Eduardo Mallea
Eduardo Mallea (14 de agosto de 1903, Bahía Blanca,
Argentina - 12 de noviembre de 1982, Buenos Aires)
Era hijo de Narciso Segundo Mallea y de Manuela Artiria. Su
padre, nacido en San Juan y descendiente de Sarmiento, era un médico que había
realizado sus estudios en Buenos Aires. Una vez recibido, ejerció su profesión
en Benito Juárez y Azul (Buenos Aires) (provincia de Buenos Aires)
trasladándose luego a Bahía Blanca –a la sazón, la ciudad más importante del
sur argentino– ubicada a unos 680 kilómetros de la capital federal. Fue de su
padre de quien recibió la mayor influencia para inclinarse, definitivamente,
por la literatura. Como describe Óscar H. Villordo: "El padre vivía
manejando enciclopedias, diccionarios y libros. Los había leído todos. Los
releía. Era amigo de Manuel Láinez, tío abuelo del novelista Manuel Mujica
Láinez".
En 1907 la familia realizó un viaje a Europa. Al regreso, en
1910, Eduardo fue inscrito en un colegio inglés en Bahía Blanca. En 1916 la
familia se trasladó a Buenos Aires, donde Eduardo escribe sus primeros relatos
y publica en 1920 el primer cuento La Amazona. Tres años después, el diario La
Nación le publicó Sonata de soledad. En 1926 aparecerán los Cuentos para una
inglesa desesperada y un año después abandona los estudios de abogacía
ingresando a la redacción de La Nación, donde sería por muchos años el director
del suplemento literario. La Revista de Occidente le publica en 1932 la novela
La angustia. En 1936 se edita La ciudad junto al río inmóvil y en 1937 la
editorial Sur publica en Buenos Aires su obra más importante como ensayo
interpretativo de la realidad social y espiritual del país: Historia de una
pasión argentina [véase el estudio de Alberto Fernando Roldán, “Eduardo Mallea
y su visión del nuevo hombre argentino”]. En 1940 se publica la novela La bahía
de silencio y un año después sale a la luz otra obra suya con el bíblico
título: Todo verdor perecerá. En 1941 se publica su libro de ensayos El sayal y
la púrpura.
¿Cómo son los personajes de Mallea? ¿Cómo se caracterizan?
¿Qué tienen en común? Más allá de los diferentes rostros e imágenes que
suscitan al lector, los actores sociales que aparecen en los relatos
manifiestan caracteres, personalidades y modos de ser parecidos. Casi todos
ellos son seres solitarios, introspectivos, taciturnos, con escasa capacidad
para la comunicación fluida con los otros. Tomemos el caso de Chaves. Mallea
describe al personaje: "Chaves iba y volvía solo a su casa por los
caminos, y protegía aquella soledad como sacra cosa suya, sin que cupiera
posibilidad de ser rota, salvo por diez o veinte pasivos pasos hechos al lado
de tal o cual fortuito encuentro, escuchándolo. Se negaba deliberadamente a
hablar".
A modo de síntesis de las influencias de escritores como los
mencionados, Myron Lichtblau escribió: “Debió sentir cierta afinidad con
aquellos escritores que trataron de utilizar el fenómeno del lenguaje no sólo
como medio de comunicación o adorno descriptivo, sino como una fuerza vital y
creadora que pudiera integrarse funcionalmente con la materia tratada”.
Mallea fue invitado a pronunciar conferencias en muchos
centros académicos del mundo tales como las universidades de Princeton y Yale y
la Academia Goethe de San Pablo.
Mallea y Bahía Blanca
El hecho de haber nacido en Bahía Blanca no fue apenas algo
azaroso para Mallea. Por el contrario, marcó su vida, su pasión y su
sentimiento. En varias de sus novelas y en sus ensayos, abundan las referencias
a su patria chica. Ya en el comienzo de Historia de una pasión argentina,
comienza con una referencia a la ciudad cuando expresa: “Yo casi no tuve
infancia metropolitana. Vi la primera luz de mi tierra en una bahía argentina
del Atlántico”. Mientras que en Todo verdor perecerá, describe con mayor
precisión, apelando a una metáfora felina: "He aquí la ciudad del sur,
Bahía Blanca, azotada por la arenisca junto al océano. Como la garra cauta del
gato con el cachorro confiado, juega el verano con la ciudad atlántica. De
pronto los plátanos de hojas inmóviles contienen, alegres, el gorjeo de la
siesta. Soñolientos pasantes de abogado cambian con los procuradores recibidos
miradas de envidia embotada."
Es una fotografía de la ciudad austral, caracterizada por
los vientos encontrados, la tierra y la arenilla que flota por los aires hasta,
a veces, cubrir toda la ciudad bajo un manto de polvo visible desde un vuelo.
Pero Mallea describe no sólo la ciudad, sino su gente cuando habla de los
“soñolientos pasantes de abogado” que cruzan las calles centrales en las
cercanías del correo y la plaza Rivadavia yendo de juzgado en juzgado. Una
ciudad tranquila por entonces, ajena a los ruidos y los febriles movimientos de
ahora. En otro tramo de la narración, Mallea describe el origen y crecimiento
de Bahía Blanca cuando compara a Ágata –personaje central del relato– con la
ciudad. Dice: "Mientras ella se abría, la ciudad, Bahía Blanca, se
cerraba, también como una flor, pero de piedra. La formación de las ciudades
americanas se parecen [sic] a un capítulo de biología vegetal. En torno al fortín,
valla opuesta al indio predatorio, comenzó a crecer, hacia los ochocientos
veintiocho, la población militar, y cuatro años más tarde Rosas y Darwin se
paraban ante aquellos salitrales que después de los secos calores extendían en
la bahía su ardiente sabana blanca."
Y, en Chaves, aquel relato breve “de un exacto rigor” –como
definiría Jean Duvignaud– describe Mallea: "Al dividirse de su padre,
después de escenas ásperas en que el progenitor aniquilaba al adolescente, fue
a buscarse la vida por esa ciudad del Atlántico. He ahí la tienda Blanco y
Negro; el periódico, El Atlántico; la lujosa calle O’Higgins; la iglesia
metropolitana. Por las afueras: el campo. Los ferrocarriles y los trigales, el
universo. Se apretó a la ciudad, resistente, recalcitrante a salir. “Chaves,
quédate”, aconsejaba la voz interior. Y se quedó."
Como si el destino de Chaves estuviera, desde entonces,
ligado a la ciudad desde la que surge una voz interior que le invita a
quedarse. Definitivamente. No en vano se ha dicho que Mallea es un hito en la
novela argentina en cuanto a que sus relatos salen de lo campestre para
instalarse en la ciudad, en este caso, en su ciudad natal: la vieja e
influyente Bahía Blanca.
Maximiliano
Reimondi
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