ROSARINOS
ROSA ZIPEROVICH
Una vida para la docencia
“La regla de toda mi vida fue lograr que los
chicos fueran felices trabajando en la escuela, que aprender no sea algo
penoso” (Rosa Ziperovich)
Rosa Weischelbaum de Ziperovich fue maestra de
docentes e incansable defensora de la escuela pública. Fue leal a sus
convicciones. Todo su quehacer, profesional, político y gremial, se destacó, por
lo tanto, por un profundo optimismo y compromiso con la realidad. Promotora
incansable de la discusión libre, sufrió también la intolerancia, que no pudo
con ella. Convencida de la interacción entre teoría y práctica, fue pionera en
las transformaciones. Sus amistades y discípulos coinciden en que disfrutó de
todo lo que hacía, con una alegría especial. A 100 años de su nacimiento, es justo rendirle este homenaje.
Rosa
Weischelbaum de Ziperovich nació el 18 de mayo de 1913 en Moisés Ville (ubicado
en el departamento santafesino de San Cristóbal), pueblo que se caracterizaba
por su gran actividad educativa y cultural. Allí funcionaron, además de las
escuelas, teatros experimentales, bibliotecas populares y asociaciones
intermedias preocupadas por el fomento cultural. Hija de inmigrantes, sus
abuelos habían llegado a Colonia Ortiz, atravesados por recuerdos de guerra:
pogroms, trabajo, esfuerzo, amor, nostalgia, agradecimiento, a través de la
empresa colonizadora financiada por el barón de Hirsch, destacándose por su
preocupación cultural. Rosa tenía un gran respeto por el saber. Nació y se
formó en una casa donde la lectura era el bien más preciado. Además, se
discutía y se preocupaba por los problemas político-sociales. Los asuntos
cotidianos del lugar eran los que se repetían incansablemente en todos los
pueblos, a lo largo y ancho del país: excesiva pobreza, la lucha a brazo
partido por cultivar la tierra, las mangas de langostas, las inundaciones, las
sequías, la crisis tremenda del año 1930. Allí, aprendió a interesarse por la
vida de la gente y a rebelarse ante las injusticias.
Rosa cursó
la escuela primaria en la Escuela Láinez N° 60
del pueblo. Su primera maestra, Sara Sarmiento de Córdoba, querible, con
autoridad y ascendiente sobre sus alumnos, tenía tal poder de comunicación que
Rosita la admiraba.
En 5° y 6°
grado pasó a la Escuela Fiscal Provincial Modelo, donde tuvo excelentes
maestros, preocupados no sólo por la tarea áulica, sino también por fomentar el
gusto por la lectura, el uso de las bibliotecas, la formación de coros.
En 1930,
Rosa se recibió de maestra, a los 17 años, en la Escuela Normal de Rafaela, en
la cual trabajó con Amanda Arias y Olga Cossettini, e inició sus tareas como
docente en la Escuela N° 462 de Moisés Ville, su pueblo natal, el 24 de junio
de 1931, para luego dictar clases en las de Monje, Coronel Domínguez, San
Cristóbal y Estación Frontera, y arribó a Rosario cuando se la nombró
vicedirectora de la Escuela N° 138. Fue conocida en la docencia como Rosita,
Rosa, o “la Ziperovich”. Su actividad gremial comenzó con el ejercicio de la
docencia.
Desde muy
joven perteneció a la organización mundial por los derechos humanos Socorro
Rojo Internacional, y participó de movimientos contra el fascismo y el
antisemitismo. Su actividad gremial comenzó con el ejercicio de la docencia: el
Círculo de Maestros de Moisés Ville, la Federación Provincial del Magisterio de
Santa Fe-de la que su secretaria en épocas difíciles y en la clandestinidad-,
la Unión Argentina de Maestros (UAM) y el Sindicato de Trabajadores de la
Educación de Rosario (Sinter).
Sus
contactos y su militancia en los movimientos de ayuda a la resistencia
española, durante la guerra civil, le permitieron acercarse a las lecturas y al
mundo de Machado, los hermanos González Tuñón, Rafael Alberti, Federico García
Lorca y Pablo Neruda.
Por
concurso ingresó, el 11 de octubre de 1947, a la Escuela Almafuerte. Allí llegó al
cargo de vicedirectora y tuvo una excelente relación con el medio, padres y
docentes. Acompañaba en su función al director Alfredo Monti, con quien, entre
otras cosas, se preocuparon por revitalizar la biblioteca, el museo, crear la
comisión de madres, fomentar la coeducación, insistir en el aprendizaje como
forma de hacer pensar a los niños, de respetar su individualidad, logrando
incluso suprimir la inscripción de los alumnos por selección, práctica muy
arraigada en el medio. Rosa era muy joven; más joven que el resto del personal.
