lunes, 6 de mayo de 2013


                                                EL 1° DE MAYO EN ROSARIO


                                                                       






A los grandes revolucionarios y sus ideas, las clases dominantes los sometieron a constantes persecuciones y a la muerte. Lo mismo sucedió con el contenido de las fechas y los acontecimientos históricos, que rememoran importantes logros de las clases oprimidas. Un claro ejemplo lo constituye el “1° de Mayo”, que se ha intentado por todos los medios vaciarlo de contenido de lucha, de reclamos, que tuviera en su origen, como Día de Lucha Internacional de la Clase Obrera.
En la ciudad de Rosario, desde 1890 hasta la actualidad nunca se dejó de conmemorar el 1° de mayo. Se lo hizo en las calles, plazas, cines, teatros, escuelas, colegios, en la clandestinidad o en forma festiva, violenta o pacífica, legal o ilegal, oficialmente o en la oposición; con actos, marchas, obras de teatro, conferencias, festivales artísticos, misas con bendiciones de herramientas, tratando de superar récords de producción, competencias deportivas, etc. Lo protagonizaron desde sindicalistas de distintas ideologías, anárquicas, socialistas, comunistas, peronistas, radicales, hasta liberales, conservadores, demoprogresistas, como también los integrantes de la Iglesia Católica, y los militares golpistas de las distintas épocas.

La migración fue promovida por la Constitución Nacional de 1853, fue reglamentada con leyes especiales y auspiciada por una red de instituciones diseminadas en Europa y en el país. La Argentina ocupó el segundo lugar entre los países receptores de población europea, detrás de los Estados Unidos y delante  de países como Canadá, Brasil y Australia, absorbiendo el 11 % de la inmigración europea neta.
Los extranjeros se distribuyeron en el país de manera desigual. Una gran proporción de los inmigrantes de ultramar que llegaron al puerto de Buenos Aires se instalaron en dicha ciudad formando una parte importante del rápido crecimiento de la capital, que absorbió cerca de un tercio del total de afluencia europea, otros se concentraron en las provincias de la región pampeana, en algunas provincias del litoral y de Cuyo, o en ciudades como Rosario.
Fomentada con el propósito de poblar el campo y la necesidad de mano de obra, la llegada se hizo masiva a partir de 1880, en un momento en que se cerraba el acceso a la propiedad de la tierra, repartida en la provincia de Buenos Aires en grandes latifundios, unos pocos lo lograron en la provincia de Santa Fe y Entre Ríos. Quedaba para los que se dirigían al campo sólo las funciones de arrendatarios, empleados, comerciantes o simplemente peones.
En 1883, se instalaron los primeros frigoríficos argentinos, que al cabo de poco tiempo fueron superados por los que se crearon con capitales británicos y norteamericanos para servir a las demandas del mercado inglés. Mientras tanto, la producción de cereales comenzó a exceder los niveles del consumo interno y se pudo empezar a exportarlos con tal intensidad que en el quinquenio comprendido entre 1900 y 1904 las cifras del comercio exterior revelaron una equivalencia entre la exportación de productos ganaderos y de productos agrícolas, cuando veinte años antes la ganadería superaba trece veces el volumen de la agricultura.
Desde 1890, más del 80 % del negocio del ferrocarril se hallaba en manos del capital privado, que casi en su totalidad era de origen británico. Los ferrocarriles contribuyeron de modo decisivo a la revolución agropecuaria, y fueron beneficiarios privilegiados de la riqueza que ésta producía. Las líneas férreas crecieron durante esos años a un ritmo acelerado, y fue producto de una combinación de intereses entre los capitales ingleses y los terratenientes, que veían como a su paso aumentaba el valor de sus tierras. El diseño del trazado, quedó en un principio restringido a la zona de producción agroganadera.
Los ingentes gastos fiscales que demandó la aceleración del cambio económico, la construcción de los puertos, de los ferrocarriles, de los edificios públicos, fueron alterando la estabilidad monetaria del país, sumado a la inflación en crecimiento, a la arbitrariedad de los créditos bancarios, y una creciente especulación con los valores de la tierra, fueron planteando un cuadro de crisis, que se intentó resolver con una nueva ley monetaria, la cual no evitó que continuara la emisión de papel moneda.
De esa manera, el crecimiento y desarrollo acelerado se vio afectado por la crisis económica, social y política de 1890. Fue motivada por el desmedido emisionismo sin respaldo, la inconvertibilidad de la moneda, una balanza de pagos desfavorable, la insuficiente producción del país (sólo se exportaba cueros, carne y cereales), a lo que sumó, producto de la crisis europea una baja de los precios de los productos agropecuarios, agregándose a todo ello la corrupción administrativa. Los efectos no se hicieron esperar, se devaluó la moneda, creció la inflación, el gasto público, la especulación, y el endeudamiento.

