Santa Teresa de Jesús
Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida como santa Teresa
de Jesús o simplemente Teresa de Ávila (Ávila, 28 de marzo de 1515 – Alba de
Tormes, 4 de octubre de 1582)
Familia
Se llamaba Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque
generalmente usó el nombre de Teresa de Ahumada hasta que comenzó la reforma,
cambiando entonces su nombre por Teresa de Jesús.
El padre de Teresa era Alonso Sánchez de Cepeda, hijodalgo a
fuero de España, que se encontraba en la Suertes de los Fielazgos en la
Cuadrilla de Blasco Jimeno o de San Juan, de la ciudad de Ávila. Algunas
teorías apuntan a una hipotética descendencia de una familia judía conversa
avecindada por un tiempo en Toledo, aunque procedente de Tordesillas.
Alonso casó dos veces. La primera, con doña Catalina del
Peso y Henao, tuvo dos hijos: doña María y el capitán Juan Vázquez de Cepeda.
Con su segunda esposa, doña Beatriz Dávila y Ahumada, pariente de la anterior,
que murió cuando Teresa contaba unos 13 años, tuvo otros diez: Hernando,
Rodrigo, Teresa, Juan (de Ahumada), Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín
y Juana.
Infancia
Según relata la propia Teresa en los escritos destinados a
su confesor y reunidos en el libro Vida de Santa Teresa de Jesús, desde sus
primeros años mostró Teresa una imaginación vehemente y apasionada. Su padre,
aficionado a la lectura, tenía algunos romanceros; esta lectura y las prácticas
piadosas comenzaron a despertar el corazón y la inteligencia de la pequeña
Teresa con seis o siete años de edad.
En dicho tiempo pensó ya en sufrir el martirio, para lo
cual, ella y uno de sus hermanos, Rodrigo, un año mayor, trataron de ir a las
«tierras de infieles», es decir, tierras ocupadas por los musulmanes, pidiendo
limosna, para que allí los descabezasen. Su tío los trajo de vuelta a casa.
Convencidos de que su proyecto era irrealizable, los dos hermanos acordaron ser
ermitaños.
Mudanza física y
espiritual
Afectada por una grave enfermedad, volvió a casa de su
padre, y ya curada, la llevaron al lado de su hermana María de Cepeda, que con
su marido, don Martín de Guzmán y Barrientos, vivía en Castellanos de la
Cañada, alquería de la dehesa que lleva dicho nombre, hoy sita en el término
municipal de Zapardiel de la Cañada (Ávila). Luchando consigo misma, llegó a decir
a su padre que deseaba ser monja, pues creía ella, dado su carácter, que el
haberlo dicho bastaría para no volverse atrás. Su padre contestó que no lo
consentiría mientras él viviera. Sin embargo, Teresa dejó la casa paterna, y
entró el 2 de noviembre de 1533 en el convento de la Encarnación, en Ávila, y
allí profesó el día 3 de noviembre de 1534.
Tras entrar al convento su estado de salud empeoró. Padeció
desmayos, una cardiopatía no definida y otras molestias. Así pasó el primer
año. Para curarla, su padre la llevó en (1535) a Castellanos de la Cañada, con
su hermana. En dicha aldea permaneció Teresa hasta la primavera de 1536. En
Castellanos de la Cañada habría logrado la conversión de un clérigo
concubinario. Entonces pasó a Becedas (Ávila). De vuelta en Ávila, el Domingo
de Ramos de 1537, sufrió un paroxismo de cuatro días en casa de su padre,
quedando paralítica por más de dos años. Antes y después del parasismo, sus
padecimientos físicos fueron horribles.
Favores espirituales
Santa Teresa de Jesús. Pintura al óleo de Alonso del Arco,
siglo XVII.
A mediados de 1539 Teresa recuperó la salud; según la
tradición ello fue debido a la intercesión de san José. Con la salud Teresa
recuperó las aficiones mundanas, fáciles de satisfacer, puesto que la clausura
sólo se impuso como obligatoria a todas las religiosas a partir de 1563. En esa
época Teresa de Ávila vivió nuevamente en el convento de la Encarnación, donde
recibía frecuentes visitas.
