Manuel Belgrano
(1770-1820)
Autor: Felipe Pigna
Manuel Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770.
El joven Belgrano estudió en el Colegio de San Carlos y luego en las
Universidades de Salamanca y Valladolid (España). En 1793 Belgrano se recibió
de abogado y ese mismo año, ya en Buenos Aires, fué designado a los 23 años
como primer secretario del Consulado. Desde allí se propuso fomentar la
educación y capacitar a la gente para que aprendiera oficios y pudiera
aplicarlos en beneficio del país. Creó escuelas de Dibujo, de Matemáticas y
Náutica. En 1806 durante las invasiones inglesas, se incorporó a las milicias
criollas para defender la ciudad. A partir de entonces, compartirá su pasión
por la política y la economía con una carrera militar que no lo entusiasmaba
demasiado. Pensaba que podía ser más útil aplicando sus amplios conocimientos
económicos y políticos. Cumplió un rol protagónico en la Revolución de Mayo y
fue nombrado vocal. Se le encomendó la expedición al Paraguay. En su transcurso
creó la bandera el 27 de febrero de 1812. En el Norte encabezó el heroico éxodo
del pueblo jujeño y logró las grandes victorias de Tucumán (24-9-1812) y Salta
(20-2-1813). Luego vendrán las derrotas de Vilcapugio (1-10-1813) y Ayohuma
(14-11-1813) y su retiro del Ejército del Norte. En 1816 participará
activamente en el Congreso de Tucumán.
Como premio por los triunfos de Tucumán y Salta, la Asamblea
del Año XIII le otorgó a Belgrano 40.000 pesos oro. Don Manuel lo destinará a
la construcción de cuatro escuelas públicas ubicadas en Tarija, Jujuy, Tucumán
y Santiago del Estero. Belgrano redactó además un moderno reglamento para estas
escuelas que decía, por ejemplo, en su artículo primero que el maestro de
escuela debe ser bien remunerado por ser su tarea de las más importantes de las
que se puedan ejercer. Pero lamentablemente, el dinero donado por Belgrano fue
destinado por el Triunvirato y los gobiernos sucesivos a otras cosas y las
escuelas nunca se construyeron.
20 de junio de 1820 -
Día de la Bandera-
El 20 de junio de 1820 moría en Buenos Aires Manuel Belgrano
en la pobreza extrema, asolado por la guerra civil. Además de ser el creador de
la bandera, Belgrano fue uno de los más notables economistas argentinos,
precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación popular, la
industria nacional y la justicia social, entre otras muchas cosas. Las ideas
innovadoras de Belgrano quedarán reflejadas en sus informes anuales del
Consulado. Hemos elegido para recordarlo en esta fecha una de sus preocupaciones
centrales en materia económica: el fomento de la agricultura y de la industria.
Fuente: Felipe Pigna - Los Mitos de la Historia Argentina,
Buenos Aires, Norma. 2004
Belgrano desconfiaba de la riqueza fácil que prometía la
ganadería porque daba trabajo a muy poca gente, no desarrollaba la inventiva,
desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas
manos. Su obsesión era el fomento de la agricultura y la industria.
El secretario del Consulado proponía proteger mediante la
subvención las artesanías e industrias locales. Consideraba que “la importación
de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al
progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una
nación”. En Memoria al Consulado 1802 presentó todo un alegato industrialista:
“Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de
sus estados a manufacturarse, y todo su empeño es conseguir, no sólo darles
nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y
después venderlas”. Y más tarde insistiría: “Ni la agricultura ni el comercio
serían casi en ningún caso suficientes a establecer la felicidad de un pueblo
si no entrase a su socorro la oficiosa industria”.
Las ideas innovadoras de Belgrano encontraron la firme
oposición de los miembros del Consulado, quienes eran a su juicio “todos
comerciantes españoles, exceptuando uno que otro, que nada sabían más que su
comercio monopolista, a saber: comprar por cuatro para vender con toda
seguridad a ocho”.
En un artículo aparecido en el Correo de Comercio, Belgrano
destacaba la imperiosa necesidad de formar un sólido mercado interno, necesario
para una distribución equitativa de la riqueza: “El amor a la patria y nuestras
obligaciones exigen de nosotros que dirijamos nuestros cuidados y erogaciones a
los objetos importantes de la agricultura e industria por medio del comercio
interno para enriquecerse, enriqueciendo a la patria porque mal puede ésta
salir del estado de miseria si no se da valor a los objetos de cambio… Sólo el
comercio interno es capaz de proporcionar ese valor a los predichos objetos,
aumentando los capitales y con ellos el fondo de la Nación porque buscando y
facilitando los medios de darles consumo, los mantiene en un precio ventajoso,
tanto para el creado como para el consumidor, de lo que resulta el aumento de
los trabajos útiles, en seguida la abundancia, la comodidad y la población como
una consecuencia forzosa”.
Belgrano se había formado en el Colegio de San Carlos y
luego en las Universidades de Salamanca y Valladolid, en España. En 1794,
asumió como primer secretario del recientemente creado Consulado, desde donde
se propuso fomentar la educación. Creó Escuelas de Dibujo, de Matemáticas y
Náutica. Se incorporó a las milicias criollas para defender la ciudad durante
las invasiones inglesas y fue uno de los más fervorosos defensores de la causa
patriota durante la Revolución de Mayo. Fue vocal de la Primera Junta de
Gobierno, encabezó la expedición al Paraguay, durante la cual creó la bandera,
el 27 de febrero de 1812. En el Norte encabezó el heroico éxodo del pueblo
jujeño y logró las grandes victorias de Tucumán, Salta y Las Piedras. Luego
vendrían las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma y su retiro del ejército del
Norte. En 1816 participó activamente en el Congreso de Tucumán.
Sus incansables preocupaciones abarcaron desde la enseñanza
estatal gratuita y obligatoria, hasta la reforma agraria. Infatigable ante los
obstáculos encontrados a su paso diría: “Mi ánimo se abatió, y conocí que nada
se haría a favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses
particulares posponían el bien común. Sin embargo, (…) me propuse echar las
semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos”.
Autor:
Adaptación para El Historiador del libro de Felipe Pigna Los Mitos de la
Historia Argentina, Buenos Aires, Norma. 2004.
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