martes, 19 de noviembre de 2013

                                           ROSARINOS

                                       ROSA ZIPEROVICH
                                    Una vida para la docencia



“La regla de toda mi vida fue lograr que los chicos fueran felices trabajando en la escuela, que aprender no sea algo penoso” (Rosa Ziperovich)

Rosa Weischelbaum de Ziperovich fue maestra de docentes e incansable defensora de la escuela pública. Fue leal a sus convicciones. Todo su quehacer, profesional, político y gremial, se destacó, por lo tanto, por un profundo optimismo y compromiso con la realidad. Promotora incansable de la discusión libre, sufrió también la intolerancia, que no pudo con ella. Convencida de la interacción entre teoría y práctica, fue pionera en las transformaciones. Sus amistades y discípulos coinciden en que disfrutó de todo lo que hacía, con una alegría especial. A 100 años de su nacimiento,  es justo rendirle este homenaje.

Rosa Weischelbaum de Ziperovich nació el 18 de mayo de 1913 en Moisés Ville (ubicado en el departamento santafesino de San Cristóbal), pueblo que se caracterizaba por su gran actividad educativa y cultural. Allí funcionaron, además de las escuelas, teatros experimentales, bibliotecas populares y asociaciones intermedias preocupadas por el fomento cultural. Hija de inmigrantes, sus abuelos habían llegado a Colonia Ortiz, atravesados por recuerdos de guerra: pogroms, trabajo, esfuerzo, amor, nostalgia, agradecimiento, a través de la empresa colonizadora financiada por el barón de Hirsch, destacándose por su preocupación cultural. Rosa tenía un gran respeto por el saber. Nació y se formó en una casa donde la lectura era el bien más preciado. Además, se discutía y se preocupaba por los problemas político-sociales. Los asuntos cotidianos del lugar eran los que se repetían incansablemente en todos los pueblos, a lo largo y ancho del país: excesiva pobreza, la lucha a brazo partido por cultivar la tierra, las mangas de langostas, las inundaciones, las sequías, la crisis tremenda del año 1930. Allí, aprendió a interesarse por la vida de la gente y a rebelarse ante las injusticias.
Rosa cursó la escuela primaria en la Escuela Láinez N° 60  del pueblo. Su primera maestra, Sara Sarmiento de Córdoba, querible, con autoridad y ascendiente sobre sus alumnos, tenía tal poder de comunicación que Rosita la admiraba.
En 5° y 6° grado pasó a la Escuela Fiscal Provincial Modelo, donde tuvo excelentes maestros, preocupados no sólo por la tarea áulica, sino también por fomentar el gusto por la lectura, el uso de las bibliotecas, la formación de coros.
En 1930, Rosa se recibió de maestra, a los 17 años, en la Escuela Normal de Rafaela, en la cual trabajó con Amanda Arias y Olga Cossettini, e inició sus tareas como docente en la Escuela N° 462 de Moisés Ville, su pueblo natal, el 24 de junio de 1931, para luego dictar clases en las de Monje, Coronel Domínguez, San Cristóbal y Estación Frontera, y arribó a Rosario cuando se la nombró vicedirectora de la Escuela N° 138. Fue conocida en la docencia como Rosita, Rosa, o “la Ziperovich”. Su actividad gremial comenzó con el ejercicio de la docencia.
Desde muy joven perteneció a la organización mundial por los derechos humanos Socorro Rojo Internacional, y participó de movimientos contra el fascismo y el antisemitismo. Su actividad gremial comenzó con el ejercicio de la docencia: el Círculo de Maestros de Moisés Ville, la Federación Provincial del Magisterio de Santa Fe-de la que su secretaria en épocas difíciles y en la clandestinidad-, la Unión Argentina de Maestros (UAM) y el Sindicato de Trabajadores de la Educación de Rosario (Sinter).
Sus contactos y su militancia en los movimientos de ayuda a la resistencia española, durante la guerra civil, le permitieron acercarse a las lecturas y al mundo de Machado, los hermanos González Tuñón, Rafael Alberti, Federico García Lorca y Pablo Neruda.
Por concurso ingresó, el 11 de octubre de 1947, a la Escuela Almafuerte. Allí llegó al cargo de vicedirectora y tuvo una excelente relación con el medio, padres y docentes. Acompañaba en su función al director Alfredo Monti, con quien, entre otras cosas, se preocuparon por revitalizar la biblioteca, el museo, crear la comisión de madres, fomentar la coeducación, insistir en el aprendizaje como forma de hacer pensar a los niños, de respetar su individualidad, logrando incluso suprimir la inscripción de los alumnos por selección, práctica muy arraigada en el medio. Rosa era muy joven; más joven que el resto del personal. Sin embargo, el director le solicitó compartir con él los proyectos pedagógicos. Así reorganizaron el aprendizaje de las ciencias, de la lecto-escritura, la evaluación. Como apoyo a esa tarea prepararon seminarios, cursos, charlas, invitando a personas que, sin duda, realizaron significativos aportes. La experiencia fue interrumpida por el ascenso, por escalafón, de ambos en 1950. Accede al cargo de directora de 1ª.  Categoría en la Escuela N° 119. A los dos meses de su traslado fue cesanteada.
