JULIO PAYRÓ
Julio E. Payró (1899-1971)
Nació el 9 de diciembre de 1899. Fue un humanista del arte,
un intelectual preocupado por estimular el amor de las cosas bellas. En sus
libros, indagó en el arte del siglo XX y trazó semblanzas admirables de artistas
como Cézanne, Gauguin y Van Gogh, a los que calificó de héroes del color.
La adolescencia y la juventud de Julio E. Payró, de cuyo
nacimiento se cumplirá un siglo el próximo jueves, coincidieron con uno de los
períodos más creativos de la cultura occidental. Revolucionarios movimientos de
vanguardia se propusieron conmover los fundamentos seculares de la pintura y la
escultura. Payró vivió en Barcelona y luego en Bruselas, y regresó a la
Argentina en 1927, luego de veinte años fértiles pero también terribles. Allí
estudió, se inició como pintor y adquirió consumado conocimiento de las artes
plásticas, en las que llegó a destacarse como un maestro.
Hijo de Roberto J. Payró, uno de los escritores argentinos
más importantes, narrador, dramaturgo y sobresaliente redactor de La Nación,
tuvo a su lado ricas experiencias de cultura y fortalecedores ejemplos de
laboriosidad y entereza. Fue una herencia que Julio Payró guardaba con orgullo.
Le tocó pasar con su familia los años de la Primera Guerra Mundial y sufrir los
atropellos y las penurias de la invasión alemana en la ocupada Bruselas.
De regreso en Buenos Aires, el rechazo de uno de sus cuadros
en el Salón Nacional lo resolvió a dedicarse al estudio y a la enseñanza.
Resultado de esa actividad intelectual fueron sus libros -alrededor de
treinta-, copiosos artículos (muchos de ellos publicados en Sur) y una intensa
labor docente en institutos de arte y en la Universidad de Buenos Aires, en
cuya Facultad de Filosofía y Letras logró fundar la carrera de Historia de las
Artes. Su magisterio, en el libro y la cátedra, en el país y en el extranjero,
le ganó muchas y principales distinciones.
Su erudición en materia de arte se fortificó gracias a su
propia experiencia de pintor y de perspicaz contemplador. Los museos europeos
fueron en tal sentido ámbitos irremplazables que ilustraron fundamentalmente
sus cuantiosas lecturas. Pero no fue un especialista para especialistas, sino
un humanista del arte, un intelectual preocupado por estimular el amor de las
cosas bellas y por llegar al hombre culto para abrirle nuevos caminos en su
apreciación artística. Su vocación docente lo impulsaba a ello con la mayor
eficacia.
Payró fue un excelente escritor. Tenía la preocupación del
adjetivo preciso y armonioso, y consiguió forjar un estilo artístico acorde con
la índole de sus temas. Su libro Héroes del color, sobre Cézanne, Gauguin, Van
Gogh y Seurat, atrae tanto por sus análisis como por la vivacidad con que se
refiere a las obras y a la personalidad de esos "héroes del color",
señalando un vínculo aleccionador entre vida y obra. Los pintores mencionados
fueron para Payró reformadores del impresionismo, precursores de la pintura del
siglo XX y "señalaron el camino de un arte decididamente
no-naturalista".
Pero además de ser un erudito conocedor del arte de esta
centuria, en la que reservó un lugar destacado a los argentinos y
latinoamericanos, fue un pensador que se empeñó en indagar "el estilo del
siglo XX". Tal es el título de un libro póstumo, aparecido en 1980, resultado
de sus meditaciones encaminadas a hallar los rasgos distintivos del arte
contemporáneo. Se aplicó a descubrir el estilo de un determinado artista y,
asimismo, el estilo de una época, que el artista refleja o interpreta.
No existía para él "una sola forma correcta e
invariable de esculpir y de pintar". Las "representaciones
pictóricas, según las épocas y las civilizaciones, han sido minuciosamente
imitativas y realistas, o bien esquemáticas, o geométricas, o deformadas, o
abstractas o puramente simbólicas". "Todos los grandes pintores del
siglo XX, en todas partes del mundo, realizan obra subjetiva, desdeñan en mayor
o menor grado la verosimilitud de las apariencias, construyen con trazos o
formas vigorosamente afirmados, excluyen del lienzo todo lo superfluo y lo accesorio,
ciñéndose a lo esencial, y utilizan el color -no adulterado por mezclas que lo
desvirtúan o ensucian- como fuerza de choque psíquico; para crear un estado de
ánimo, un clima emotivo".
Payró distinguió en el arte fuerzas optimistas y fuerzas
pesimistas y observó que las tendencias pictóricas optimistas se aproximan a la
síntesis de lo racional-fantástico. En cambio, "las escuelas pesimistas
rechazan los imperativos mentales y se abandonan a los estimulantes de la
pasión o la sensualidad". Los libros de Payró, los dedicados a un autor y
los abarcadores, como historia gráfica del arte universal, perfecta síntesis
del arte occidental, pueden aprovecharse como obras de consulta y gustarse como
serias y placenteras semblanzas de artistas, en las que el autor sabe subrayar
el esfuerzo de la voluntad humana para vencer obstáculos, y la apasionada busca
de una belleza inédita. Esta actitud formaba parte de la entrañable herencia
espiritual de su padre, Roberto J. Payró, cuyo más valioso tesoro fueron la ética
y la confianza en esas fuerzas optimistas en las que el hijo vio uno de los
motores del arte. .
Por Jorge Cruz Para
La Nación - BUENOS AIRES, 1999
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