Pacto de San José de Flores
El Pacto Unión San José de Flores, Pacto de Unión Nacional,
Convenio de Unión o Pacto de San José de Flores, fue un tratado firmado entre
la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires el día 11 de noviembre
de 1859. Estableció las pautas para el ingreso de este último a la
Confederación, y que se verificaría su adhesión por medio de la aceptación y
jura solemne de la Constitución de 1853, previa revisión de la misma.
Antecedentes
Desde fines de 1852, la Argentina estuvo dividida en dos
estados separados, sin más relación que la diplomacia y el comercio: la
Confederación Argentina, formada por las trece provincias del interior, y el
Estado de Buenos Aires, formado por la actual provincia de Buenos Aires. La
división se había originado por la negativa de Buenos Aires a refrendar el
Acuerdo de San Nicolás y a participar en la sanción de la Constitución
Argentina de 1853.
La división puso en serios aprietos a la Confederación, más
que a Buenos Aires, ya que la principal fuente de impuestos, la Aduana de
Buenos Aires, permaneció controlada por el gobierno porteño. Por otro lado, si
bien nominalmente los países europeos y americanos reconocían solamente a la
Confederación, sus diplomáticos preferían residir en Buenos Aires, ciudad mucho
más grande y cómoda que la entonces pequeña capital de la Confederación,
Paraná.
El gobierno porteño contaba con algunos aliados en el
interior, sobre todo el gobernador de la provincia de Santiago del Estero,
Manuel Taboada, y poderosos partidos liberales en Salta, Corrientes, Tucumán y
San Juan. Cuando los liberales de San Juan lograron apoderarse del gobierno
provincial por medio del asesinato del caudillo federal Nazario Benavídez,
estalló la guerra entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires.
No duró mucho, y básicamente se limitó a la batalla de Cepeda, del 23 de
octubre de 1859.
Negociaciones
Mientras la prensa porteña y el gobernador Valentín Alsina
proferían insultos contra los federales, convocando al pueblo a la defensa a
toda costa de la capital, el general vencido, Bartolomé Mitre, retrocedió con
su infantería hasta la ciudad.
El presidente Justo José de Urquiza tenía orden del Congreso
Nacional de incorporar a Buenos Aires por la fuerza, pero — después de la
batalla — prefirió las negociaciones. En su avance hacia la capital, emitió una
proclama, que anunciaba:
"Ofrecí la paz antes de combatir y de triunfar. La
victoria, y dos mil prisioneros tratados como hermanos, es la prueba que
ofrezco de la sinceridad de mis buenos sentimientos y de mis leales promesas.
No vengo a someteros bajo el dominio arbitrario de un hombre, como vuestros
opresores lo aseguran; vengo a arrebatar a vuestros mandones el poder con que
os conducen por una senda extraviada, para devolvéroslo... Desde el campo de
batalla os saludo con el abrazo del hermano. Integridad nacional, libertad,
fusión, son mis propósitos."
Urquiza no quería que se repitiera lo ocurrido en 1853,
durante el sitio de Buenos Aires iniciado por Hilario Lagos, en que la moral de
la tropa sitiadora decayó completamente. Propuso iniciar de inmediato la paz y
la unión; de lo contrario, atacaría la ciudad.
El general Francisco Solano López, hijo del presidente
paraguayo, había intentado mediar entre los contendientes poco antes de la
batalla de Cepeda. Aún estaba en Buenos Aires cuando se supo la noticia de la
derrota, y entonces volvió a proponer al gobernador Alsina las bases exigidad
por Urquiza. Entre ellas se destacan la primera, que decía, escuetamente,
"Integridad nacional"; la segunda, que prometía la revisión de la
Constitución Nacional por el Estado de Buenos Aires, pero no antes de 1863; y
la quinta, que promete no castigar a los responsables de la revolución porteña
de 1852.
Poco después, el ejército de la Confederación acampó en el
pueblo de San José de Flores, muy cerca de la capital. Allí se dirigieron los
mediadores porteños: Juan Bautista Peña, Carlos Tejedor y Antonio Cruz
Obligado. Por la Confederación, Urquiza nombró a Tomás Guido, Juan Esteban
Pedernera y Daniel Aráoz.