Antes de abandonar la escuela, reunió a todos los docentes y alumnos presentes, les leyó la nota y les explicó a los niños lo que dicha nota significaba. Algunos maestros estaban azorados, otros afligidos, otros lagrimeaban. Ninguno se atrevió a acompañarla hasta la puerta. Al salir, Rosa no sabía si iba a la Jefatura de Policía o a su casa. Regresó en colectivo a su casa. Principalmente, su marido Samuel José Ziperovich fue el que la apoyó y la acompañó en un momento tan difícil. Esta cesantía duró seis largos años. Durante la misma siguió estudiando, leyendo, reuniéndose con compañeros como si estuviera en actividad. Fue esta su segunda cesantía. Había sufrido una primera, muy breve, en el año 1937, cuando trabajaba como maestra en la Escuela N° 286, de Monje, y fue denunciada por el director y la superioridad por portar  y leer libros “peligrosos”: Huasipungo de Jorge Icaza, e Historia de los ferrocarriles, de Scalabrini Ortiz.
 En 1956 obtuvo, en un difícil concurso, el cargo de supervisora, en el que puso en práctica una innovadora experiencia de evaluación de la realidad docente de las escuelas de su jurisdicción, a la vez que volcó especial énfasis en atender el problema de los repetidores y la utilización de un proceso comprensivo y no mecánico. Así llega a ser responsable del Circuito A de la 3ra. Sección escolar, que comprende la zona norte de Rosario y se extiende por la ruta 11 hasta Timbúes.
El circuito estaba compuesto por veinticinco escuelas de características muy diversas: de sectores residenciales, barriales, marginales, escuelas de pueblo y rurales. Cuando se hizo cargo corrían épocas duras. Comenzaba la cruda represión contra el peronismo, a cargo de la dictadura militar.
La delicada tarea de evaluación llevada a cabo, permitió afirmar a los docentes que participaron de la experiencia, en su relación con el medio, obtener datos modificadores de la problemática escolar.
Esta tarea era sumamente importante, sobre todo en las escuelas marginales donde los niños no habían concurrido al preescolar. A fin de apoyar la tarea docente se logró publicar un folleto sobre aprestamiento, que llegó a todas las escuelas.
Asimismo, Rosa estimuló la enseñanza de la matemática moderna, y su trabajo tuvo trascendencia internacional. El libro que al respecto le publicó la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil fue uno de los primeros en su género escrito por un autor argentino, en el que se proponía que los alumnos ejercitaran la mente para pensar.
En 1963, Rosa obtuvo una beca Fullbrigth Comission (Comisión de Intercambio Educativo entre Estados Unidos y Argentina), en Puerto Rico, donde se contactó con docentes que estaban trabajando sobre nuevos enfoques de la enseñanza de la Matemática. Rosita pudo y supo capitalizar esta experiencia en pos de la solución de los problemas que había detectado en su circuito. La tarea fue ardua. Se hicieron reuniones por grupos para abordar el tema. Pero los cambios necesarios no sólo requerían de estudio, sino de modificaciones en los hábitos de trabajo, en la mentalidad de la gente. Esto era lo más difícil, lo que llevaría más tiempo y requeriría de un trabajo paciente y constante.
El nuevo programa se estructuró sobre la base de los conocimientos tradicionales, pero relacionándolos, integrándolos, buscando nociones estructurales. Representante rosarina de la Escuela Nueva o Activa, movimiento mundial de renovación pedagógica, aplicó nuevos programas a partir de 1967, y éstos fueron sostenidos por investigaciones, estudio y compromiso. Desde su posición, la escuela es entendida como una institución inserta en la problemática histórica, pero también como lugar en el cual se lleva a cabo una práctica social que, como tal, está llena de contradicciones, y que según cómo se la asuma puede contribuir a generar las transformaciones necesarias en pos de una sociedad más justa, democrática y solidaria.
