Giovanni Pico della Mirandola
Giovanni Pico della Mirandola (Mirandola, Ferrara, 24 de
febrero de 1463 - Florencia, 17 de noviembre de 1494)
Mientras estudiaba en la Universidad de Bolonia publicó, a
los catorce años, Las decretales. Luego viajó por el territorio italiano y más
tarde por Francia, donde también asistió a la universidad. Estudió sobre todo
lenguas: griego, árabe, hebreo y caldeo, con el propósito de entender la
Cábala, el Corán, los oráculos caldeos y los Diálogos platónicos en sus textos originales.
En 1485, durante su estancia en París, leyó los trabajos de
Averroes (1126-1198), el filósofo y teólogo asharí hispanoárabe que introdujo
el pensamiento aristotélico en Occidente. Allí concibió la idea de unificar las
tradiciones culturales sobrevivientes en aquella época. Al año siguiente, ya de
regreso en Italia, con sólo 23 años, raptó en Arezzo a la esposa de Giuliano
Moriotto dei Medici, un pariente pobre de los Medici florentinos, por lo que
fue perseguido, atacado y herido. Luego, hacia finales del año 1486 publicó en
Roma sus Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae, conocidas
como Las 900 tesis.
Se trata de novecientas proposiciones recogidas de las más
diferentes fuentes culturales, tanto de filósofos y teólogos latinos como de
los árabes, los peripatéticos y los platónicos. No excluyó tampoco a los
pensadores esotéricos, como Hermes Trimegisto, ni a los libros hebreos. La obra
iba precedida de una introducción, que tituló Discurso sobre la dignidad del
hombre, texto que se ha convertido en clásico y donde Pico formula tres de los
ideales del Renacimiento: el derecho inalienable a la discrepancia, el respeto
por las diversidades culturales y religiosas y, finalmente, el derecho al
crecimiento y enriquecimiento de la vida a partir de la diferencia.
En cuanto a las tesis, su intención era demostrar que el
Cristianismo era el punto de convergencia de las tradiciones culturales,
religiosas, filosóficas y teológicas más diversas. Su intención era que estas
novecientas conclusiones se discutieran en Roma después de la Epifanía de 1487
por los doctos de todo el mundo, para entablar una paz filosófica entre los
cultivadores de todas las doctrinas. Un ejemplo es esta interpretación de la
creación basada en el Génesis y el Timeo de Platón:
Cuando Dios terminó la creación del mundo, empieza a
contemplar la posibilidad de crear al hombre, cuya función será meditar,
admirar y amar la grandeza de la creación de Dios. Pero Dios no encontraba un
modelo para hacerlo. Por lo tanto se dirige al primer ejemplar de su criatura,
y le dice: "No te he dado una forma, ni una función específica, a ti,
Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de
las demás criaturas la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites.
Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. Te
colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus
alrededores. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la tierra, ni del cielo.
De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás
descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás,
en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos
espíritus, aquellos que son divinos.
Sin embargo trece de esas tesis fueron consideradas
"sospechosas de herejía". El Papa las vinculó con la magia
cabalística y prohibió seguir adelante con el debate. Pico no tuvo mejor idea
que escribir una Apología en la cual defendía esas tesis cuestionadas, lo que
los doctores eclesiásticos consideraron un acto de soberbia y obstinación.
Juzgado y condenado por herejía, Pico fue excomulgado, por lo que huyó a
Francia, donde fue detenido y conducido a la cárcel de Vincennes. El heredero
del trono de Francia, y futuro rey, Carlos VIII, intercedió en su favor y fue
liberado. Tiempo después aceptó una invitación de Lorenzo el Magnífico de
Medicis (1449-1492), banquero, político y mecenas italiano, y se instaló en
Florencia.
En el año 1489 finalizó el Heptaplus, relato místico de la
creación del universo, en el que bucea sobre el Génesis buscando desentrañar
sus significados más recónditos. Dos años después, con veintiocho años de edad,
renunció a sus cuantiosos bienes y a su parte del principado familiar y se entregó
a un profundo fervor religioso. Viajó por toda Italia como mendicante hasta que
en 1493, el papa Alejandro VI lo absolvió de cualquier imputación de herejía y
lo admitió de nuevo en la Iglesia católica. Pico, sin embargo, no abjuró de
ninguna de sus tesis. Ingresó en la Orden de los Dominicos, cuyos hábitos llegó
a vestir poco antes de su muerte, acaecida a los treinta y un años, el 17 de
noviembre de 1494.
Una parte de su Disputationes adversus astrologiam
divinatricem fue publicada en Bolonia tras su muerte. En este libro Pico
presenta argumentos contra la práctica de la astrología que han tenido una
enorme importancia durante siglos, hasta nuestras fechas. Disputationes está
influido por los argumentos contra la astrología expuestos por su admirado personaje
intelectual, San Agustín de Hipona, y también por ideas mantenidas por su
maestro, Marsilio Ficino, que le habría animado a escribirlo. La enemistad de
Pico contra la astrología parece deberse principalmente al conflicto con las
nociones cristianas de libertad de elección. Pero los argumentos de Pico van
más allá de las objeciones de Ficino (que era astrólogo). El sobrino de Pico,
un ferviente seguidor de Savonarola editó el manuscrito para su publicación
tras su muerte, y posiblemente fue corregido para ser aún más crítico. Esto
explica el hecho de que Ficino promocionara el manuscrito y lo apoyara con
entusiasmo antes de su publicación.
Pico llegó a reunir una de las bibliotecas personales más
ricas del Renacimiento, que legó a un amigo con la condición de no cederla a
ningún convento, como era lo usual en la época entre los hombres de su
condición, lo que coincide con su talante independiente y sus firmes y
sostenidas convicciones de eterno rebelde ante la autoridad eclesiástica. Su
fama era grande a su muerte, como demuestra su epitafio.
Aquí yace Pico della
Mirandola: el Tajo, el Ganges, aun las Antípodas saben el resto.
Maximiliano Reimondi
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