Poco después, Teresa abandonó la oración (1541). Según su
testimonio se le apareció Jesucristo (1542) en el locutorio con semblante
airado, reprendiéndole su trato familiar con seglares. No obstante, la monja no
cambió su estilo de vida por varios años, hasta que optó por el camio tras la
vista de una imagen de Jesús crucificado (en el año 1555).
El padre de Teresa falleció en 1541. El sacerdote que lo
había asistido en sus últimos momentos, el dominico Vicente Barón, se encargó
de dirigir la conciencia de Teresa rememorando las últimas palabras del padre
de ésta. Posteriormente, impresionada por estas palabras, Teresa enmendó su
conducta y estuvo dispuesta a corregir sus faltas. Al cabo, Teresa se confortó
con la lectura de las Confesiones, de San Agustín.
Por aquellos años, los jesuitas Juan de Prádanos y Baltasar
Álvarez fundaron en Ávila un colegio de la Compañía (1555). Teresa confesó con
Prádanos; al año siguiente (1556) comenzó a sentir grandes favores espirituales
y poco después se vio animada (1557) por San Francisco de Borja. Tuvo en 1558
su primer rapto y la visión del infierno. Tomó por confesor (1559) a Baltasar
Álvarez, que dirigió su conciencia durante unos seis años, y disfrutó, dice, de
grandes favores celestiales, entre los que se contó la visión de Jesús
resucitado. Hizo voto (1560) de aspirar siempre a lo más perfecto. San Pedro de
Alcántara aprobó su espíritu y San Luis Beltrán la animó a llevar adelante su
proyecto de reformar la Orden del Carmen, concebido hacia dicho año.
Teresa quería fundar en Ávila un monasterio para la estricta
observancia de la regla de su orden, que comprendía la obligación de la
pobreza, de la soledad y del silencio. Por mandato de su confesor, el dominico
Pedro Ibáñez, escribió su vida (1561), trabajo que terminó hacia junio de 1562;
añadió, por orden de fray García de Toledo, la fundación de San José; y por
consejo de Soto volvió a escribir su vida en 1566.
Inicio de las
fundaciones a lo largo de España
A fines de 1561 recibió Teresa cierta cantidad de dinero que
le remitió desde el Perú uno de sus hermanos, y con ella se ayudó para
continuar la proyectada fundación del Convento de San José. Para la misma obra
contó con el concurso de su hermana Juana, a cuyo hijo Gonzalo se dice que
resucitó la Santa.[cita requerida] Esta, a principios de 1562, marchó a Toledo
a casa de doña Luisa de la Cerda, en donde estuvo hasta junio. En el mismo año
conoció al padre Báñez, que fue luego su principal director, y a fray García de
Toledo, ambos dominicos.
Descontenta con la «relajación» de las normas que en 1432
habían sido mitigadas por Eugenio IV, Teresa decidió reformar la orden para
volver a la austeridad, la pobreza y la clausura que consideraba el auténtico
espíritu carmelitano. Pidió consejo a Francisco de Borja y a Pedro de Alcántara
que aprobaron su espíritu y su doctrina.
Después de dos años de luchas llegó a sus manos la bula de
Pío IV para la erección del convento de San José, en Ávila, ciudad a la que
había regresado Teresa. Se abrió el monasterio de San José (24 de agosto de
1562); tomaron el hábito cuatro novicias en la nueva Orden de las Carmelitas
Descalzas de San José; hubo alborotos en Ávila; se obligó a la Santa a regresar
al convento de la Encarnación, y, calmados los ánimos, vivió Teresa cuatro años
en el convento de San José con gran austeridad. Las religiosas adictas a la
reforma de Teresa, dormían sobre un jergón de paja; llevaban sandalias de cuero
o madera; consagraban ocho meses del año a los rigores del ayuno y se abstenían
por completo de comer carne. Teresa no quiso para ella ninguna distinción,
antes bien siguió confundida con las demás religiosas no pocos años.