Todo lo aprendido para la enseñanza de la Matemática, sin duda sirvió para rever el aprendizaje en las otras áreas. Cuando se avocaron a revisar los programas de ciencias elementales consiguieron la colaboración de muchos padres profesionales relacionados con el área y de organismos como el INTA, especialmente de su director, el ingeniero Jorge Goyti.
Dignas de mención son también las Ferias de Ciencias que la supervisora alentó en su circuito. En 1969 los alumnos de escuelas primarias del circuito A, de la 3ª sección escolar participaron, por primera vez, de ellas. El apoyo que ofreció Rosita fue de indudable valor y continuidad. De la misma forma se trabajó en Ciencias Sociales.
Se buscaba a través de la enseñanza de las Ciencias Sociales la ubicación témporo-espacial, la comprensión totalizadora y relacionada de los fenómenos sociales, el conocimiento de los hechos históricos como medio de comprensión de la realidad, el desarrollo del juicio crítico y el razonamiento.
Los proyectos de Roza Ziperovich, sólidamente sostenidos por investigaciones, estudio y compromiso, además de la fuerza y el empuje que ponía en los mismos, hicieron que trascendieran las fronteras. Llegaron propuestas, solicitudes, requerimientos.
Rosa recorrió un sinnúmero de localidades santafesinas, argentinas, y extranjeras. A pesar de no contar con el apoyo explícito de las autoridades, recibía el aliento permanente de maestros, padres, sindicatos docentes, cooperadores y de la comunidad.
En 1976, sufrió la desaparición de su sobrina Raquel Rubino, víctima de la dictadura militar, una nueva cesantía, ahora en su cargo de supervisora escolar, la cesantía de su hermana, Sara Jairala (investigadora y profesora de la Facultad de Medicina), y la de otros familiares amigos. Además, se produjo el inicio de una enfermedad cancerosa que la llevó a una traumática intervención quirúrgica y que logró postrarla. Superando esta difícil coyuntura decidió colaborar con el Hospital Geriátrico, antiguo Asilo de Ancianos.
Todo su quehacer, profesional y político-gremial, se destaca por un profundo optimismo y compromiso con la realidad. Estas dos convicciones aunadas la preservaron de adoptar posturas ingenuas o inmovilistas. Para Rosita, el compromiso con la transformación de la realidad requiere del trabajo con la realidad. Por ello se negó siempre a participar en experiencias llevadas a cabo en situaciones especiales, creadas para tales fines. O con experiencias traspoladas mecánicamente de una realidad a otra. Todo su quehacer se desarrolló a partir de situaciones reales y concretas. Con los recursos humanos y materiales con los que se contaba. Sin duda, se necesitó de una permanente puesta en marcha de la creatividad y de la imaginación, así como de una profunda convicción democrática, basada en la confianza en los otros, hayan sido directivos, docentes, alumnos, padres, vecinos, o todos aquellos que quisieran aunar esfuerzos.
Rosita siempre promovió siempre la discusión libre, los diferentes criterios, los puntos de vista encontrados. Todos podían aportar a favor de la educación, desde la perspectiva a la que cada uno adhiriese. Pero lo que no podía hacer, aquel que hubiera elegido la docencia como medio de vida, era “hacerse el distraído”. Esta convicción la cubrió de un halo de cierta dureza. Quizás sea la dureza que le permitía penetrar en la gente, contagiar, movilizar, descubrir en cada uno de sus compañeros de trabajo aquello que mejor podía aportar al proyecto en común. Y quien aportaba tenía su lugar, tenía algo para hacer, algo que decir, algo para mostrar a sus colegas. En toda su trayectoria, predominó una permanente interacción entre teoría y práctica. Trabajar inmersa en la acuciante cotidianeidad de la escuela no le hizo perder de vista, en ningún momento, la importancia de buscar, de leer, de elaborar los sustentos teóricos necesarios para guiar la acción. No escatimó esfuerzo para que los docentes de su escuela, de su circuito, se acercaran a la lectura permanente. Tampoco para comprometer a profesionales que podían esclarecer y aportar a la comprensión y resolución de diversas problemáticas.
La trayectoria de Rosita es un claro ejemplo de praxis.
En 1983, con el retorno de la democracia, su personalidad fue revalorizada por amplios sectores de la opinión, más allá de las posiciones políticas e ideológicas. Integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, participó de cuanto movimiento se generó en su incondicional defensa. Docente universitaria, tuvo decidida actuación en el Congreso Pedagógico convocado en la presidencia de Raúl Alfonsín.
Era una mujer sencilla y humilde, cosechó amistades sinceras, pero la más querida fue Olga Baroni, compañera de lucha y actividad política.