Sin embargo, el director le solicitó compartir con él los proyectos
pedagógicos. Así reorganizaron el aprendizaje de las ciencias, de la
lecto-escritura, la evaluación. Como apoyo a esa tarea prepararon seminarios,
cursos, charlas, invitando a personas que, sin duda, realizaron significativos
aportes. La experiencia fue interrumpida por el ascenso, por escalafón, de
ambos en 1950. Accede al cargo de directora de 1ª. Categoría en la Escuela N° 119. A los dos meses de su
traslado fue cesanteada.
Antes de
abandonar la escuela, reunió a todos los docentes y alumnos presentes, les leyó
la nota y les explicó a los niños lo que dicha nota significaba. Algunos
maestros estaban azorados, otros afligidos, otros lagrimeaban. Ninguno se
atrevió a acompañarla hasta la puerta. Al salir, Rosa no sabía si iba a la
Jefatura de Policía o a su casa. Regresó en colectivo a su casa.
Principalmente, su marido Samuel José Ziperovich fue el que la apoyó y la
acompañó en un momento tan difícil. Esta cesantía duró seis largos años.
Durante la misma siguió estudiando, leyendo, reuniéndose con compañeros como si
estuviera en actividad. Fue esta su segunda cesantía. Había sufrido una
primera, muy breve, en el año 1937, cuando trabajaba como maestra en la Escuela
N° 286, de Monje, y fue denunciada por el director y la superioridad por
portar y leer libros “peligrosos”: Huasipungo de Jorge Icaza, e Historia de los ferrocarriles, de
Scalabrini Ortiz.
En 1956 obtuvo, en un difícil concurso, el
cargo de supervisora, en el que puso en práctica una innovadora experiencia de
evaluación de la realidad docente de las escuelas de su jurisdicción, a la vez
que volcó especial énfasis en atender el problema de los repetidores y la
utilización de un proceso comprensivo y no mecánico. Así llega a ser
responsable del Circuito A de la 3ra. Sección escolar, que comprende la zona
norte de Rosario y se extiende por la ruta 11 hasta Timbúes.
El circuito
estaba compuesto por veinticinco escuelas de características muy diversas: de
sectores residenciales, barriales, marginales, escuelas de pueblo y rurales.
Cuando se hizo cargo corrían épocas duras. Comenzaba la cruda represión contra
el peronismo, a cargo de la dictadura militar.
La delicada
tarea de evaluación llevada a cabo, permitió afirmar a los docentes que
participaron de la experiencia, en su relación con el medio, obtener datos
modificadores de la problemática escolar.
Esta tarea
era sumamente importante, sobre todo en las escuelas marginales donde los niños
no habían concurrido al preescolar. A fin de apoyar la tarea docente se logró
publicar un folleto sobre aprestamiento, que llegó a todas las escuelas.
Asimismo,
Rosa estimuló la enseñanza de la matemática moderna, y su trabajo tuvo
trascendencia internacional. El libro que al respecto le publicó la Biblioteca
Popular Constancio C. Vigil fue uno de los primeros en su género escrito por un
autor argentino, en el que se proponía que los alumnos ejercitaran la mente
para pensar.
En 1963,
Rosa obtuvo una beca Fullbrigth Comission (Comisión de Intercambio Educativo
entre Estados Unidos y Argentina), en Puerto Rico, donde se contactó con docentes
que estaban trabajando sobre nuevos enfoques de la enseñanza de la Matemática.
Rosita pudo y supo capitalizar esta experiencia en pos de la solución de los
problemas que había detectado en su circuito. La tarea fue ardua. Se hicieron
reuniones por grupos para abordar el tema. Pero los cambios necesarios no sólo
requerían de estudio, sino de modificaciones en los hábitos de trabajo, en la
mentalidad de la gente. Esto era lo más difícil, lo que llevaría más tiempo y
requeriría de un trabajo paciente y constante.
El nuevo
programa se estructuró sobre la base de los conocimientos tradicionales, pero
relacionándolos, integrándolos, buscando nociones estructurales. Representante
rosarina de la Escuela Nueva o Activa,
movimiento mundial de renovación pedagógica, aplicó nuevos programas a partir
de 1967, y éstos fueron sostenidos por investigaciones, estudio y compromiso.
Desde su posición, la escuela es entendida como una institución inserta en la
problemática histórica, pero también como lugar en el cual se lleva a cabo una
práctica social que, como tal, está llena de contradicciones, y que según cómo
se la asuma puede contribuir a generar las transformaciones necesarias en pos
de una sociedad más justa, democrática y solidaria.