La Organización del 1° de Mayo de 1890

La difusión de las ideas anarquistas y socialistas habían comenzado luego de la segunda mitad del siglo XIX, y hacia 1878 los tipógrafos crean su sindicato y protagonizaron la primera huelga por aumentos de salario y por la reducción de la jornada de trabajo. En la década del 80, se conformaron varias sociedades obreras, como carpinteros y ebanistas (1885), panaderos (1886), maquinistas y fogoneros (1887), y ya en 1895 había en el país más de cincuenta sindicatos, pero no todos fueron reconocidos ni por los patrones ni por el Estado. Entre 1889 y 1890 se dio una avalancha de huelgas, por la caída del salario debido a la devaluación de la moneda, y algunas organizaciones obreras exigieron el pago de sus salarios en oro.
Hacia la última década del siglo XIX, en Rosario existían distintos agrupamientos gremiales, mutuales, que estaban integradas por ladrilleros, ebanistas, estibadores, alpargateros, mosaistas, talabarteros, panaderos, albañiles, pintores, carpinteros, sastres, fideeros, constructores de carruajes, marmolistas, cocheros, etc. Los obreros que las conformaban ya habían protagonizado distintas huelgas reclamando por la reducción de la jornada laboral, mejoras salariales y el reconocimiento de sus organizaciones.
Antes de 1890, se produjeron pedidos de mejoras salariales de los conductores de coches y tipógrafos, mientras que al conformarse el gremio de los trabajadores panaderos, este puso en circulación el periódico “El Obrero Panadero”, dirigido por el anarquista Francisco Berri, colaborando activamente Virginia Bolten. Mientras que en 1887 los ferroviarios crearon “La Fraternidad”, y al año siguiente se produjo la primera huelga del gremio, a principio de enero por la detención del maquinista Smith, que era acusado de atropellar a una persona en el trayecto a Buenos Aires. Exigieron la libertad y el traslado hasta Rosario del obrero arrestado; posteriormente la empresa se hizo eco del pedido, fletando un tren especial para trasladarlo. La segunda huelga, tuvo lugar el 8 de febrero de 1888, a un mes de la anterior, y esta vez el reclamo fue por ocho horas de trabajo y aumento de salarios.
Varios gremios se sumaron a los reclamos, y a los pocos días, el 14 de febrero al fundarse el Sindicato de Obreros y Mozos de Confiterías y Establecimientos de Diversión de Rosario, sus miembros declararon la huelga por aumentos de los salarios.
Otro conflicto que conmovió a la ciudad, se produjo en 1889, cuando los empleados de la Empresa Tranwy Anglo Argentina, perteneciente a Mister Ross, el 12 de septiembre declararon el paro, y se sumaron al conflicto en una huelga solidaria los obreros de las empresas de los muelles y depósitos de gas. Hacia fin de año, fueron las costureras las que se declararon en paro, integrando la comisión de huelga Blanca Stella, Bonoria Dipitilli y Matilde Magard.
Entre los activistas gremiales había tanto anarquistas como socialistas, algunos de ellos españoles, italianos y franceses. Precisamente algunos de estos últimos, partícipes del primer gobierno obrero, en la Comuna de París en 1871. Todos los años, se recordaba esa gesta proletaria, y las crónicas registran que el 21 de marzo de 1888, para el 17 Aniversario de la misma, se organizó un importante acto en la Plaza López, con una posterior manifestación por las calles céntricas. Ya en 1893, la policía registró el primer proceso contra una organización anarquista.
Entre otras de las actividades realizadas estuvo la publicación de varios periódicos obreros. Las publicaciones obreras que surgieron en Rosario en esos años estuvieron El Artesano (1885), El Fénix (1886), El Obrero Panadero (1888), Demoliano (1893, escrito en castellano e italiano); también se editó La Voz de la Mujer, dirigido por Virginia Bolten, María Calvia y Teresa Marchisio. Posteriormente, se publicaron La Tribuna del Trabajo, La Federación Obrera, La Libre Iniciativa, La Verdad, Ciencia y Progreso.
Mientras tanto, anarquistas y socialistas se reunían en el café “La Vieja Bastilla” o “La Bastila” en calle Rioja entre Libertad (actual Sarmiento) y Progreso (actual Mitre), en donde funcionaba un ateneo de internacionalistas franceses, italianos, alemanes, austríacos y españoles.
Además, distintos militantes gremiales y políticos, se congregaban en un local de calle Santa Fe, entre Maipú y San Martín, y el 23 de abril de 1890 resolvieron crear una Sección de la Asociación Internacional de Trabajadores, y enviar una nota adhiriendo al Congreso Obrero y Socialista de París.
Conocidas las actividades que se desarrollaban en Buenos Aires, y una vez recibida la invitación para concurrir a la convocatoria del Club Worwarts, para la organización de la jornada internacional de protesta, los activistas internacionalistas que se habían agrupado en la denominada “Asamblea Internacional de Rosario”, reunidos en el café “La Bastilla” designaron a Virginia Bolten y Rómulo Ovidi, para representarlos. Por otra parte el periódico editado en la ciudad “El Obrero Panadero”, publicó el llamado del Comité Internacional de Buenos Aires para la difusión de los  actos programados  para el 1° de mayo de 1890.
Las reuniones se sucedían, concurriendo entre otros Rómulo Ovidi, Virginia Bolten, Francisco Berri, Domingo Lodi, Juan Ibaldi, Guillermo Schutlze, Alfonso Jullen, Rafael Torrent, Teresa Marchisio, María Calvia, Paulino Pallas. La policía que vigilaba a quienes asistían a las tertulias, en uno de sus informes advirtió al gobierno provincial que “se habían incrementado las reuniones de los gringos extravagantes que usan corbata negra y moño volador”. El día previo al gran acto fue detenida Virginia Bolten por distribuir el manifiesto del Comité Internacional de Buenos Aires, y el sumario policial destacó que “fue demorada por distribuir propaganda anarquista ante los trabajadores de la Refinería Argentina, atentando contra el orden social existente”. El gobernador dio instrucciones de no molestar a los  obreros.
La plaza López fue el lugar elegido para la concentración, y ese día, desde las 11 hs., los manifestantes se fueron acercando al lugar, portando carteles “negros con letras rojas”, uno de ellos con esta inscripción “1° de Mayo de 1890-Fraternidad Obrera Universal”. La columna de 1.000 manifestantes, partió “custodiada por seis bomberos a caballo con sus flamantes remington”, y debió cambiar el recorrido original debido a la lluvia y lo hizo “por la calle Comercio (actual Laprida) hasta Mendoza, luego tomaron por la calle Buenos Aires y desde allí hasta la plaza 25 de Mayo, cuyos contornos recorrieron Córdoba, San Martín, San Luis, Entre Ríos, hasta Urquiza”, y se congregaron en la quinta Hutteiman (que era usada por los circos que visitaban la ciudad, las crónicas destacan que el último fue el Frank Brow). En ese sitio diversos oradores, expresaron las demandas proletarias en varios idiomas. Para algunos investigadores fueron siete los disertantes, entre ellos Domingo Lodi, Juan Ibaldi, Guillermo Schutlze, Alfonso Jullen, Rafael Torrent, Paulino Pallas y Virginia Bolten.
Posteriormente, la columna se dirigió al café  “La Bastilla”, para celebrar y brindar por el acontecimiento. Se resolvió conformar un Comité Provisorio, quedando constituido en dicho bar para recibir adhesiones y que se organizaran comités por nacionalidades enviándose a Buenos Aires el siguiente telegrama:

