viernes, 28 de agosto de 2015

Johann Wolfgang von Goethe



Johann Wolfgang von Goethe (28 de agosto de 1749, en Francfort del Meno, Hesse, Alemania – 22 de marzo de 1832, en Weimar, Turingia, Alemania)
Poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a fundar el romanticismo, movimiento al que influenció profundamente. En palabras de George Eliot fue "el más grande hombre de letras alemán... y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra". Su obra, que abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en importantes escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores, siendo incalculable en la filosofía alemana posterior y constante fuente de inspiración para todo tipo de obras. Su apellido da nombre al Goethe-Institut, organismo encargado de difundir la cultura alemana en todo el mundo.
El propio Goethe narró su vida en un libro autobiográfico, Poesía y verdad (1811 y ss.), que llega hasta el año 1775, cuando se pone al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto en Weimar.
Nació en Fráncfort del Meno (Frankfurt am Main), hijo de Johann Caspar Goethe, un abogado y consejero imperial que se retiró de la vida pública y educó a sus hijos él mismo, bajo la máxima de no perder el tiempo en lo más mínimo, y de Katharina Elisabeth Textor, hija de un antiguo burgomaestre de Fráncfort. Estas vinculaciones familiares le pusieron en contacto desde el principio con el patriciado urbano y la vida política.
De inteligencia superdotada, y provisto de una enorme y enfermiza curiosidad, hizo prácticamente de todo y llegó a acumular una omnímoda o completa cultura. Primeramente estudió lenguas, aunque sus inclinaciones iban por el arte y nunca, a lo largo de toda su vida, dejó de cultivar el dibujo; al tiempo que escribía sus primeros poemas, se interesó por otras ramas del conocimiento como la geología, la química y la medicina.
Goethe estudió Derecho en Leipzig (1765); allí conoció los escritos de Winckelmann sobre arte y cultura griegas, pero una grave enfermedad le obligó a dejar los estudios en 1768 y volver a Fráncfort; Katharina von Klettenberg, amiga de su madre, le cuidó y le introdujo en el misticismo pietista, que ponía su énfasis en el sentimiento dentro de la confesión protestante; por entonces compuso sus primeros poemas. Retomó los estudios en 1770 en Estrasburgo y los concluyó al año siguiente; esos dos años allí fueron muy importantes para él: conoció a Friederike Brion, que le inspiró la mayoría de sus personajes femeninos, y trabó amistad con el teólogo y teórico del arte y la literatura Johann Gottfried von Herder. Herder le introdujo en la poesía popular alemana, le descubrió el universo de Shakespeare y le liberó definitivamente del Neoclasicismo francés y de la confianza en la razón de la Aufklärung alemana.
Empezó a hacer prácticas de abogacía en Wetzlar y colaboró con Herder en la redacción del manifiesto fundador del movimiento Sturm und Drang («Tempestad e ímpetu»), considerado el preludio del Romanticismo en Alemania: Sobre el estilo y el arte alemán (1772). En esta obra se reivindica la poesía de James MacPherson (Ossian) y de Shakespeare. Otra vez de vuelta en Fráncfort, escribió la tragedia Götz von Berlichingen (1773) y al año siguiente su novela Las cuitas del joven Werther (1774). La inspiración del Werther la había encontrado a mediados de 1772 cuando hacía prácticas de abogacía en el tribunal de Wetzlar: se había enamorado de Charlotte Buff, novia y prometida de su colega, también abogado en prácticas, Johann Christian Kestner; otro abogado atormentado por un amor no correspondido se suicidó utilizando una pistola prestada por Kestner y Goethe unió ambas historias para su novela de 1774, Las desventuras del joven Werther, en parte epistolar; alcanzó un éxito tan grande y representó tan bien en la figura del protagonista el desencanto de las jóvenes generaciones, que suscitó una epidemia de suicidios adolescentes en el país, a semejanza del del joven protagonista.
El mismo año que el Werther (1774) Goethe publica su drama Clavijo mientras intentaba abrir con poca fortuna un bufete de abogado en Fráncfort; en la primavera de 1775 Goethe se compromete con la hija de un banquero de Fráncfort, Lili Schönemann, pero la diferencias sociales y de estilo de vida entre ambas familias terminó por desbaratar el compromiso, que no llegó a formalizarse en matrimonio: el noviazgo terminó en el otoño de ese mismo año y no dudó en aceptar la invitación a la Corte de Weimar de Carlos-Augusto, heredero del ducado de Sajonia-Weimar, y, tras publicar su Stella (1775), marchó hacia allá, prácticamente huyendo de dos cosas: del compromiso sentimental con Lili Schönemann y del ejercicio de la abogacía.
