VIGILAR Y CASTIGAR
El poder se
agiganta cuando se desmaterializa. Michel Foucault señala en Vigilar y Castigar que la vigilancia es
una forma de gobierno, un intento disciplinador de las sociedades. La vigilancia
mediante cámaras se ha convertido en el símbolo más contundente del poder
concentrado y abusivo que vulnera los derechos civiles y de los ciudadanos,
apelando a excusas diversas como la inseguridad. Las estadísticas indican que
la utilización de cámaras de vigilancia poco contribuye a disminuir la cantidad
de delitos. El significado es otro. Es la presencia misma del poder vigilante
que amenaza a los ciudadanos y no a los delincuentes. Las nuevas tecnologías
han generalizado y aumentado la sofisticación de la vigilancia, pero el control
visual en sí es tan viejo como el mundo. La lista de vigilantes crece, y la
vigilancia tiene hoy su origen en el poder creciente de las corporaciones. Las
videocámaras nos buscan el objetivo que declaran. No intentan incidir sobre el
delito. La vigilancia es un discurso de dos caras que fabrica miedo. Es una
fachada que tapa las carencias de un sistema que recurre a un poder fáctico. El
poder sobre las imágenes, su apropiación y utilización, es apenas un capítulo
de una batalla cultural más amplia. El problema del control social está
presente en las artes, y en las discusiones políticas, filosóficas y
sociológicas desde hace siglos. Demuestra que la función del Estado es cada vez
más débil.
Maximiliano
Reimondi
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