Johann Wolfgang von Goethe
Johann Wolfgang von Goethe (28 de agosto de 1749, en Francfort
del Meno, Hesse, Alemania – 22 de marzo de 1832, en Weimar, Turingia, Alemania)
Poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a
fundar el romanticismo, movimiento al que influenció profundamente. En palabras
de George Eliot fue "el más grande hombre de letras alemán... y el último
verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra". Su obra, que
abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e incluso
controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en importantes
escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores, siendo
incalculable en la filosofía alemana posterior y constante fuente de
inspiración para todo tipo de obras. Su apellido da nombre al Goethe-Institut,
organismo encargado de difundir la cultura alemana en todo el mundo.
El propio Goethe narró su vida en un libro autobiográfico,
Poesía y verdad (1811 y ss.), que llega hasta el año 1775, cuando se pone al
servicio del príncipe heredero Carlos Augusto en Weimar.
Nació en Fráncfort del Meno (Frankfurt am Main), hijo de
Johann Caspar Goethe, un abogado y consejero imperial que se retiró de la vida
pública y educó a sus hijos él mismo, bajo la máxima de no perder el tiempo en
lo más mínimo, y de Katharina Elisabeth Textor, hija de un antiguo burgomaestre
de Fráncfort. Estas vinculaciones familiares le pusieron en contacto desde el
principio con el patriciado urbano y la vida política.
De inteligencia superdotada, y provisto de una enorme y
enfermiza curiosidad, hizo prácticamente de todo y llegó a acumular una
omnímoda o completa cultura. Primeramente estudió lenguas, aunque sus
inclinaciones iban por el arte y nunca, a lo largo de toda su vida, dejó de
cultivar el dibujo; al tiempo que escribía sus primeros poemas, se interesó por
otras ramas del conocimiento como la geología, la química y la medicina.
Goethe estudió Derecho en Leipzig (1765); allí conoció los
escritos de Winckelmann sobre arte y cultura griegas, pero una grave enfermedad
le obligó a dejar los estudios en 1768 y volver a Fráncfort; Katharina von
Klettenberg, amiga de su madre, le cuidó y le introdujo en el misticismo
pietista, que ponía su énfasis en el sentimiento dentro de la confesión
protestante; por entonces compuso sus primeros poemas. Retomó los estudios en
1770 en Estrasburgo y los concluyó al año siguiente; esos dos años allí fueron
muy importantes para él: conoció a Friederike Brion, que le inspiró la mayoría
de sus personajes femeninos, y trabó amistad con el teólogo y teórico del arte
y la literatura Johann Gottfried von Herder. Herder le introdujo en la poesía
popular alemana, le descubrió el universo de Shakespeare y le liberó
definitivamente del Neoclasicismo francés y de la confianza en la razón de la
Aufklärung alemana.
Empezó a hacer prácticas de abogacía en Wetzlar y colaboró
con Herder en la redacción del manifiesto fundador del movimiento Sturm und
Drang («Tempestad e ímpetu»), considerado el preludio del Romanticismo en
Alemania: Sobre el estilo y el arte alemán (1772). En esta obra se reivindica
la poesía de James MacPherson (Ossian) y de Shakespeare. Otra vez de vuelta en
Fráncfort, escribió la tragedia Götz von Berlichingen (1773) y al año siguiente
su novela Las cuitas del joven Werther (1774). La inspiración del Werther la
había encontrado a mediados de 1772 cuando hacía prácticas de abogacía en el
tribunal de Wetzlar: se había enamorado de Charlotte Buff, novia y prometida de
su colega, también abogado en prácticas, Johann Christian Kestner; otro abogado
atormentado por un amor no correspondido se suicidó utilizando una pistola
prestada por Kestner y Goethe unió ambas historias para su novela de 1774, Las
desventuras del joven Werther, en parte epistolar; alcanzó un éxito tan grande
y representó tan bien en la figura del protagonista el desencanto de las
jóvenes generaciones, que suscitó una epidemia de suicidios adolescentes en el
país, a semejanza del del joven protagonista.
