Guy de Maupassant
Henry René Albert Guy de Maupassant (Dieppe, 5 de agosto de
1850-París, 6 de julio de 1893)
Existe una controversia acerca del lugar exacto de su
nacimiento, generada por el biógrafo fecampés Georges Normandy en 1926. Según
una primera hipótesis, habría nacido en Fécamp, en el Bout-Menteux, el 5 de
agosto de 1850. Según la otra hipótesis habría nacido en el castillo de
Miromesnil (Tourville-sur-Arques), a ocho kilómetros de Dieppe, como establece
su partida de nacimiento. No obstante, todo parece apuntar a que el auténtico
lugar de nacimiento fue este último.
Tuvo una infancia como la de cualquier muchacho de su edad,
si bien su madre lo introdujo a edad temprana en el estudio de las lenguas
clásicas. Su madre, Laure, siempre quiso que su hijo tomara el testigo de su
hermano Alfred Le Poittevin, a la sazón íntimo amigo de Flaubert, cuya
prematura muerte truncó una prometedora carrera literaria. A los doce años, sus
padres se separaron amistosamente. Su padre, Gustave de Maupassant, era un indolente
que engañaba a su esposa con otras mujeres. La ruptura de sus padres influyó
mucho en el joven Guy. La relación con su padre se enfriaría de tal modo que
siempre se consideró un huérfano de padre. Su juventud, muy apegada a su madre,
Laure Le Poittevin, se desarrolló primero en Étretat, y más adelante en Yvetot,
antes de marchar al liceo en Ruan. Maupassant fue admirador y discípulo de
Gustave Flaubert al que conoció en 1867. Flaubert, a instancias de la madre del
escritor de la cual era amigo de la infancia, lo tomó bajo su protección, le
abrió la puerta de algunos periódicos y le presentó a Iván Turgénev, Émile Zola
y a los hermanos Goncourt. Flaubert ocupó el lugar de la figura paterna. Tanto
es así, que incluso se llegó a decir en algunos mentideros parisinos que
Flaubert era el padre biológico de Maupassant.3
El escritor se trasladó a vivir a París con su padre tras la
derrota francesa en la guerra franco-prusiana de 1870. Comenzó a estudiar
Derecho, pero reveses económicos familiares y la mala relación con su padre le
obligaron a dejar unos estudios que, de por sí, ya no le convencían y a
trabajar como funcionario en varios ministerios, hasta que publicó en 1880 su
primera gran obra, «Bola de sebo», en Las veladas de Médan, un volumen naturalista
preparado por Émile Zola con la colaboración de Henri Céard, Paul Alexis, Joris
Karl Huysmans, Léon Hennique. El relato, de corte fuertemente realista, según
las directrices de su maestro Flaubert, fue calificado por este como una obra
maestra. Hoy está considerado como uno de los mejores relatos de la historia de
la literatura universal.
Su presencia en Las veladas de Médan y la calidad de su
relato, permite a Maupassant adquirir una súbita y repentina notoriedad en el
mundo literario. Este éxito será el trampolín que lo convertirá en autor de
multitud de cuentos y relatos (más de trescientos). Sus temas favoritos son los
campesinos normandos, los pequeños burgueses, la mediocridad de los
funcionarios, la guerra franco-prusiana de 1870, las aventuras amorosas o las
alucinaciones de la locura: La Casa Tellier (1881), Los cuentos de la becada
(1883), El Horla (1887), a través de algunos de los cuales se transparentan los
primeros síntomas de su enfermedad.
Su vida parisina y de mayor actividad creativa, transcurrió
entre la mediocridad de su trabajo como funcionario y, sobre todo, practicando
deporte, en particular el remo, al que se entregaba con denuedo en los pueblos
de los alrededores de París a los que regaba el Sena en compañía de amistades
de dudosa reputación. Vida díscola y sexualmente promiscuo,4 jamás se le
conoció un amor verdadero; para Maupassant el amor era puro instinto animal y
así lo disfrutaba. Escribió al respecto: El individuo que se contente con una
mujer toda su vida, estaría al margen de las leyes de la naturaleza como aquél
que no vive más que de ensaladas. Y por añadidura, el carácter dominante de su
madre lo alejó de cualquier relación que se atisbase con un mínimo de seriedad.