Al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto, ya hasta su muerte fijó su residencia en Weimar. Las numerosas tareas que éste le encomendaba le hicieron abandonar prácticamente la literatura durante casi diez años y Anna Amalia, madre de Carlos Augusto, que había empezado a crear un círculo de intelectuales con el preceptor de su hijo, Wieland, lo amplió al incluir en él a Goethe y posteriormente Herder y Friedrich von Schiller; fugazmente pasaron también por allí Jakob Michael Reinhold Lenz y Friedrich Maximilian Klinger. Goethe pasó de ser consejero secreto de legación (1776) a consejero secreto (1779) y finalmente se convirtió en una especie de ministro supremo.
Inicia en esa época sus investigaciones científicas. Interesado por la óptica, concibió una teoría distinta a la de Isaac Newton sobre los colores y también investigó en geología, química y osteología, disciplina esta última en que descubrió el hueso intermaxilar en marzo de 1784, que pone una de las primeras piedras en la teoría de la evolución del hombre, aunque en esto se le adelantó por muy poco un anatomista francés, lo que le supuso una gran frustración. Las cartas a Charlotte von Stein dan fe de esta época de su vida, envuelta en todo tipo de encargos y gestiones para reformar el muy pequeño y humilde estado de Weimar.
Desde un puesto tan importante tuvo la oportunidad de relacionarse con la alta aristocracia y conoció a personajes notables, como Napoleón Bonaparte, Ludwig van Beethoven, Friedrich von Schiller y Arthur Schopenhauer. En 1782 fue añadida la partícula von a su apellido por el mismo Duque Carlos Augusto pese a las protestas de la nobleza, para formar parte de la Corte con un cargo equiparable al de los restantes ministros, pertenecientes todos a ella.
Ingresó en la Masonería el 11 de febrero de 1783, aunque según el escritor masónico Lorenzo Frau Abrines, la fecha de su ingreso es anterior, el 23 de junio de 1780, dentro de la efímera logia Amalia, que abatió columnas dos años después. En 1830, dos años antes de su muerte, Goethe compuso un poema titulado Para la fiesta de San Juan de 1830, en ocasión de celebrarse su cincuentenario como miembro de la masonería. A su condición de masón y a su paso por la Masonería, así como a otras aficiones que al parecer cultivó, se atribuye influencia en su obra, especialmente en Fausto.
Por otra parte, seguía profundizando en el estudio del teatro de William Shakespeare y de Pedro Calderón de la Barca, algunas de cuyas obras (por ejemplo, El príncipe constante de Calderón) hace representar con éxito como encargado del teatro en la Corte de Weimar; en estas funciones empezó a cartearse con Schiller. Las lecturas teatrales de estos autores amplían notablemente los horizontes de su espíritu. Le domina además el entusiasmo ante la falsa poesía céltica de Ossian y escribe un famoso monólogo del gran dios del Romanticismo, Prometeo, que personificaba el genio rebelde de los creadores y del cual se sintió justamente orgulloso.
Fue como la mecha que provocara el estallido que descubrió y sacó a plena luz las más secretas condiciones de hombres dignos.
Así fue en efecto, en lo referido al movimiento conocido como titanismo, uno de cuyos más preclaros representantes fue Giacomo Leopardi. Merced a Goethe, Weimar se convirtió en el auténtico centro cultural de Alemania; allí compuso poemas inspirados por Charlotte von Stein y empezó la redacción de sus obras más ambiciosas, como sus dramas Ifigenia en Táuride (1787) Egmont y Fausto, que luego revisaría a fondo tras la profunda impresión que recibió en su trascendental viaje a Italia (1786–1788), que cambió su desequilibrada estética romántica por el equilibrio clásico. Empezó en Venecia, donde compuso sus Epigramas venecianos, y terminó en Roma, donde estudió la cultura grecolatina a fondo; de esta época son sus Elegías romanas. El viaje a Italia supone el comienzo de su periodo clásico.
Sin embargo, a su regreso a Weimar en 1788 se encuentra una gran oposición a su nueva estética; es más, se forma un cierto escándalo cuando llega a divulgarse que desde ese mismo año vive amancebado con una jovencita, Christiane Vulpius (1765–1816), que le dio al año siguiente un hijo, Julius August Walther von Goethe (1789–1830); cuatro abortos sucesivos posteriores inducen a creer que entre ambos había incompatibilidad de grupos sanguíneos, en aquella época desconocida. Goethe legitimó a su único hijo en 1800.