El mismo año que el Werther (1774) Goethe publica su drama
Clavijo mientras intentaba abrir con poca fortuna un bufete de abogado en
Fráncfort; en la primavera de 1775 Goethe se compromete con la hija de un
banquero de Fráncfort, Lili Schönemann, pero la diferencias sociales y de
estilo de vida entre ambas familias terminó por desbaratar el compromiso, que
no llegó a formalizarse en matrimonio: el noviazgo terminó en el otoño de ese
mismo año y no dudó en aceptar la invitación a la Corte de Weimar de
Carlos-Augusto, heredero del ducado de Sajonia-Weimar, y, tras publicar su
Stella (1775), marchó hacia allá, prácticamente huyendo de dos cosas: del
compromiso sentimental con Lili Schönemann y del ejercicio de la abogacía.
Al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto, ya hasta
su muerte fijó su residencia en Weimar. Las numerosas tareas que éste le
encomendaba le hicieron abandonar prácticamente la literatura durante casi diez
años y Anna Amalia, madre de Carlos Augusto, que había empezado a crear un
círculo de intelectuales con el preceptor de su hijo, Wieland, lo amplió al
incluir en él a Goethe y posteriormente Herder y Friedrich von Schiller;
fugazmente pasaron también por allí Jakob Michael Reinhold Lenz y Friedrich
Maximilian Klinger. Goethe pasó de ser consejero secreto de legación (1776) a
consejero secreto (1779) y finalmente se convirtió en una especie de ministro
supremo.
Inicia en esa época sus investigaciones científicas.
Interesado por la óptica, concibió una teoría distinta a la de Isaac Newton
sobre los colores y también investigó en geología, química y osteología,
disciplina esta última en que descubrió el hueso intermaxilar en marzo de 1784,
que pone una de las primeras piedras en la teoría de la evolución del hombre,
aunque en esto se le adelantó por muy poco un anatomista francés, lo que le supuso
una gran frustración. Las cartas a Charlotte von Stein dan fe de esta época de
su vida, envuelta en todo tipo de encargos y gestiones para reformar el muy
pequeño y humilde estado de Weimar.
Desde un puesto tan importante tuvo la oportunidad de relacionarse
con la alta aristocracia y conoció a personajes notables, como Napoleón
Bonaparte, Ludwig van Beethoven, Friedrich von Schiller y Arthur Schopenhauer.
En 1782 fue añadida la partícula von a su apellido por el mismo Duque Carlos
Augusto pese a las protestas de la nobleza, para formar parte de la Corte con
un cargo equiparable al de los restantes ministros, pertenecientes todos a
ella.
Ingresó en la Masonería el 11 de febrero de 1783, aunque
según el escritor masónico Lorenzo Frau Abrines, la fecha de su ingreso es
anterior, el 23 de junio de 1780, dentro de la efímera logia Amalia, que abatió
columnas dos años después. En 1830, dos años antes de su muerte, Goethe compuso
un poema titulado Para la fiesta de San Juan de 1830, en ocasión de celebrarse
su cincuentenario como miembro de la masonería. A su condición de masón y a su
paso por la Masonería, así como a otras aficiones que al parecer cultivó, se
atribuye influencia en su obra, especialmente en Fausto.
Por otra parte, seguía profundizando en el estudio del
teatro de William Shakespeare y de Pedro Calderón de la Barca, algunas de cuyas
obras (por ejemplo, El príncipe constante de Calderón) hace representar con
éxito como encargado del teatro en la Corte de Weimar; en estas funciones
empezó a cartearse con Schiller. Las lecturas teatrales de estos autores
amplían notablemente los horizontes de su espíritu. Le domina además el
entusiasmo ante la falsa poesía céltica de Ossian y escribe un famoso monólogo
del gran dios del Romanticismo, Prometeo, que personificaba el genio rebelde de
los creadores y del cual se sintió justamente orgulloso.
Fue como la mecha que provocara el estallido que descubrió y
sacó a plena luz las más secretas condiciones de hombres dignos.
