Grigori Rasputín
Grigori Yefímovich Rasputín (22 de enero de 1869-30 de
diciembre de 1916)
Muchos datos sobre los primeros años de la vida de Rasputín
son enormemente inseguros. Incluso era más joven de lo que creían sus
contemporáneos puesto que, aunque se ha constatado que nació en 1869, antes se
pensaba que lo había hecho a principios de esa década. Rasputín nació y se crio
en un pequeño pueblo de Siberia Occidental llamado Pokróvskoye, que pertenecía
entonces a la región de Tobolsk, actual Óblast de Tiumén, y está a unos 300 km al este de los
Urales, en la orilla izquierda (norte) del río Turá. Es posible que, como era
habitual entre los campesinos rusos, su nombre derivara de un seudónimo y
proviniera de la palabra rasputnyi ('disoluto').
Rasputín fue singular desde su más tierna infancia, cuando
se arrancaba los pañales. Le resultaba muy difícil concentrarse y no sabía
relacionarse con otros niños. Según su hija, a los catorce años la idea de que
«el reino de Dios está en nosotros» le hizo «correr a esconderse en el bosque,
temeroso de que la gente notara que le había ocurrido algo inimaginable».
Cuando se hubo recuperado, volvió a casa con «la sensación de una luminosa
tristeza». Más o menos a esa edad, harto de soportar que otros niños lo
llamasen «enclenque», un día se revolvió y les agredió. Aunque se arrepintió de
aquello, pues no era violento, se hizo más sociable desde entonces y fue capaz
de ir al mercado de Tiumén (80
km al oeste) a vender el centeno de su padre. Sin
embargo, en conjunto, Rasputín siguió siendo un muchacho demasiado disperso
como para convertirse en un hombre de provecho. Empezó a beber y lo detuvieron
junto con otros por el robo de unos caballos. Finalmente, la asamblea rural lo
absolvió, aunque los demás fueron desterrados a Siberia Oriental.
Cuando tenía alrededor de 18 años, se marchó a meditar al
monasterio de Verjoturye (Óblast de Sverdlovsk), aunque también es posible que
fuera enviado allí como pena por robar. Su experiencia durante los tres meses
que permaneció en el recinto claustral, junto con una visión de la Virgen que
presenció a la vuelta del monasterio, lo llevaron a convertirse en un místico.
Ingresó poco después en una secta cristiana condenada por la Iglesia Ortodoxa
Rusa conocida como jlystý ('flagelantes'), quienes creían que para llegar a la
fe verdadera hacía falta el dolor. En las reuniones de esta secta, las fiestas
y orgías eran constantes y Grigori se convirtió en un acérrimo integrante. El
ingreso en esta congregación marcó al profeta siberiano de por vida —esto
explicaría la notoria vida sexual que tuvo en años posteriores y que acabó
ennegreciendo su reputación de hombre santo—. Tras abandonar la secta, conoció
a un iluminado llamado Makari, quien ejerció una enorme influencia sobre
Rasputín.
El 2 de enero de 1889 (según el calendario ortodoxo) se casó
con Praskovia Fiódorovna Dubróvina con la que tuvo tres hijos: Dmitri
(Demetrio), Maria (María) y Varvara (Bárbara). Se sabe que engendró más hijos
bastardos con otras mujeres. En 1901, se marchó de su región natal y se hizo
peregrino. Estuvo dos años viajando por tierras eslavas, Grecia y Tierra Santa.
Aprendió mucho de historia, esoterismo, teosofía, viejas religiones y
tradiciones. En 1903 volvió a Rusia. Deambuló por las calles de San Petersburgo
siendo considerado como un adivino popular y empezó a albergar el objetivo de
relacionarse con la familia imperial.
Influencia en la
monarquía rusa
Rasputín no solo se ganó el favor de la familia real, sino
que también buena parte de la aristocracia se rindió a él. Esto se debió sobre
todo a su carisma personal. En la medida en que el carisma pueda explicarse, el
suyo era producto de los siguientes factores: una mirada muy fija y penetrante
(era de pelo castaño pero de ojos azules muy claros); un verbo fácil y calculadamente
ambiguo (alguien dijo que sus frases nunca constaban de «sujeto, verbo y
predicado», sino que siempre faltaba algún elemento) que parecía el de un
oráculo; un gran atractivo para con las mujeres basado, además de en su físico
y en su intuición, en su conocimiento de las Escrituras y en cierta tradición
religiosa rusa que sigue prácticas orgiásticas como camino a Dios. Finalmente,
la época de Rasputín era de romanticismo filoeslavo, y él, ruso de la profunda
Siberia, recriminaba a los nobles, muy emparentados con la aristocracia europea
(sobre todo con la alemana): «No tenéis una sola gota de sangre rusa».