Las cuestiones que siempre le preocuparon tenían que ver con:
*Cómo hacer más productivo y placentero el paso de los niños por la escuela.
*Cómo contribuir en la formación de actitudes solidarias y comprometidas.
*Una pregunta que se hacía en momentos difíciles y a la que siempre respondió con su compromiso y militancia, era: “¿Haremos más felices a los niños si logramos que desarrollen el juicio crítico, que logren comprender la realidad?”.

Tenía una formación no dogmática, rica en filosofía, política, literatura, pedagogía, arte, etc. Esto le permitió tener una visión clara de los problemas, detectar los posibles espacios para el trabajo cotidiano comprometido, articular el lenguaje de la crítica con el de la posibilidad, coherentizar su compromiso gremial y político con las riquísimas experiencias innovadoras que llevó a cabo en toda su trayectoria.
Organizó y llevó a la práctica experiencias colectivas que produjeron efectos superadores en docentes, alumnos, padres y otros integrantes de la comunidad educativa con quienes trabajó codo a codo.
En 1985 cuando se estaba realizando la primera inscripción de alumnos de la carrera de Ciencias de la Educación, Rosita formó en la cola junto a los interesados con la intención de anotarse en el primer año de la carrera. El doctor Ovide Menin la reconoció y le dijo: “¿Cómo se va a inscribir usted como alumna? Tiene que ser profesora”. Desde ese entonces se desempeñó en la cátedra de Residencia.
Fue declarada ciudadana ilustre en mayo de 1993. Es año también fue elegida una de las mujeres del año por el Encuentro Nacional de Mujeres. Ese día fue acompañada por cuarenta docentes rosarinas que viajaron ómnibus.
En los últimos años de su vida, cuando Rosita se desempeñó como profesora de la Escuela de Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades y Artes de Rosario, estudió con pasión y visión crítica las últimas corrientes de pensamiento. Mientras se encontraba abocada al estudio de un proyecto de alfabetización y otro pedagógico, debió interrumpirlos al someterse a una intervención quirúrgica por el cáncer que la aquejaba. Allí dejó su vida. Falleció el 15 de noviembre de 1995, a los 82 años. Hasta los últimos instantes de su vida dio testimonio de su amor por aprender y formar.
Por la influencia que ha ejercido y por los principios que la sostienen, bien puede servirnos de modelo instituyente, de valioso paradigma en estos momentos de cierto desasosiego por los que atraviesa la tarea docente.

Obra

  • “Enseñanza Moderna de Matemática”. Biblioteca Vigil. 1969. Rosario
  • “Matemática Moderna. Construcción de las Estructuras Fundamentales en la Escuela Primaria” (Tomo 1). Diagraf. 1968. Buenos Aires.
  • “Matemática Moderna para 1er., 2do., 3er., 4to., 6to y 7mo. Grado. Diagraf. 1975. Buenos Aires.

Fuentes:

Libro:

*Puiggrós, Adriana; Carli, Sandra; Weischelbaum, Rosa de Ziperovich; Rodríguez, Lidia; Gagliano, Rafael.  “Escuela, Democracia y Orden (1916-1943)”. Editorial Galerna. 1992. Buenos Aires.

Diarios:

*Clarín. “Una maestra octogenaria fue elegida mujer del año”, Jorge Brisaboa; página 18. 19 de abril de 1993. Buenos Aires.
*La Capital. “Rosita, la lección que vencerá a la muerte”; página 15. 16 de noviembre de 1995. Rosario.
*Rosario 12. “Hasta siempre, señorita maestra Rosita Ziperovich; página 6. 16 de noviembre de 1995. Rosario.
*Rosario 12. “Rosita, una vida para la vida”, Liliana Sanjurjo y Ana María Molino; contratapa. 13 de noviembre de 1997. Rosario.

Revistas:

*El Vecino. “Hablemos de Escuela…Entrevista a Rosita Ziperovich”; por Mariela Mulhall; páginas 4 a 7. N°75. Abril de 1994. Rosario.
*Rosario-Historias de aquí a la vuelta-. “Rosa Ziperovich: una lección de vida”; Liliana Olga Sanjurjo. Fascículo N°4. Ediciones De Aquí a la Vuelta. 15 de junio de 1990. Rosario.


Página Web:

*www.amsafe.org.ar

                                                             Maximiliano Reimondi

                                                       

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