Todo lo
aprendido para la enseñanza de la Matemática, sin duda sirvió para rever el
aprendizaje en las otras áreas. Cuando se avocaron a revisar los programas de
ciencias elementales consiguieron la colaboración de muchos padres
profesionales relacionados con el área y de organismos como el INTA,
especialmente de su director, el ingeniero Jorge Goyti.
Dignas de
mención son también las Ferias de Ciencias que la supervisora alentó en su
circuito. En 1969 los alumnos de escuelas primarias del circuito A, de la 3ª
sección escolar participaron, por primera vez, de ellas. El apoyo que ofreció
Rosita fue de indudable valor y continuidad. De la misma forma se trabajó en
Ciencias Sociales.
Se buscaba
a través de la enseñanza de las Ciencias Sociales la ubicación
témporo-espacial, la comprensión totalizadora y relacionada de los fenómenos
sociales, el conocimiento de los hechos históricos como medio de comprensión de
la realidad, el desarrollo del juicio crítico y el razonamiento.
Los
proyectos de Roza Ziperovich, sólidamente sostenidos por investigaciones,
estudio y compromiso, además de la fuerza y el empuje que ponía en los mismos,
hicieron que trascendieran las fronteras. Llegaron propuestas, solicitudes,
requerimientos.
Rosa
recorrió un sinnúmero de localidades santafesinas, argentinas, y extranjeras. A
pesar de no contar con el apoyo explícito de las autoridades, recibía el
aliento permanente de maestros, padres, sindicatos docentes, cooperadores y de
la comunidad.
En 1976, sufrió
la desaparición de su sobrina Raquel Rubino, víctima de la dictadura militar, una
nueva cesantía, ahora en su cargo de supervisora escolar, la cesantía de su
hermana, Sara Jairala (investigadora y profesora de la Facultad de Medicina), y
la de otros familiares amigos. Además, se produjo el inicio de una enfermedad
cancerosa que la llevó a una traumática intervención quirúrgica y que logró
postrarla. Superando esta difícil coyuntura decidió colaborar con el Hospital
Geriátrico, antiguo Asilo de Ancianos.
Todo su
quehacer, profesional y político-gremial, se destaca por un profundo optimismo
y compromiso con la realidad. Estas dos convicciones aunadas la preservaron de
adoptar posturas ingenuas o inmovilistas. Para Rosita, el compromiso con la
transformación de la realidad requiere del trabajo con la realidad. Por ello se
negó siempre a participar en experiencias llevadas a cabo en situaciones
especiales, creadas para tales fines. O con experiencias traspoladas
mecánicamente de una realidad a otra. Todo su quehacer se desarrolló a partir
de situaciones reales y concretas. Con los recursos humanos y materiales con
los que se contaba. Sin duda, se necesitó de una permanente puesta en marcha de
la creatividad y de la imaginación, así como de una profunda convicción
democrática, basada en la confianza en los otros, hayan sido directivos,
docentes, alumnos, padres, vecinos, o todos aquellos que quisieran aunar
esfuerzos.
Rosita
siempre promovió siempre la discusión libre, los diferentes criterios, los
puntos de vista encontrados. Todos podían aportar a favor de la educación,
desde la perspectiva a la que cada uno adhiriese. Pero lo que no podía hacer,
aquel que hubiera elegido la docencia como medio de vida, era “hacerse el
distraído”. Esta convicción la cubrió de un halo de cierta dureza. Quizás sea
la dureza que le permitía penetrar en la gente, contagiar, movilizar, descubrir
en cada uno de sus compañeros de trabajo aquello que mejor podía aportar al
proyecto en común. Y quien aportaba tenía su lugar, tenía algo para hacer, algo
que decir, algo para mostrar a sus colegas. En toda su trayectoria, predominó
una permanente interacción entre teoría y práctica. Trabajar inmersa en la
acuciante cotidianeidad de la escuela no le hizo perder de vista, en ningún
momento, la importancia de buscar, de leer, de elaborar los sustentos teóricos
necesarios para guiar la acción. No escatimó esfuerzo para que los docentes de
su escuela, de su circuito, se acercaran a la lectura permanente. Tampoco para
comprometer a profesionales que podían esclarecer y aportar a la comprensión y
resolución de diversas problemáticas.
La
trayectoria de Rosita es un claro ejemplo de praxis.
En 1983,
con el retorno de la democracia, su personalidad fue revalorizada por amplios
sectores de la opinión, más allá de las posiciones políticas e ideológicas.
Integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, participó de
cuanto movimiento se generó en su incondicional defensa. Docente universitaria,
tuvo decidida actuación en el Congreso Pedagógico convocado en la presidencia
de Raúl Alfonsín.