No abandonó completamente su pretensión de labrarse una carrera científica. En Zur Farbenlehre, 1810, intentó refutar con poca fortuna la teoría de los colores de Newton. En el primer volumen de esta obra se halla la que es sin duda la primera historia comprensiva de la ciencia.
Dirigió el Teatro ducal entre 1791 y 1813 y con motivo de este cargo conoció en 1794 al dramaturgo Friedrich von Schiller, con el que sostuvo una luenga amistad y cierta correspondencia epistolar hasta la muerte de éste en 1805. Schiller publicó las hasta entonces inéditas Elegías romanas de Goethe en su periódico, Las Horas, en 1795. También imprimió la novela Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1796) y la novela en verso Hermann y Dorothea (1798). Schiller incitó a Goethe a que prosiguiera en la gran obra de su vida, el Fausto, poema que no paraba de corregir y ampliar y cuya primera versión apareció en 1808. Desde dos años antes se hallaba ya casado con Christiane Vulpius, quizá para acallar a quienes criticaban su estilo de vida. El hecho más importante quizá de esta época de su vida es su entrevista en Erfurt con Napoleón I en 1808, cuando el ejército francés ocupaba parte del territorio prusiano en el marco de las guerras Napoleónicas.
La Revolución francesa supuso para Goethe un gran trastorno; algunos de sus epigramas venecianos ya tratan este tema, pero como su pensamiento se hallaba por completo imbuido del equilibrio y armonía del clasicismo y veía el ser como una totalidad orgánica a partir de la filosofía de Kant, el desarrollo de la revolución y el cambio provocado por la violencia le parecían una atrocidad. Eso se plasmó en algunas obras de entonces, como la colección de novelitas breves Conversaciones de emigrados alemanes (1795), la obra épica Germán y Dorotea (1797) y la tragedia La hija natural (1799 y ss.). Algo después aparecen las novelas de madurez: Las afinidades electivas (1809) y Los años de peregrinaje de Wilhelm Meister (1821, revisado en 1829), así como un diario de su viaje por Italia, Viajes italianos (1816), su autobiografía Poesía y verdad en varias entregas (1811–1833) y un poemario, Diván de Oriente y Occidente (1819), donde se deja sentir algo el influjo de la poesía oriental. Goethe murió en Weimar el 22 de marzo de 1832. La versión final de su gran poema coral Fausto apareció póstuma ese mismo año.
En cuanto a su carrera literaria, Goethe la inició en el seno de un exasperado Romanticismo deudor del Sturm und Drang, cuya obra más representativa se encargó de escribir él mismo: Las cuitas del joven Werther. El viaje a Roma supuso para él ir arrinconando esa estética en una evolución que le hizo al cabo renegar del Romanticismo e identificarse con el equilibro clásico grecolatino, lo que puso fin a su tormentosa vida interior. Fue esa la revelación del Clasicismo, verdadera raíz con la que podía identificarse la cultura alemana. «Ahora comprendo el sentido del mármol», escribirá en una de sus Elegías romanas.
De ese viaje por Italia son fruto también los Epigramas venecianos, entre los cuales hay algunas meditaciones profundas sobre la contemporánea Revolución francesa o el significado de la vida y de la cultura. La postura política de Goethe es sin embargo conservadora: «prefiero la injusticia al desorden», escribirá. Eso le supuso algunos recelos por parte de otros artistas a los que no les importaba en lo más mínimo no acordarse con su contexto social, como por ejemplo Beethoven. En las dos versiones de su complejo y grandioso Fausto se encuentra el último mito que fue capaz de engendrar la cultura europea, el de cómo la grandeza intelectual y la sed omnímoda de saber pueden, sin embargo, engendrar la miseria moral y espiritual. Por otra parte, en la lectura y estudio de Spinoza encuentra también un consuelo al desequilibrio romántico que le embargaba, como cuenta en Poesía y verdad, donde se extiende en comentar especialmente su frase de que «quien bien ama a Dios, no debe exigir que Dios le ame a él».
Goethe disfrutó ya en vida de fama, respeto, prestigio y admiración. Delacroix le retrató en una litografía en 1827, aparte de ilustrar Fausto y Götz von Berlichingen. Por ello, fueron muchos los jóvenes de su época que quisieron conocerlo en persona o, cual se suele pedantescamente decir: vera effigies. Por otra parte, su secretario, Eckermann, anotaba cuidadosamente sus conversaciones con el maestro a lo largo de los años y escribió unas Conversaciones con Goethe, donde aparecen reflejadas las opiniones que en sus últimos años sostuvo sobre esas visitas y también sobre todo lo divino y lo humano.

