante esos años a un ritmo acelerado, y fue producto de una
combinación de intereses entre los capitales ingleses y los terratenientes, que
veían como a su paso aumentaba el valor de sus tierras. El diseño del trazado,
quedó en un principio restringido a la zona de producción agroganadera.
Los ingentes
gastos fiscales que demandó la aceleración del cambio económico, la
construcción de los puertos, de los ferrocarriles, de los edificios públicos,
fueron alterando la estabilidad monetaria del país, sumado a la inflación en
crecimiento, a la arbitrariedad de los créditos bancarios, y una creciente
especulación con los valores de la tierra, fueron planteando un cuadro de
crisis, que se intentó resolver con una nueva ley monetaria, la cual no evitó
que continuara la emisión de papel moneda.
De esa manera,
el crecimiento y desarrollo acelerado se vio afectado por la crisis económica,
social y política de 1890. Fue motivada por el desmedido emisionismo sin
respaldo, la inconvertibilidad de la moneda, una balanza de pagos desfavorable,
la insuficiente producción del país (sólo se exportaba cueros, carne y
cereales), a lo que sumó, producto de la crisis europea una baja de los precios
de los productos agropecuarios, agregándose a todo ello la corrupción
administrativa. Los efectos no se hicieron esperar, se devaluó la moneda,
creció la inflación, el gasto público, la especulación, y el endeudamiento.
La Organización del 1° de Mayo de 1890
La difusión
de las ideas anarquistas y socialistas habían comenzado luego de la segunda
mitad del siglo XIX, y hacia 1878 los tipógrafos crean su sindicato y
protagonizaron la primera huelga por aumentos de salario y por la reducción de
la jornada de trabajo. En la década del 80, se conformaron varias sociedades
obreras, como carpinteros y ebanistas (1885), panaderos (1886), maquinistas y
fogoneros (1887), y ya en 1895 había en el país más de cincuenta sindicatos,
pero no todos fueron reconocidos ni por los patrones ni por el Estado. Entre
1889 y 1890 se dio una avalancha de huelgas, por la caída del salario debido a
la devaluación de la moneda, y algunas organizaciones obreras exigieron el pago
de sus salarios en oro.
Hacia la
última década del siglo XIX, en Rosario existían distintos agrupamientos
gremiales, mutuales, que estaban integradas por ladrilleros, ebanistas, estibadores,
alpargateros, mosaistas, talabarteros, panaderos, albañiles, pintores,
carpinteros, sastres, fideeros, constructores de carruajes, marmolistas,
cocheros, etc. Los obreros que las conformaban ya habían protagonizado
distintas huelgas reclamando por la reducción de la jornada laboral, mejoras
salariales y el reconocimiento de sus organizaciones.
Antes de
1890, se produjeron pedidos de mejoras salariales de los conductores de coches
y tipógrafos, mientras que al conformarse el gremio de los trabajadores
panaderos, este puso en circulación el periódico “El Obrero Panadero”, dirigido
por el anarquista Francisco Berri, colaborando activamente Virginia Bolten.
Mientras que en 1887 los ferroviarios crearon “La Fraternidad”, y al año
siguiente se produjo la primera huelga del gremio, a principio de enero por la
detención del maquinista Smith, que era acusado de atropellar a una persona en
el trayecto a Buenos Aires. Exigieron la libertad y el traslado hasta Rosario
del obrero arrestado; posteriormente la empresa se hizo eco del pedido,
fletando un tren especial para trasladarlo. La segunda huelga, tuvo lugar el 8
de febrero de 1888, a
un mes de la anterior, y esta vez el reclamo fue por ocho horas de trabajo y
aumento de salarios.
Varios
gremios se sumaron a los reclamos, y a los pocos días, el 14 de febrero al
fundarse el Sindicato de Obreros y Mozos de Confiterías y Establecimientos de
Diversión de Rosario, sus miembros declararon la huelga por aumentos de los
salarios.
Otro
conflicto que conmovió a la ciudad, se produjo en 1889, cuando los empleados de
la Empresa Tranwy Anglo Argentina, perteneciente a Mister Ross, el 12 de
septiembre declararon el paro, y se sumaron al conflicto en una huelga
solidaria los obreros de las empresas de los muelles y depósitos de gas. Hacia
fin de año, fueron las costureras las que se declararon en paro, integrando la
comisión de huelga Blanca Stella, Bonoria Dipitilli y Matilde Magard.
Entre los
activistas gremiales había tanto anarquistas como socialistas, algunos de ellos
españoles, italianos y franceses. Precisamente algunos de estos últimos,
partícipes del primer gobierno obrero, en la Comuna de París en 1871. Todos los
años, se recordaba esa gesta proletaria, y las crónicas registran que el 21 de
marzo de 1888, para el 17 Aniversario de la misma, se organizó un importante
acto en la Plaza López, con una posterior manifestación por las calles
céntricas. Ya en 1893, la policía registró el primer proceso contra una
organización anarquista.
Entre otras
de las actividades realizadas estuvo la publicación de varios periódicos
obreros. Las publicaciones obreras que surgieron en Rosario en esos años
estuvieron El Artesano (1885), El Fénix (1886), El Obrero Panadero (1888),
Demoliano (1893, escrito en castellano e italiano); también se editó La Voz de
la Mujer, dirigido por Virginia Bolten, María Calvia y Teresa Marchisio.
Posteriormente, se publicaron La Tribuna del Trabajo, La Federación Obrera, La
Libre Iniciativa, La Verdad, Ciencia y Progreso.
