MUNDO GLOBALIZADO
Vivimos en un mundo donde existe un abanico bastante extenso
de sucesos históricos, que cambiaron los paradigmas sociales. En los últimos
años, las grandes potencias tomaron decisiones políticas que tuvieron
consecuencias imprevisibles. Por ejemplo, el enfrentamiento de las diferentes
culturas en defensa de sus territorios mediante actos terroristas que mantienen
en vilo a Europa.
Culturas
Las culturas forman valores y motivan a gente a las acciones que se
parecen desrazonables a los observadores no nativos. Los americanos son
renuentes apreciar el efecto intenso de la cultura en comportamiento. Validamos
el mito que el comportamiento racional dirige todas las acciones humanas.
Aunque el comportamiento irracional ocurre en nuestra propia tradición,
intentamos explicarla por otros medios.
El tratamiento de la vida
general e individual en detalle es una característica cultural que tiene un
enorme impacto en el terrorismo. En las sociedades en donde la gente se
identifica en términos de la calidad de miembro de grupo (familia, clan,
tribu), puede haber una buena voluntad para sacrificarse. Ocasionalmente, los
terroristas parecen ser impacientes para dar sus vidas por su organización y
causa. Otros factores incluyen la manera de la cual se acanala la agresión y
los conceptos de la organización social.
Algunos sistemas políticos
no tienen ningún medio no violento eficaz para que la sucesión accione. Un
motivo cultural importante del terrorismo es la opinión "extranjeros” y
anticipación de una amenaza a la supervivencia étnica del grupo. El miedo de la
exterminación cultural conduce a la violencia. Todos los seres humanos son
sensibles a las amenazas a los valores por los cuales se identifican. Éstos incluyen
lenguaje, la religión, la calidad de miembro de grupo y el territorio del
nativo. La posibilidad de perder cualesquiera de éstos puede accionar la
defensiva.
Religión
La religión puede ser la más volátil de identificadores culturales
porque abarca los valores llevados a cabo profundamente. Una amenaza para su
religión pone no solamente el presente en riesgo sino su fin cultural y el
futuro. Muchas religiones, incluyendo cristianismo e islamismo, han utilizado
la fuerza para obtener a convertidos. El terrorismo en el nombre de la religión
puede ser especialmente violento.
Más allá del repudio de la
barbarie, el reciente ataque terrorista en París obliga a reflexionar sobre el
contexto y las causas de estos hechos. Sumariamente, cabe recordar que la ola terrorista
tiene su origen y principal escenario en el mundo islámico de Medio Oriente y
Asia. La misma expresa el fundamentalismo religioso y el conflicto hacia el
interior de la propia fe, agravados por las rivalidades nacionales, los
reiterados fracasos de la intervención de las grandes potencias y las disputas
por el dominio de los recursos naturales, principalmente el petróleo.
No es casual que, al mismo
tiempo, prevalezcan, en esos países, condiciones extremas de subdesarrollo y
pobreza, escenario de la desesperanza de una realidad agobiante. Sin
alternativas ni futuro, surgen el caldo de cultivo de la violencia y las
soluciones mesiánicas. Naturalmente, son jóvenes los que forman los principales
cuadros operativos del terrorismo en los países de origen y quienes se
solidarizan con su causa en el resto del mundo. Es previsible que mientras
subsistan las condiciones actuales continuará la violencia que, en un orden
mundial globalizado, es también global, como acaba de confirmarlo el ataque en
París.
Pobreza
En definitiva, la pobreza extrema y la ausencia de oportunidades de
mejora social, educación y calidad de vida constituyen el factor fundamental
que impulsa el terrorismo e impide resolver, por la vía de la negociación y la
paz, los conflictos en el interior del mundo islámico y la proyección del drama
al resto del mundo. El problema se proyecta a países democráticos, como
Francia, en los cuales existen etnias y credos diversos, cuya convivencia
creativa y en paz es amenazada por eventuales reacciones xenófobas.
En los países islámicos
agobiados por los conflictos y el terrorismo no habrá respuestas eficaces y
duraderas sin desarrollo, sin generación de empleo, educación y oportunidades.
Estas son, asimismo, las condiciones necesarias para la estabilidad
institucional y la solución pacífica de los conflictos. La experiencia
contemporánea de los países emergentes de Asia demuestra la posibilidad de la
transformación de las condiciones económicas y la mejora de los niveles de vida
de centenares de millones de seres humanos cuando se ponen en marcha los
procesos de gestión del conocimiento, industrialización e inclusión social.
¿Y el futuro?
Desgraciadamente, el orden económico mundial va, precisamente, en
sentido contrario a lo necesario para erradicar el terrorismo y consolidar la
paz. Va hacia el aumento de la desigualdad dentro de los países y, entre ellos,
a la concentración de la riqueza en pocas manos, a los desequilibrios
macroeconómicos generados por la especulación financiera y las políticas
neoliberales que prevalecen en la Unión Europea y en la mayor parte de las
economías avanzadas del Atlántico Norte.
La ausencia, prácticamente
absoluta, de cooperación internacional efectiva para resolver el problema de la
desigualdad a escala global anticipa un panorama sombrío para el futuro de este
siglo. Sólo el ejercicio de la fuerza es incapaz de afianzar la paz y el orden
del mundo global.
En un mundo globalizado, es
una cuestión planetaria. La abismal diferencia en los niveles de vida, entre el
despilfarro de una minoría y las miserias de la mayoría, se proyecta a nivel
global, contagia el comportamiento social, radicaliza la protesta y fomenta el
terrorismo, cuyas causas manifiestas pueden descansar en otros factores (como
el fundamentalismo religioso) pero se amplifican por la desigualdad.
Maximiliano Reimondi
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