Era una
mujer sencilla y humilde, cosechó amistades sinceras, pero la más querida fue
Olga Baroni, compañera de lucha y actividad política.
Las
cuestiones que siempre le preocuparon tenían que ver con:
*Cómo hacer
más productivo y placentero el paso de los niños por la escuela.
*Cómo
contribuir en la formación de actitudes solidarias y comprometidas.
*Una
pregunta que se hacía en momentos difíciles y a la que siempre respondió con su
compromiso y militancia, era: “¿Haremos más felices a los niños si logramos que
desarrollen el juicio crítico, que logren comprender la realidad?”.
Tenía una
formación no dogmática, rica en filosofía, política, literatura, pedagogía,
arte, etc. Esto le permitió tener una visión clara de los problemas, detectar
los posibles espacios para el trabajo cotidiano comprometido, articular el
lenguaje de la crítica con el de la posibilidad, coherentizar su compromiso
gremial y político con las riquísimas experiencias innovadoras que llevó a cabo
en toda su trayectoria.
Organizó y
llevó a la práctica experiencias colectivas que produjeron efectos superadores
en docentes, alumnos, padres y otros integrantes de la comunidad educativa con
quienes trabajó codo a codo.
En 1985
cuando se estaba realizando la primera inscripción de alumnos de la carrera de
Ciencias de la Educación, Rosita formó en la cola junto a los interesados con
la intención de anotarse en el primer año de la carrera. El doctor Ovide Menin
la reconoció y le dijo: “¿Cómo se va a
inscribir usted como alumna? Tiene que ser profesora”. Desde ese entonces
se desempeñó en la cátedra de Residencia.
Fue
declarada ciudadana ilustre en mayo de 1993. Es año también fue elegida una de
las mujeres del año por el Encuentro Nacional de Mujeres. Ese día fue
acompañada por cuarenta docentes rosarinas que viajaron ómnibus.
En los
últimos años de su vida, cuando Rosita se desempeñó como profesora de la
Escuela de Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades y Artes de
Rosario, estudió con pasión y visión crítica las últimas corrientes de
pensamiento. Mientras se encontraba abocada al estudio de un proyecto de
alfabetización y otro pedagógico, debió interrumpirlos al someterse a una
intervención quirúrgica por el cáncer que la aquejaba. Allí dejó su vida.
Falleció el 15 de noviembre de 1995,
a los 82 años. Hasta los últimos instantes de su vida
dio testimonio de su amor por aprender y formar.
Por la
influencia que ha ejercido y por los principios que la sostienen, bien puede
servirnos de modelo instituyente, de valioso paradigma en estos momentos de
cierto desasosiego por los que atraviesa la tarea docente.
Obra
- “Enseñanza Moderna de Matemática”. Biblioteca Vigil. 1969. Rosario
- “Matemática Moderna. Construcción de las Estructuras Fundamentales
en la Escuela Primaria” (Tomo 1). Diagraf. 1968. Buenos Aires.
- “Matemática Moderna para 1er., 2do., 3er., 4to., 6to y 7mo. Grado.
Diagraf. 1975. Buenos Aires.
Fuentes:
Libro:
*Puiggrós, Adriana; Carli, Sandra;
Weischelbaum, Rosa de Ziperovich; Rodríguez, Lidia; Gagliano, Rafael. “Escuela, Democracia y Orden (1916-1943)”.
Editorial Galerna. 1992. Buenos Aires.
Diarios:
*Clarín. “Una maestra octogenaria fue
elegida mujer del año”, Jorge Brisaboa; página 18. 19 de abril de 1993. Buenos
Aires.
*La Capital. “Rosita, la lección que
vencerá a la muerte”; página 15. 16 de noviembre de 1995. Rosario.
*Rosario 12. “Hasta siempre, señorita
maestra Rosita Ziperovich; página 6. 16 de noviembre de 1995. Rosario.
*Rosario 12. “Rosita, una vida para
la vida”, Liliana Sanjurjo y Ana María Molino; contratapa. 13 de noviembre de
1997. Rosario.
Revistas:
*El Vecino. “Hablemos de
Escuela…Entrevista a Rosita Ziperovich”; por Mariela Mulhall; páginas 4 a 7. N°75. Abril de 1994.
Rosario.
*Rosario-Historias de aquí a la
vuelta-. “Rosa Ziperovich: una lección de vida”; Liliana Olga Sanjurjo.
Fascículo N°4. Ediciones De Aquí a la Vuelta. 15 de junio de 1990. Rosario.
Página Web:
*www.amsafe.org.ar
Maximiliano Reimondi
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