La reforma propugnada por Teresa junto a San Juan de la
Cruz, que, como se verá, comprendió también a los hombres, se llamó de los
Carmelitas Descalzos, y progresó rápidamente, no obstante los escasos recursos
de que disponía la santa. El padre Rossi, general del Carmen, visitó (1567) el
convento de San José, lo aprobó, y dio permiso a Teresa para fundar otros de
mujeres y dos de hombres. La santa, en aquel año, marchó a Medina del Campo
para posesionarse de otro convento; estuvo en Madrid, y en Alcalá de Henares
arregló el convento de descalzas fundado por su amiga María de Jesús. Por
entonces se empezó a tratar de la reforma para hombres. En 1562 llegó a Malagón
y fundó otro monasterio de la reforma. El monasterio fue bendecido en su
inauguración el día de Ramos (11 de abril) de 1568. Como anécdota y dato
curioso cabe decir que en la celda del monasterio que ocupó Santa Teresa hay
una imagen suya sentada escribiendo en una pequeña mesa y que sólo se expone
una vez cada 100 años en esa iglesia. Actualmente, en el monasterio viven
carmelitas de clausura.
De Malagón se trasladó Teresa a Toledo, a donde llegó
enferma (1568), y tras una corta residencia en Escalona, regresó a la ciudad de
Ávila. De ella salió para Valladolid; allí dejó establecido otro convento, y
por Medina y Duruelo de Blascomillán (Ávila), volvió al de Ávila (1569). Pasó a
Toledo y Madrid; de aquí otra vez a Toledo, ciudad en la que experimentó muchas
dificultades para la fundación de un convento, la cual quedó hecha a 13 de
mayo, y vencidos otros obstáculos, tomó posesión del Convento de la Concepción
Francisca de Pastrana (9 de julio). De vuelta en Toledo, allí permaneció un
año, durante el cual hizo algunas breves excursiones a Medina, Valladolid y
Pastrana. En Duruelo de Blascomillan (Ávila) se había fundado el primer
convento de hombres (1568). Se afirma que vio Teresa milagrosamente el martirio
del Padre Acevedo y otros 40 Jesuitas asesinados (1570) por el pirata
protestante Jacobo Soria. Tras una visita a Pastrana, de donde regresó a
Toledo, entró en Ávila (agosto).
Poco después se fundaba en Alcalá el tercer convento de
descalzos, y en Salamanca, ciudad en que estuvo la santa, el séptimo de
descalzas, al que siguió otro de mujeres en Alba de Tormes (25 de enero de
1571). De Alba volvió Teresa a Salamanca, siendo hospedada en el palacio de los
condes de Monterrey; pasó a Medina, y de vuelta en Ávila, aceptó el priorato
del convento de la Encarnación, cuya reforma consiguió. El priorato duró tres
años. Se fundaron varios conventos más de descalzos; algunos en Andalucía
abrazaron la reforma, y comenzó la discordia entre calzados y descalzos, todo
ello en 1572, año en que Teresa recibió muchos favores espirituales en el
convento de la Encarnación: tales fueron su desposorio místico con Jesucristo y
un éxtasis en el locutorio cuando conversaba con San Juan de la Cruz. Teresa,
que en el transcurso de su vida escribió muchas cartas, estuvo en Salamanca en
1573. Allí, obedeciendo a su director, el jesuita Ripalda, redactó el libro de
sus fundaciones.
Resultados de la
reforma carmelitana y tribulaciones de Teresa
Vivió después en Alba (1574), de la que, a pesar de hallarse
enferma y muy atribulada, pasó por Medina del Campo y Ávila a Segovia. En esta
ciudad fundó otro convento, al que pasaron las religiosas del monasterio de
Pastrana que fue abandonado debido al intento de doña Ana de Mendoza de la
Cerda, la princesa de Éboli, de convertirse en religiosa bajo el nombre de sor
Ana de la Madre de Dios, siguiendo un estilo de vida desapegado a la norma de
la orden.