Mientras
tanto, anarquistas y socialistas se reunían en el café “La Vieja Bastilla” o
“La Bastila” en calle Rioja entre Libertad (actual Sarmiento) y Progreso
(actual Mitre), en donde funcionaba un ateneo de internacionalistas franceses,
italianos, alemanes, austríacos y españoles.
Además,
distintos militantes gremiales y políticos, se congregaban en un local de calle
Santa Fe, entre Maipú y San Martín, y el 23 de abril de 1890 resolvieron crear
una Sección de la Asociación Internacional de Trabajadores, y enviar una nota
adhiriendo al Congreso Obrero y Socialista de París.
Conocidas
las actividades que se desarrollaban en Buenos Aires, y una vez recibida la
invitación para concurrir a la convocatoria del Club Worwarts, para la
organización de la jornada internacional de protesta, los activistas internacionalistas
que se habían agrupado en la denominada “Asamblea Internacional de Rosario”,
reunidos en el café “La Bastilla” designaron a Virginia Bolten y Rómulo Ovidi,
para representarlos. Por otra parte el periódico editado en la ciudad “El Obrero
Panadero”, publicó el llamado del Comité Internacional de Buenos Aires para la
difusión de los actos programados para el 1° de mayo de 1890.
Las
reuniones se sucedían, concurriendo entre otros Rómulo Ovidi, Virginia Bolten,
Francisco Berri, Domingo Lodi, Juan Ibaldi, Guillermo Schutlze, Alfonso Jullen,
Rafael Torrent, Teresa Marchisio, María Calvia, Paulino Pallas. La policía que
vigilaba a quienes asistían a las tertulias, en uno de sus informes advirtió al
gobierno provincial que “se habían
incrementado las reuniones de los gringos extravagantes que usan corbata negra
y moño volador”. El día previo al gran acto fue detenida Virginia Bolten
por distribuir el manifiesto del Comité Internacional de Buenos Aires, y el
sumario policial destacó que “fue demorada
por distribuir propaganda anarquista ante los trabajadores de la Refinería
Argentina, atentando contra el orden social existente”. El gobernador dio
instrucciones de no molestar a los
obreros.
La plaza
López fue el lugar elegido para la concentración, y ese día, desde las 11 hs.,
los manifestantes se fueron acercando al lugar, portando carteles “negros con
letras rojas”, uno de ellos con esta inscripción “1° de Mayo de
1890-Fraternidad Obrera Universal”. La columna de 1.000 manifestantes, partió
“custodiada por seis bomberos a caballo con sus flamantes remington”, y debió
cambiar el recorrido original debido a la lluvia y lo hizo “por la calle
Comercio (actual Laprida) hasta Mendoza, luego tomaron por la calle Buenos
Aires y desde allí hasta la plaza 25 de Mayo, cuyos contornos recorrieron
Córdoba, San Martín, San Luis, Entre Ríos, hasta Urquiza”, y se congregaron en
la quinta Hutteiman (que era usada por los circos que visitaban la ciudad, las
crónicas destacan que el último fue el Frank Brow). En ese sitio diversos
oradores, expresaron las demandas proletarias en varios idiomas. Para algunos
investigadores fueron siete los disertantes, entre ellos Domingo Lodi, Juan
Ibaldi, Guillermo Schutlze, Alfonso Jullen, Rafael Torrent, Paulino Pallas y
Virginia Bolten.
Posteriormente,
la columna se dirigió al café “La
Bastilla”, para celebrar y brindar por el acontecimiento. Se resolvió conformar
un Comité Provisorio, quedando constituido en dicho bar para recibir adhesiones
y que se organizaran comités por nacionalidades enviándose a Buenos Aires el
siguiente telegrama:
“Al Comité Internacional de Buenos Aires, Comercio
880: los obreros de Rosario reunidos en números de 1.000 festejamos el 1° de
Mayo. Orden del día: Solidaridad con el Congreso Internacional Obreo. Tiempo
malo. Demostración imponente. Orden, tranquilidad y animación. Comité
provisorio”.
De esa
manera, el proletariado de Rosario, protagonizó la primera gran manifestación
de su historia, congregando a 1.000 personas, una cifra considerable para la época,
por la cantidad de habitantes de la ciudad. Ese día, en nuestro país, se
realizaron otros tres actos. El más numeroso e importante se hizo en Buenos
Aires, donde 3.000 personas asistieron al Prado Español, mientras que en
Chivilcoy y Bahía Blanca los trabajadores ganaron las calles con sus reclamos.
Pasados los
actos y las manifestaciones del 1° de Mayo de 1890, durante toda la década del
90 se multiplicaron las sociedades gremiales y las huelgas, lo cual intensificó
la necesidad de conformar una federación que unificase y representase a la
totalidad del proletariado. El Comité Internacional surgido tras aquel día
histórico, constituyó la primera central: la Federación de Trabajadores de la
República Argentina. Además de los objetivos de la reducción de la jornada de
trabajo a ocho horas, el descanso semanal, planteó la abolición de la propiedad
privada de los medios de producción y la conquista del poder político. Con la
crisis, vino la desocupación y el reflujo de las protestas. Dentro del movimiento obrero se
fue dando un enfrentamiento cada vez más intransigente entre socialistas y
anarquistas, lo cual abortó las tentativas de crear federaciones obreras, en
forma conjunta.
Fuente
Libro
*Ceruti,
Leonidas. “Historia del 1° de Mayo en Rosario (1890-2000)”. Ediciones La
Comuna. 2002. Rosario.
Maximiliano Reimondi
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