Los delegados porteños pidieron el retiro del ejército
nacional de la provincia, pero los federales se negaron a continuar las
negociaciones mientras no se retirara esa exigencia, lo que se hizo. Por unos
días, las negociaciones fueron discutidas amigablemente, hasta que el 7 de
noviembre, Urquiza exigió el cambio de todo el gobierno porteño, incluido
Alsina. Las negociaciones se interrumpieron.
Al saber que Alsina se había negado, Urquiza ordenó comenzar
el avance sobre Buenos Aires. A pedido de López, Urquiza pospuso el ataque,
pero sólo por 24 horas. El día 8, un grupo de legisladores de Buenos Aires
solicitó la renuncia al gobernador, argumentando que su permanencia en el cargo
"era en ese momento inútil para la paz como para la guerra".
Alsina imaginó un proyecto absurdo: retirar el gobierno de
la ciudad y mudarlo al sur de la provincia, donde se formaría un nuevo
ejército. Consultó a Mitre, que rechazó completamente el proyecto. Falto de
apoyo, Alsina y el ministro Dalmacio Vélez Sarsfield renunciaron. Para
sustituir a Alsina en la gobernación, fue designado el presidente del senado
provincial, Felipe Llavallol.
López aprovechó la renuncia para pedir — y conseguir — de
Urquiza una suspensión de hostilidades de más largo plazo. Las negociaciones pudieron
continuar.
El Pacto
El día 9, López comenzó una serie de entrevistas casi sin
descanso con los mediadores de ambos bandos. El 11 de noviembre, finalmente, se
firmó el Pacto y se canjearon los prisioneros de guerra.
El texto final del Pacto era muy similar a la propuesta de
Urquiza anterior a Cepeda, con algunas variantes. Las cláusulas más importantes
fueron:
.Buenos Aires se declaraba parte integrante de la
Confederación Argentina.
.El gobierno porteño convocaría una convención provincial,
que revisaría la Constitución Nacional y podría proponer reformas a la misma.
.En caso de que se propusieran reformas, éstas serían
discutidas por una Convención Nacional Constituyente, a reunirse en Santa Fe,
con la participación de todas las provincias.
.El territorio de Buenos Aires no podría ser dividido sin el
consentimiento de su Legislatura. Eso era particularmente importante debido a
que la Constitución establecía que la capital de la Nación era la ciudad de
Buenos Aires, y que debía ser federalizada.
Buenos Aires se abstendría en delante de mantener relaciones
diplomáticas con otras naciones.
.La provincia de Buenos Aires conservaba todas sus
propiedades y edificios públicos, con excepción de la Aduana, que pasaba a ser
propiedad de la Nación.
.Se establecía un perpetuo olvido de todas las causas que
había provocado la desunión; este incluía una amplia amnistía para los
participantes en las disensiones pasadas.
.El ejército nacional se retiraba de la provincia de Buenos
Aires.
Fue firmado por Juan Bautista Peña y Carlos Tejedor, como
representantes del Estado de Buenos Aires, Tomás Guido, Daniel Aráoz y Juan
Esteban Pedernera por la Confederación, y el general paraguayo Francisco Solano
López, como mediador.
La Reforma de la
Constitución
La provincia reunió una Convención Constituyente según sus
propias leyes electorales, que propuso una serie de reformas a la Constitución.
Algunas de ellas eran meramente de forma, como la eliminación de frases como
"ejecuciones a lanza y cuchillo", o el reemplazo del término
Confederación Argentina por Nación Argentina.
Otras eran más importantes, como la eliminación del
requisito de aprobación por el Congreso para la entrada en vigencia de las
constituciones provinciales, o la liberación del Banco de la Provincia de Buenos
Aires de todo impuesto nacional. También se modificaba la forma de las
intervenciones federales.
También se modificó el artículo que declaraba que «las
autoridades que ejercen el Gobierno federal residen en la ciudad de Buenos
Aires, que se declara capital de la Confederación por una ley especial»,
reemplazándolo por «la ciudad que se declare Capital de la República por una
ley especial del Congreso, previa cesión hecha por una o más legislaturas
provinciales, del territorio que haya de federalizarse».
La que tuvo más importancia fue la que, a cambio de recibir
la Nación la Aduana de Buenos Aires, el país garantizaba a la provincia el
presupuesto provincial del año 1858; es decir, del último presupuesto
"normal" — no de guerra — que sancionó estando en posesión de la
Aduana.