En dicho año se denunció a la Inquisición por primera vez la
autobiografía de Teresa, que, de regreso en Ávila, terminado (6 de octubre) su
priorato en la Encarnación, volvió a su convento de San José. A fines de año
marchó a Valladolid. En principios de enero de 1575 por Medina del Campo, llegó
a Ávila, y deteniéndose en Fontiveros, fue a Beas de Segura (Jaén) invitada por
Catalina Godínez para funda allí. El camino lo hizo por Toledo, Malagón y Torre
de Juan Abad, donde tomó ceniza el día 16 de febrero, en el trayecto se perdió
en Sierra Morena, llegando esa misma tarde para la fundación del décimo
convento de Carmelitas Descalzas (Beas de Segura), el 24 de febrero de 1575. En
abril conoció al P. Jerónimo Gracián que estaba en Sevilla como visitador de la
Orden, salió camino de la Corte, y enterado que estaba la santa en Beas desvió
su camino, fue un encuentro gratificante para ambos. En Beas recibió una
denuncia que puso la princesa de Éboli a la Inquisición española por el Libro
de su Vida. Después se trasladó Teresa a Sevilla el 18 de mayo, estando
enferma, y pasó grandes incomodidades en el viaje. Sufrió también grandes
contradicciones en Sevilla, aunque logró fundar en ella el undécimo convento de
descalzas.
Estalló la discordia entre carmelitas calzados y descalzos
en el capítulo general celebrado por aquellos días en Plasencia; en virtud de
las bulas pontificias se acordó tratar con rigor a los descalzos, que se habían
extralimitado en sus fundaciones, y como fuera el padre Gracián (21 de
noviembre), por comisión del nuncio, a visitar a los carmelitas calzados de
Sevilla, estos resistieron la visita con gran alboroto. El padre Salazar,
provincial de Castilla, intimó a Teresa que no hiciera más fundaciones y que se
retirase a un convento sin salir de él. Trató la santa de retirarse a
Valladolid, pero se opuso Gracián. En Sevilla estaba Teresa al fundarse en
Caravaca (1 de enero de 1576) el duodécimo convento de descalzas. Delatada a la
Inquisición por una religiosa salida del convento, eligió para su residencia el
convento de Toledo. Dejó Sevilla (4 de junio), llegó a Malagón (11 de junio), y
de allí a Toledo, donde ya estaba a principios de julio. Antes de establecerse,
marchó al convento de Ávila para arreglar varios asuntos; pero regresó
rápidamente a Toledo en compañía de Ana de San Bartolomé, a la que había tomado
por secretaria. Allí concluyó el libro de Las fundaciones, las cuales se
suspendieron en los cuatro años que duraron las persecuciones y conflictos
entre calzados y descalzos. Eligió en Toledo por confesor a Velázquez.
Propaladas muchas calumnias contra Teresa, se trató de
enviarla a un convento americano. Hizo la santa un viaje de Toledo a Ávila
(julio de 1577), para someter a la Orden del Carmen el convento de San José,
antes sujeto al ordinario. Miguel de la Columna y Baltasar de Jesús, desertores
de la reforma, extendieron las calumnias contra los descalzos, a los que con
tal motivo persiguió el nuncio Felipe Sega. Acudió Teresa al rey, que tomó en
sus manos el asunto. Las monjas de la Encarnación, en Ávila, la eligieron
priora, a pesar de las censuras del padre Valdemoro (octubre de 1577). La santa
escribió (julio a noviembre) el libro de Las moradas. Sostuvo luego (1578) una
polémica con el padre Suárez, provincial de los Jesuitas, y el nuncio redobló
sus persecuciones hasta el punto de pretender destruir la reforma, desterrando
a los principales descalzos y confinando a Toledo a Teresa, por él calificada
de «fémina inquieta y andariega». En Sevilla un confesor delató a la
Inquisición las supuestas faltas de la priora de las descalzas y de Teresa
misma, sobre lo cual se formó un ruidoso expediente que puso en claro la
inocencia de ambas.
Aquel año de (1578) la santa lo pasó en Ávila, y fue el más
triste para Teresa, pues en una de sus cartas decía que le hacían guerra todos
los demonios. Por entonces se hizo otra denuncia del Libro de su Vida. Desde
principios de 1579 comenzó a calmarse la tempestad contra Teresa y su reforma. La
santa escribió en Ávila (6 de junio) los cuatro avisos que dijo haber recibido
del mismo Dios para aumento y conservación de su orden, los cuales publicó Fray
Luis de León al fin del libro de la Vida. De Ávila salió (25 de junio) para
visitar sus conventos. Sucesivamente estuvo en Medina del Campo, Valladolid,
otra vez en Medina, en Alba de Tormes y Salamanca. De regreso en Ávila
(noviembre), salió para Malagón, a pesar de estar enferma, y llegó a dicho
pueblo (día 19) pasando por Toledo. En Villanueva de la Jara asistió a la
fundación (21 de febrero de 1580) del decimotercer convento de descalzas.