Obra científica

Morfología

El pensamiento científico de Goethe, como el literario, es también muy original. Aunque a menudo ha sido considerado como uno de los representantes más destacados de la Naturphilosophie, en realidad su producción científica se sitúa a caballo entre el romanticismo y el clasicismo, desmarcándose, por ejemplo, de los excesos especulativos de Schelling. La morfología de Goethe se construye en torno a dos conceptos nucleares: el tipo y la metamorfosis:
En lo que concierne al tipo, destacan sus trabajos sobre el hueso intermaxilar, cuya existencia demostró común a todos los vertebrados. Este fue un descubrimiento fundamental, pues demostraba la existencia de un tipo osteológico común a todos los vertebrados.
El concepto de metamorfosis fue desarrollado en el campo de la morfología vegetal. Según la teoría goethiana, todos los órganos florales de las plantas son variaciones de una forma original de donde se derivan por metamorfosis.
En La metamorfosis de las plantas (Versuch die Metamorphose der Pflanzen zu erklären), publicada en 1790, Goethe presenta todas las estructuras vegetales como variaciones de la hoja, entendida como una estructura ideal. Goethe comienza con los cotiledones, a los que considera hojas imperfectas. Estos últimos, bajo la influencia generativa y cada vez más refinada de la savia, se metamorfosean en los sépalos, los pétalos, los estambres y los pistilos. De este modo, todos los órganos vegetales se conciben como apéndices idénticos, variedades de un apéndice vegetal abstracto, que difieren entre sí por su forma y grado de expansión.
Sus ideas acerca de las plantas y la morfología y homología animal fueron desarrolladas por diversos naturalistas decimonónicos, entre ellos Charles Darwin.

                                                                         Maximiliano Reimondi


                                                           

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