MARÍA ROSA GALLO
Nació el 20 de diciembre de 1925. Todos los personajes
alcanzaron una gran dimensión. No se dejaba tentar, aunque no faltó en las
pantallas de cine y televisión (“Perla negra”, “Zíngara”, “22, el loco” y
varios ciclos de teatro), por los papeles fáciles. Todo lo contrario, cuando
más complejo el personaje, más se sentía seducida por él. “Debo decir que mi
profesión me llenó de placer, todos los personajes que interpreté, en el teatro
desde 1943, en el cine desde 1945, y luego la televisión, me costaron mucho,
pero me dieron enormes satisfacciones”, reconoció la actriz, al cumplir los 80
años.
Su padre había sido un obrero gráfico, español republicano,
que cantaba y tocaba la guitarra, y ella asegura que el amor por el teatro se
lo transmitió él. Así fue como una de las primeras decisiones juveniles la guió
hasta el Conservatorio Nacional de Música y Arte Dramático, del cual egresó en
1943 con medalla de oro. "Tuve a un excelente maestro como Antonio Cunill
Cabanellas", reconocía sin tapujos.
Pero los vaivenes políticos de 1947 determinaron su pronto
exilio. "Yo trabajaba en el Presidente Alvear, en «Prontuario», cuyo
empresario y productor era Luis Sandrini. Empezó a circular por todos los
teatros de Buenos Aires una nota de adhesión a Perón y a Eva Perón. Ni mi
marido (Camilo Da Passano) ni Orestes Caviglia ni yo quisimos firmar. Entonces,
no pudimos seguir con la obra ni conseguimos trabajar en otra. No tuve más
remedio que irme del país. De Buenos Aires me fui a Chile a hacer una temporada
con la misma obra y además para hacer tiempo y poder embarcarme a Italia,
porque ya lo habíamos decidido. Llegué a Roma y me puse a estudiar
inmediatamente en la Academia de Arte Dramático y me sentí cómoda de inmediato
con dos grandes profesores Silvio D´Amico, el director, y Orazio Costa, en
actuación." Allí nació su hija Alejandra y a su regreso al país, en 1957,
nació su segundo hijo, Alejandro.
Después, comenzó su labor en teatro, cine y televisión, con
una frecuencia casi ininterrumpida. Trabajó junto a los mejores directores y
actores, como lo confirma la lista que encabeza Alfredo Alcón. Formó parte de
elencos oficiales del Teatro Nacional Cervantes y del Teatro San Martín, pero
también pisó los escenarios independientes.
El 30 de octubre de 1977, al finalizar una función de
"La casa de Bernarda Alba", donde se hacía cargo del papel
protagónico, cayó al piso porque el corazón le jugó una mala pasada y pudo
superar la dolencia gracias a una operación en la que le realizaron varios
by-pass. Sin embargo continuaron problemas pulmonares y posteriormente la
colocación de un marcapasos, pero eso no le impedía trabajar, aunque le dolía
que le ofrecieran pocas oportunidades de hacerlo.
En 2001 tuvo una fractura en la cadera mientras actuaba en
"El cerco de Leningrado", con Alejandra Boero, y tuvo que ser operada
de cataratas. A partir de ese momento sintió que ya no la llamaban para
trabajar, aunque tuvo su aparición en "La niñera".
En los últimos años subió al escenario para interpretar
"Las extras... o ellas", junto a Ana María Campoy, que terminó siendo
su último trabajo. Las razones de salud no la frenaban, como siempre estaba
dispuesta para encarar otros desafíos: "No puedo sentarme a esperar que
alguien me llame, así que me voy a preparar para darle vida a textos nuevos y a
viejas sensaciones".
En cincuenta y ocho años en el teatro interpretó desde
"Las troyanas", "Sólo cuando me río", "Fedra",
"El conventillo de la Paloma", "Confesiones de una
sirvienta", "El farsante más grande del mundo", hasta "Locos
de verano", "Orfeo desciende", "Amoretta", "El
amasijo", "El casamiento de Laucha", "La casa de Bernarda
Alba" y "El jardín de los cerezos", sólo por mencionar algunas
obras.
"Siento que hice todo lo que quise. No creo que exista
algún personaje importante que haya querido interpretar y no lo haya hecho
todavía", decía no sin cierto orgullo.
En cine, su producción alcanzó las 26 películas y aunque
nunca renegó de ninguna, ella sabía que la fuerza expresiva que podía desplegar
sobre un escenario la pantalla no lograba captarla en su totalidad. Es que esa
relación que ella podía mantener con el espectador sentado en su butaca era de
tal fuerza que podía percibir la emoción del público que capitalizaba para
invertir en su personaje.
Fue una gran intérprete y aunque recibió todos los premios a
los que una actriz puede aspirar (Molière, María Guerrero, Martín Fierro,
Talía, el Konex de Platino y de Brillante y el ACE de Oro), nunca los necesitó
para demostrar su valía actoral. Siempre será recordada como una gran actriz,
pero tenía una gran fuerza expresiva, esa que solamente poseen las elegidas, y
es esa condición la que la convierte en irreemplazable.
Falleció el 7 de diciembre de 2004.
Maximiliano Reimondi
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