Sin embargo, fue muy atacado por aquellos cortesanos y
nobles que se sintieron amenazados en sus intereses y propagaron rumores que
sirvieron de alimento para los revolucionarios enemigos del régimen zarista. El
zar sólo lo toleraba en la medida que la zarina lo aceptara, aunque no había
decisión del zar que no pasara por la supervisión de Rasputín. Durante la
Primera Guerra Mundial fue acusado de ser un espía alemán y de influir
políticamente en la zarina, que era de ascendencia alemana, en sus
nombramientos ministeriales cuando el zar estuvo ausente por la guerra. Este
hecho fue desastroso para la permanencia del régimen zarista.
Considerado amigo íntimo del zarévich Alexéi Nikoláievich y
su «médico» personal, ya que este le proporcionaba una especie de «hipnosis
curativa» y le ofrecía la seguridad que su sobreprotectora madre no podía
ofrecerle, el futuro de la dinastía Románov estaba en sus manos. Si él no
salvaba de la muerte al hemofílico zarévich la especulación sobre el heredero
al trono quedaba abierta. Gracias a esas aparentemente milagrosas curaciones la
zarina Alejandra confió ciegamente en el curandero, ya que las pruebas de
sanación que le producía a su hijo eran inexplicables. Confió también en los
vaticinios del monje sobre los destinos de la santa Rusia, a la cual veía
Rasputín en sus visiones «envuelta en una nube negra e inmersa en un profundo y
doloroso mar de lágrimas».
Asesinato de Rasputín
En el gobierno y en la corte se consideraba que la
influencia de Rasputín sobre el zar y la zarina era nefasta en un momento en
que la situación de la monarquía ya era crítica.5 El primer ministro Alexander
Trépov le ofreció doscientos mil rublos para que regresase a Siberia y había
fracasado, a principios de 1916, una tentativa de asesinato del exministro del
Interior, Alexéi Jvostov. Finalmente la conjura que tuvo éxito fue la del
príncipe Félix Yusúpov, en la que también estaban implicados un líder
derechista de la Duma, Vladímir Purishkévich, y dos grandes duques, Dmitri Pávlovich
y Nicolás Mijáilovich.
Yusúpov, Purishkévich y el gran duque Dmitri planearon
atraer a Rasputín al palacio de Yusúpov con la excusa de que se reuniría con la
esposa de este, la gran duquesa Irina Alexándrovna. Así, a pesar de haber
recibido una advertencia previa del peligro el mismo 16 de diciembre, Rasputín
se presentó en el palacio poco después de medianoche. Allí Yusúpov lo hizo
esperar a la gran duquesa, mientras esta supuestamente atendía a otros
invitados, en una estancia del sótano donde le sirvió vino y unos pasteles
envenenados con cianuro. Exasperado porque el veneno parecía no hacer efecto,
Yusúpov le disparó un tiro con una pistola Browning y lo dejó por muerto
mientras se preparaba para salir a deshacerse del cadáver. No obstante,
Rasputín había sobrevivido y Purishkévich, después de fallar en dos ocasiones,
lo derribó con otros dos disparos y lo remató con un golpe en la sien. Después
ataron el cuerpo con cadenas de hierro y lo arrojaron al río Nevá, donde fue
encontrado el 18 de diciembre.
Rasputín fue enterrado en enero de 1917 junto al palacio de
Tsárskoye Seló. Después de la Revolución de Febrero, su cuerpo fue desenterrado
e incinerado en el bosque de Pargolovo, donde las cenizas fueron esparcidas.
Investigaciones recientes señalan que en el asesinato de
Rasputín estuvo involucrado el servicio secreto británico, en donde un agente
que residía por entonces en Petrogrado, llamado Oswald Rayner, bajo el mandato
de otro agente llamado John Scale, participó directamente en el asesinato.
Maximiliano Reimondi
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