Así fue en efecto, en lo referido al movimiento conocido
como titanismo, uno de cuyos más preclaros representantes fue Giacomo Leopardi.
Merced a Goethe, Weimar se convirtió en el auténtico centro cultural de
Alemania; allí compuso poemas inspirados por Charlotte von Stein y empezó la
redacción de sus obras más ambiciosas, como sus dramas Ifigenia en Táuride
(1787) Egmont y Fausto, que luego revisaría a fondo tras la profunda impresión
que recibió en su trascendental viaje a Italia (1786–1788), que cambió su
desequilibrada estética romántica por el equilibrio clásico. Empezó en Venecia,
donde compuso sus Epigramas venecianos, y terminó en Roma, donde estudió la
cultura grecolatina a fondo; de esta época son sus Elegías romanas. El viaje a
Italia supone el comienzo de su periodo clásico.
Sin embargo, a su regreso a Weimar en 1788 se encuentra una
gran oposición a su nueva estética; es más, se forma un cierto escándalo cuando
llega a divulgarse que desde ese mismo año vive amancebado con una jovencita,
Christiane Vulpius (1765–1816), que le dio al año siguiente un hijo, Julius
August Walther von Goethe (1789–1830); cuatro abortos sucesivos posteriores
inducen a creer que entre ambos había incompatibilidad de grupos sanguíneos, en
aquella época desconocida. Goethe legitimó a su único hijo en 1800.
No abandonó completamente su pretensión de labrarse una
carrera científica. En Zur Farbenlehre, 1810, intentó refutar con poca fortuna
la teoría de los colores de Newton. En el primer volumen de esta obra se halla
la que es sin duda la primera historia comprensiva de la ciencia.
Dirigió el Teatro ducal entre 1791 y 1813 y con motivo de
este cargo conoció en 1794 al dramaturgo Friedrich von Schiller, con el que
sostuvo una luenga amistad y cierta correspondencia epistolar hasta la muerte
de éste en 1805. Schiller publicó las hasta entonces inéditas Elegías romanas
de Goethe en su periódico, Las Horas, en 1795. También imprimió la novela Los
años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1796) y la novela en verso Hermann y
Dorothea (1798). Schiller incitó a Goethe a que prosiguiera en la gran obra de
su vida, el Fausto, poema que no paraba de corregir y ampliar y cuya primera
versión apareció en 1808. Desde dos años antes se hallaba ya casado con
Christiane Vulpius, quizá para acallar a quienes criticaban su estilo de vida.
El hecho más importante quizá de esta época de su vida es su entrevista en
Erfurt con Napoleón I en 1808, cuando el ejército francés ocupaba parte del
territorio prusiano en el marco de las guerras Napoleónicas.
La Revolución francesa supuso para Goethe un gran trastorno;
algunos de sus epigramas venecianos ya tratan este tema, pero como su
pensamiento se hallaba por completo imbuido del equilibrio y armonía del
clasicismo y veía el ser como una totalidad orgánica a partir de la filosofía
de Kant, el desarrollo de la revolución y el cambio provocado por la violencia
le parecían una atrocidad. Eso se plasmó en algunas obras de entonces, como la
colección de novelitas breves Conversaciones de emigrados alemanes (1795), la
obra épica Germán y Dorotea (1797) y la tragedia La hija natural (1799 y ss.).
Algo después aparecen las novelas de madurez: Las afinidades electivas (1809) y
Los años de peregrinaje de Wilhelm Meister (1821, revisado en 1829), así como
un diario de su viaje por Italia, Viajes italianos (1816), su autobiografía
Poesía y verdad en varias entregas (1811–1833) y un poemario, Diván de Oriente
y Occidente (1819), donde se deja sentir algo el influjo de la poesía oriental.
Goethe murió en Weimar el 22 de marzo de 1832. La versión final de su gran poema
coral Fausto apareció póstuma ese mismo año.