Detrás de su carácter pesimista, misógino y misántropo, se
encontraba la poderosa influencia de su mentor Gustave Flaubert y las ideas de
su filósofo de cabecera, Schopenhauer. Abominaba de cualquier atadura o vínculo
social, por lo que siempre se negó a recibir la Legión de Honor o a
considerarse miembro del cenáculo literario de Zola, al no querer formar parte
de una escuela literia en defensa de su total independencia. El matrimonio le
horrorizaba; suya es la frase "El matrimonio es un intercambio de malos
humores durante el día y de malos olores durante la noche". No obstante,
pocos años después de su muerte, un periódico francés, L'Eclair, da cuenta de
la existencia de una mujer con la que Maupassant habría tenido tres hijos. Esta
persona, identificada en ocasiones por algunos biógrafos con la "mujer de
gris", personaje que aparece en las Memorias de su criado François
Tassart, se llamaba Josephine Litzelmann y era natural de Alsacia y, sin duda,
judía. Los hijos se llamaban Honoré-Lucien, Jeanne-Lucienne y Marguerite. Si
bien sus supuestos tres hijos reconocieron ser hijos del escritor, nunca
desearon la publicidad que se les dio.
Atacado por graves problemas nerviosos, síntomas de demencia
y pánico heredados (reflejados en varios de sus cuentos como el cuento
"Quién sabe", escrito ya en sus últimos años de vida) como
consecuencia de la sífilis, intenta suicidarse el 1 de enero de 1892. El propio
escritor lo confesó por escrito: «Tengo miedo de mí mismo, tengo miedo del
miedo, pero, ante todo, tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu,
de mi razón, sobre la cual pierdo el dominio y a la cual turbia un miedo opaco
y misterioso». Tras algunos intentos frustrados, en los que utilizó un
abrecartas para degollarse, es internado en la clínica parisina del Doctor
Blanche, donde muere un año más tarde. Está enterrado en el cementerio de
Montparnasse, en París.
En cuanto a su narrativa corta, son especialmente
destacables sus cuentos de terror, género en el que es reconocido como maestro,
a la altura de Edgar Allan Poe. En estos cuentos, narrados con un estilo ágil y
nervioso, repleto de exclamaciones y signos de interrogación, se echa de ver la
presencia obsesiva de la muerte, el desvarío y lo sobrenatural: ¿Quién sabe?,
La noche, La cabellera o el ya mencionado El Horla, relato perteneciente al
género del horror.
Según Rafael Llopis, quien cita al estudioso de lo
fantástico Louis Vax, «El terror que expresa en sus cuentos es exclusivamente
personal y nace en su mente enferma como presagio de su próxima desintegración.
[...] Sus cuentos de miedo [...] expresan de algún modo la protesta desesperada
de un hombre que siente cómo su razón se desintegra. Louis Vax establece una
neta diferencia entre Mérimée y Maupassant. Éste es un enfermo que expresa su
angustia; aquel es un artista que imagina en frío cuentos para asustar. [...]
Este temor centrípeto es centrífugo en Maupassant. "En 'El Horla' -dice
Vax- hay al principio una inquietud interior, luego manifestaciones
sobrenaturales reveladas solo a la víctima; por último, también el mundo que la
rodea es alcanzado por sus visiones. La enfermedad del alma se convierte en
putrefacción del cosmos"».
Maupassant publicó asimismo cinco novelas de corte
mayormente naturalista: Una vida (1883), la aclamada Bel-Ami (1885) o Fuerte
como la muerte (1889), Pedro y Juan, Mont-Oriol y Nuestro corazón. Escribió
bajo varios seudónimos: Joseph Prunier en 1875, Guy de Valmont en 1878,
Maufrigneuse de 1881 a
1885. Menos conocida es su faceta como cronista de actualidad en los periódicos
de la época (Le Gaulois, Gil Blas, Le Figaro...) donde escribió numerosas
crónicas acerca de múltiples temas: literatura, política, sociedad, etc.
Estilo literario
Guy de Maupassant está considerado uno de los más
importantes escritores de la escuela naturalista, cuyo máximo pontífice fue
Émile Zola, aunque a él nunca le gustó que se le atribuyese tal militancia. Es
cierto que fue un fotógrafo de su tiempo y su doctrina literaria está recogida
en el prólogo (La novela) que escribió para su novela Pierre et Jean, cuando
dice: «La menor cosa tiene algo de desconocido. Encontrémoslo. Para descubrir
un fuego que arde y un árbol en una llanura, permanezcamos frente a ese fuego y
a ese árbol hasta que no se parezcan, para nosotros, a ningún otro árbol ni a
ningún otro fuego».
Maximiliano
Reimondi
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