Juan Cruz Varela (1794-1839)
Poeta, dramaturgo, ensayista, teólogo, periodista y editor
de periódicos argentino, nacido en Buenos Aires, el 24 de noviembre de 1794 y
fallecido en Montevideo (Uruguay) el 23 de enero de 1839. Humanista fecundo y
polifacético, cultivó con acierto los géneros literarios más variados y
desplegó, a pesar de su breve existencia, una intensa labor de promoción y
animación cultural que le convirtió en una de las figuras cimeras de la
intelectualidad de su tiempo. Implicado también en el servicio a la
Administración pública de su joven nación, fue uno de los intelectuales
pioneros en señalar la existencia de una cultura específicamente argentina, con
independencia del vasto legado español.
Vida
Alentado desde su temprana juventud por una viva curiosidad
humanística y una decidida vocación literaria, cursó estudios superiores de
Teología en la Universidad de Córdoba (Argentina), de donde egresó con el grado
de doctor. Poco después de haber concluido esta rigurosa formación académica,
Juan Cruz Valera se dio a conocer como escritor por medio de una serie de
ensayos filosóficos y poemas heroicos destinados a exaltar la Independencia de
Argentina, al tiempo que comenzaba a publicar sus colaboraciones periodísticas
en los principales rotativos y revistas del país austral. En su brillante
trayectoria dentro del ámbito de la prensa escrita, colaboró asiduamente en las
publicaciones El Argos y La Abeja Argentina, donde, ya en calidad de miembro de
la Sociedad Literaria (en la que había ingresado en 1821), mostró su empeño por
adjudicar a la literatura un papel predominante en la sociedad civil, como
encargada de difundir entre los lectores unas pautas modélicas de
comportamiento racional que les inculquen la necesidad de sacrificar lo privado
en aras de lo público y les enseñen a ejercer su condición de ciudadanos.
Funcionario, por aquellos primeros compases de su carrera
literaria y periodística, en el gobierno de Bernardino Rivadavia (1780-1845),
pronto pasó a la oposición para enfrentarse abiertamente a las autoridades
políticas y, sobre todo, religiosas, a las que hizo objeto de sus agudas y
corrosivas sátiras desde las páginas de El Centinela. En su pleno
convencimiento de que el humor satírico era una de las vías más eficaces para
denunciar y abolir los abusos del poder en cualquiera de sus manifestaciones,
ridiculizó a numerosas personalidades de su tiempo y se ganó un considerable
número de enemigos, entre los que figuraban fray Luis de Paula Castañeda
(difusor de un periodismo gauchesco de sesgo político que ofendía las
convicciones estéticas e ideológicas de Juan Cruz Varela) y fray Cayetano
Rodríguez (quien, después de haber militado en las filas del progresismo
ilustrado, se había escorado hacia posiciones reaccionarias y convertido en uno
de los principales adalides de los intereses del clero argentino, al que
defendió vehementemente desde las páginas de El Oficial del Día).
Además de El Mensajero Argentino y el ya citado El
Centinela, Juan Cruz Varela fundó y editó El Tiempo, diario político, literario
y mercantil (1828), desde cuyas páginas continuó insistiendo en la necesidad de
dirigir toda la carga cómica de sus sátiras contra el poder. Un año después de
la aparición de esta publicación, el escritor bonaerense -ya celebrado como uno
de los grandes poetas y dramaturgos de su tiempo- se vio forzado a emprender el
camino del exilio rumbo a la capital uruguaya, en donde continuó ejerciendo el
periodismo político de oposición junto a su hermano menor Florencio Varela
(1807-1848) -a quien él mismo había iniciado en la escritura- y a otros jóvenes
autores románticos que conspiraban desde Montevideo contra el régimen tiránico
de Juan Manuel de Rosas (1793-1877). Sus briosos afanes cívicos y culturales
sólo pudieron ser reducidos por la llegada de la muerte, que le sobrevino
prematuramente en la capital de Uruguay cuando llevaba ya diez años en el
exilio.
Obra
Juan Cruz Valera se dio a conocer como poeta bucólico y
amoroso por medio del poema titulado La Elvira (1817), al que después siguieron
otras composiciones de encendido aliento heroico e inflamado ardor patriótico,
como su celebérrima Triunfo de Ituzaingó (1827). Diseminada por las páginas de
los periódicos y revistas en los que había colaborado asiduamente desde su
juventud, su obra en verso quedó finalmente recogida en el volumen titulado
Poesías Completas (1831), recopilado por el propio escritor de Buenos Aires
desde su exilio montevideano. Dentro de su interés general por la literatura de
sus compatriotas -que él fue el primero en considerar como literatura nacional,
con derecho a ser tratada como un corpus autóctono independiente de la
literatura española-, mostró una especial predilección por el género poético, a
cuyo estudio contribuyó poderosamente merced a su selección antológica de la
poesía argentina, publicada bajo el título de Colección de Poesías Patrióticas
(1828). A pesar de que el propio Juan Cruz Valera definió esta antología
realizada por él como "una mezcla confusa de lo bueno, lo malo y lo
detestable que tenemos en poesía", lo cierto es que, en contra de los
criterios estéticos que habían regulado la mayor parte de su producción
periodística, ignoró en esta muestra poética los poemas satíricos y burlescos
que abundaban en una antología reciente de Ramón Díaz, titulada La Lira
Argentina (1824), así como las composiciones que se servían de la métrica
popular, en un intento de dignificar la especificidad de la lírica nacional.
Al margen de estas labores de creación y recopilación
poética, Juan Cruz Valera fue sobre todo elogiado en su tiempo por sus piezas
dramáticas, que le convirtieron en el más significativo exponente del teatro
neoclásico argentino. Siguiendo las propuestas racionalistas del francés Jean
Racine (1639-1699), escribió y estrenó en 1823, con gran éxito de crítica y
público, la tragedia titulada Dido (Buenos Aires: Imprenta de los Niños
Expósitos, 1824), en la que llevaba a los escenarios la renuncia de Eneas al
amor de la reina cartaginesa y el empeño del héroe romano en seguir los rumbos
marcados por su destino. Un año después, apeló a idénticos esquemas neoclásicos
para estrenar una nueva tragedia, Argia, donde ponía en evidencia la lucha por
la libertad a través de los enfrentamientos entre Adrasto y Creón. Consagrado,
en fin, como uno de los grandes dramaturgos argentinos del momento, en 1825
estrenó Idomeneo, una tragedia basada en argumentos religiosos.
La importancia de la obra poética y teatral de Juan Cruz
Valera dentro de las Letras argentinas ha dado pie a numerosas reediciones de
sus textos literarios, entre las que pueden citarse las tituladas Poesías de
Juan Cruz Valera y las tragedias Dido y Argia del mismo autor (Buenos Aires:
Imprenta de La Tribuna, 1879); Tragedias (Buenos Aires: J. Roldán, 1915);
Poesías (Buenos Aires: Imprenta Rosso y Cía, 1916) -con noticia biográfica y
prólogo de Vicente D. Sierra-; Poesías completas (Buenos Aires: Sopena, 1939);
y Poesías (Buenos Aires: Estrada, 1943) -con estudio preliminar del escritor
Manuel Mujica Láinez (1910-1984).
Autor: J. R.
Fernández de Cano.
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