“Al Comité Internacional de Buenos Aires, Comercio 880: los obreros de Rosario reunidos en números de 1.000 festejamos el 1° de Mayo. Orden del día: Solidaridad con el Congreso Internacional Obreo. Tiempo malo. Demostración imponente. Orden, tranquilidad y animación. Comité provisorio”.

De esa manera, el proletariado de Rosario, protagonizó la primera gran manifestación de su historia, congregando a 1.000 personas, una cifra considerable para la época, por la cantidad de habitantes de la ciudad. Ese día, en nuestro país, se realizaron otros tres actos. El más numeroso e importante se hizo en Buenos Aires, donde 3.000 personas asistieron al Prado Español, mientras que en Chivilcoy y Bahía Blanca los trabajadores ganaron las calles con sus reclamos.
Pasados los actos y las manifestaciones del 1° de Mayo de 1890, durante toda la década del 90 se multiplicaron las sociedades gremiales y las huelgas, lo cual intensificó la necesidad de conformar una federación que unificase y representase a la totalidad del proletariado. El Comité Internacional surgido tras aquel día histórico, constituyó la primera central: la Federación de Trabajadores de la República Argentina. Además de los objetivos de la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas, el descanso semanal, planteó la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la conquista del poder político. Con la crisis, vino la desocupación y el reflujo de las  protestas. Dentro del movimiento obrero se fue dando un enfrentamiento cada vez más intransigente entre socialistas y anarquistas, lo cual abortó las tentativas de crear federaciones obreras, en forma conjunta.


Fuente

Libro

*Ceruti, Leonidas. “Historia del 1° de Mayo en Rosario (1890-2000)”. Ediciones La Comuna. 2002. Rosario.



                                                   Maximiliano Reimondi

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