Una serie de detalles menores fueron discutidos y
sancionados por un pacto particular el 6 de junio de 1860, firmado por el
presidente Santiago Derqui, el ministro Benjamín Victorica y el delegado
porteño Vélez Sarsfield. Por este pacto, se estableció la forma de elección de
los diputados a la Convención Constituyente. En particular, preocupaba al
general Mitre — entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires — que los
diputados de las provincias fueran oriundos o residieran en las provincias que
representaban. Pero lo más importante fue que la provincia seguiría en poder de
la Aduana hasta que se formalizara su completa incorporación a la Nación,
incluyendo la incorporación de los diputados y senadores porteños al Congreso
Nacional.
El 14 de septiembre de 1860, una vez finalizada la
presidencia del general Urquiza, una Convención Reformadora se reunió en Santa
Fe para considerar las reformas propuestas. Sin casi comenzar a discutir, el 23
de septiembre, el diputado Benjamín Victorica — yerno de Urquiza — interrumpió
los discursos, proponiendo aprobarlas "a libro cerrado", exclamado:
"La integridad de la Nación Argentina no se discute
entre Argentinos: ¡se hace!"
Las reformas fueron aprobadas sin discusión y las sesiones
se clausuraron dos días después.
Fracaso y
supervivencia del Pacto
Pero con la sanción de las reformas de 1860 no se terminaron
los problemas: Mitre y los porteños azuzaron las diferencias entre Derqui y su
antecesor, que seguía siendo el comandante del ejército y había vuelto al
gobierno de la provincia de Entre Ríos. Los liberales, aliados de Buenos Aires,
lograron una serie de avances en las provincias del interior, obligando a
Derqui a apoyarse cada vez más en Mitre y sus aliados.
Dos crisis precipitaron el fracaso de la anunciada Unión
Nacional: por un lado, los liberales de San Juan asesinaron a su gobernador,
José Antonio Virasoro; en respuesta, el general Juan Saá, nombrado interventor
federal por Derqui, invadió la provincia y derrotó al gobernador Antonino Aberastain,
que fue ejecutado. Por otro lado, el gobierno porteño, a pesar de lo pactado,
eligió los diputados de la provincia según la ley provincial, y no según la
nacional. Cuando el Congreso rechazó los diplomas de los diputados porteños,
Mitre anunció que desconocía el Pacto de San José. Y desconoció la autoridad
del presidente Derqui y su Congreso, además de negarse a entregarle la Aduana.
Eso precipitó una segunda fase de la guerra civil, que
comenzó con la victoria porteña en la batalla de Pavón. A continuación, el
ejército porteño invadió las provincias federales del interior. Derqui
renunció, y la Confederación quedó de hecho disuelta.
Los gobiernos provinciales encargaron a Mitre normalizar las
autoridades nacionales, y éste reunió un nuevo Congreso Nacional, en el que los
federales fueron proscriptos en casi todas las provincias. Y poco después fue
electo presidente de la Nación, cargo que asumió en octubre de 1862.
Pese a las presiones de los porteñistas más fanáticos, Mitre
decidió reconocer el texto constitucional aprobado en 1860, y también todas las
cláusulas del Pacto de San José de Flores. La República Argentina permaneció
unida, aunque dominada de hecho por el gobierno porteño. En esas condiciones,
tampoco tuvo inconveniente en nacionalizar la Aduana.
Los federales fueron completamente derrotados a lo largo de
una larga guerra civil. Y, tras varios alzamientos esporádicos, terminaron por
ser definitivamente aplastados a mediados de la década de 1870. No obstante,
las guerras civiles argentinas se reanudaron en varias oportunidades hasta
1880, dirimiéndose a través de ellas la preeminencia política de un partido
liberal nacional, y la Federalización de la ciudad de Buenos Aires como capital
de la Nación.
Bibliografía
*Scobie, James, La lucha por la Consolidación de la
Nacionalidad Argentina, Ed. Hachette, Bs. As., 1965.
*Cresto, Juan José, El Pacto de San José de Flores: la unión
nacional salvada, Revista Todo es Historia, nro. 150.
*Serrano, Mario A., La capitalización de Buenos Aires, Ed.
Círculo Militar, Bs. As., 1995. ISBN 950-9822-33-7
*Páez de la Torre, Carlos (h), El derrumbe de la
Confederación. Memorial de la Patria, tomo XI, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1984.
ISBN 950-508-093-X.
Maximiliano Reimondi
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