En cuanto a su carrera literaria, Goethe la inició en el
seno de un exasperado Romanticismo deudor del Sturm und Drang, cuya obra más
representativa se encargó de escribir él mismo: Las cuitas del joven Werther.
El viaje a Roma supuso para él ir arrinconando esa estética en una evolución
que le hizo al cabo renegar del Romanticismo e identificarse con el equilibro
clásico grecolatino, lo que puso fin a su tormentosa vida interior. Fue esa la
revelación del Clasicismo, verdadera raíz con la que podía identificarse la
cultura alemana. «Ahora comprendo el sentido del mármol», escribirá en una de
sus Elegías romanas.
De ese viaje por Italia son fruto también los Epigramas
venecianos, entre los cuales hay algunas meditaciones profundas sobre la
contemporánea Revolución francesa o el significado de la vida y de la cultura.
La postura política de Goethe es sin embargo conservadora: «prefiero la
injusticia al desorden», escribirá. Eso le supuso algunos recelos por parte de
otros artistas a los que no les importaba en lo más mínimo no acordarse con su
contexto social, como por ejemplo Beethoven. En las dos versiones de su
complejo y grandioso Fausto se encuentra el último mito que fue capaz de
engendrar la cultura europea, el de cómo la grandeza intelectual y la sed
omnímoda de saber pueden, sin embargo, engendrar la miseria moral y espiritual.
Por otra parte, en la lectura y estudio de Spinoza encuentra también un
consuelo al desequilibrio romántico que le embargaba, como cuenta en Poesía y
verdad, donde se extiende en comentar especialmente su frase de que «quien bien
ama a Dios, no debe exigir que Dios le ame a él».
Goethe disfrutó ya en vida de fama, respeto, prestigio y
admiración. Delacroix le retrató en una litografía en 1827, aparte de ilustrar
Fausto y Götz von Berlichingen. Por ello, fueron muchos los jóvenes de su época
que quisieron conocerlo en persona o, cual se suele pedantescamente decir: vera
effigies. Por otra parte, su secretario, Eckermann, anotaba cuidadosamente sus
conversaciones con el maestro a lo largo de los años y escribió unas
Conversaciones con Goethe, donde aparecen reflejadas las opiniones que en sus
últimos años sostuvo sobre esas visitas y también sobre todo lo divino y lo
humano.
Obra científica
Morfología
El pensamiento científico de Goethe, como el literario, es
también muy original. Aunque a menudo ha sido considerado como uno de los
representantes más destacados de la Naturphilosophie, en realidad su producción
científica se sitúa a caballo entre el romanticismo y el clasicismo,
desmarcándose, por ejemplo, de los excesos especulativos de Schelling. La
morfología de Goethe se construye en torno a dos conceptos nucleares: el tipo y
la metamorfosis:
En lo que concierne al tipo, destacan sus trabajos sobre el
hueso intermaxilar, cuya existencia demostró común a todos los vertebrados.
Este fue un descubrimiento fundamental, pues demostraba la existencia de un
tipo osteológico común a todos los vertebrados.
El concepto de metamorfosis fue desarrollado en el campo de
la morfología vegetal. Según la teoría goethiana, todos los órganos florales de
las plantas son variaciones de una forma original de donde se derivan por
metamorfosis.
En La metamorfosis de las plantas (Versuch die Metamorphose
der Pflanzen zu erklären), publicada en 1790, Goethe presenta todas las
estructuras vegetales como variaciones de la hoja, entendida como una
estructura ideal. Goethe comienza con los cotiledones, a los que considera
hojas imperfectas. Estos últimos, bajo la influencia generativa y cada vez más
refinada de la savia, se metamorfosean en los sépalos, los pétalos, los
estambres y los pistilos. De este modo, todos los órganos vegetales se conciben
como apéndices idénticos, variedades de un apéndice vegetal abstracto, que
difieren entre sí por su forma y grado de expansión.
Sus ideas acerca de las plantas y la morfología y homología
animal fueron desarrolladas por diversos naturalistas decimonónicos, entre
ellos Charles Darwin.
Maximiliano Reimondi