Regresó a Toledo, a pesar del mal estado de su salud y de los dolores de un
brazo que se había roto (1577) resultado de una caída. En Toledo tuvo una
parálisis y fallas cardíacas, que la pusieron a las puertas de la muerte. De
allí pasó a Segovia y volvió a la ciudad de Ávila. Por aquellos días Gregorio
XIII expidió las bulas (22 de junio) para la formación de provincia aparte para
los descalzos. Teresa visitó Medina y Valladolid, donde cayó gravemente
enferma. En Palencia fundó otro convento, al que siguieron dos de descalzos,
uno en Valladolid y otro en Salamanca, ambos fundados en 1581. El decimoquinto
de descalzas quedó fundado por la santa en Soria (3 de junio de 1581). Luego
Teresa pasó por el Burgo de Osma, Segovia y Villacastín a la ciudad de Ávila,
en la que las monjas del convento de San José la eligieron priora, cargo que
hubo de aceptar. Después estuvo (1582) en Medina del Campo, Valladolid,
Palencia y Burgos, casi siempre enferma.
Últimas fundaciones y
muerte
Supo que en Granada se había fundado el decimosexto convento
de carmelitas, y uno de descalzos en Lisboa. El decimoséptimo de descalzas lo
fundó ella en Burgos, donde escribió sus últimas fundaciones, incluyendo la de
dicha ciudad. Saliendo de Burgos pasó por Palencia, Valladolid, cuya priora la
echó del convento, Medina del Campo, cuya priora también la despreció, y
Peñaranda. Al llegar a Alba de Tormes (20 de septiembre) su estado empeoró.
Recibido el viático y confesada, murió en brazos de Ana de San Bartolomé la
noche del 4 de octubre de 1582 (día en que el calendario juliano fue sustituido
por el calendario gregoriano en España, por lo que ese día pasó a ser, viernes,
15 de octubre). Su cuerpo fue enterrado en el convento de la Anunciación de
esta localidad, con grandes precauciones para evitar un robo. Exhumado el 25 de
noviembre de 1585, quedó allí un brazo y se llevó el resto del cuerpo a Ávila,
donde se colocó en la sala capitular; pero el cadáver, por mandato del Papa,
fue devuelto al pueblo de Alba, habiéndose hallado incorrupto (1586). Se elevó
su sepulcro en 1598; se colocó su cuerpo en la capilla Nueva en 1616, y en
1670, todavía incorrupto, en una caja de plata.
Obra literaria
Cultivó además Teresa la poesía lírico-religiosa. Llevada de
su entusiasmo, se sujetó menos que cuantos cultivaron dicho género a la
imitación de los libros sagrados, apareciendo, por tanto, más original. Sus
versos son fáciles, de estilo ardiente y apasionado, como nacido del amor ideal
en que se abrasaba Teresa, amor que era en ella fuente inagotable de mística
poesía.
Las obras místicas de carácter didáctico más importantes de
cuantas escribió la santa se titulan: Camino de perfección (1562–1564);
Conceptos del amor de Dios y El castillo interior (o Las moradas). Además de
estas tres, pertenecen a dicho género las tituladas: Vida de Santa Teresa de
Jesús (1562–1565) escrita por ella misma y cuyos originales se encuentran en la
biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del El Escorial; Libro de las
relaciones; Libro de las fundaciones (1573–1582); Libro de las constituciones
(1563); Avisos de Santa Teresa; Modo de visitar los conventos de religiosas;
Exclamaciones del alma a su Dios; Meditaciones sobre los cantares; Visita de
descalzas; Avisos; Ordenanzas de una cofradía; Apuntaciones; Desafío espiritual
y Vejamen.
También escribió poesías, escritos breves y escritos sueltos
sin considerar una serie de obras que se le atribuyen. Teresa escribió también
409 Cartas, publicadas en distintos epistolarios. Los escritos de la santa se
han traducido a varios idiomas. El nombre de Santa Teresa de Jesús figura en el
Catálogo de autoridades de la lengua publicado por la Real Academia Española.
Maximiliano
Reimondi