Juan Manuel de Rosas
Autor: Felipe Pigna
Juan Manuel de Rosas, el restaurador de las Leyes, el
estanciero más poderoso de Buenos Aires, y a la vez uno de los gobernadores con
más consenso en toda la historia de la provincia, nació en Buenos Aires el 30
de marzo de 1793. Cursó sus primeros estudios en el colegio privado que dirigía
Francisco Javier Argerich. Pero su vocación no iba para el lado de las letras
sino para las tareas rurales.
Durante las invasiones inglesas participó activamente de la
defensa en el regimiento de Migueletes de Caballería. Tras la reconquista
volvió al campo. Se mantuvo completamente al margen de los sucesos de la
revolución de mayo, de la que dirá años más tarde: "En los tiempos
anteriores a la revolución la subordinación estaba bien puesta, sobraban
recursos y había unión."
En marzo de 1813 se casó con Encarnación Ezcurra, quien
sería su compañera en la vida y en la política. Tras el casamiento Rosas
devuelve a sus padres los campos que les administraba y decide formar su propia
empresa.
En noviembre de 1815 se asoció con Juan Nepomuceno Terrero y
Luis Dorrego en una compañía destinada a la explotación ganadera, saladero de
pescado y exportación de productos varios en la estancia de "Los
Cerrillos".
La dirección de sus estancias le dio a Rosas un gran
conocimiento sobre la vida y las costumbres de sus peones. "Me propuse
adquirir esa influencia a toda costa; para ello fue preciso hacerme gaucho como
ellos, protegerlos, hacerme su apoderado, cuidar de sus intereses, en fin no
ahorrar trabajo ni medios para adquirir más su confianza."
Tras la caída del Directorio, en 1820 Rosas comienza a
participar activamente de la política bonaerense. Apoyó e impuso la candidatura
de Martín Rodríguez a la gobernación de Buenos Aires. Participó activamente en
el Pacto de Benegas entre Santa Fe y Buenos Aires y se hizo cargo de entregarle
al caudillo santafecino, Estanislao López, 30.000 cabezas de ganado.
El derrocamiento de Dorrego y su posterior fusilamiento a
manos de Lavalle, vuelve a colocar a Rosas en el primer plano de la política.
Luego de este episodio, Lavalle marcha hacia Santa Fe para
encontrarse con Paz, pero es derrotado en Puente de Márquez por las fuerzas
aliadas de López y Juan Manuel de Rosas.
Lavalle firma entonces con Rosas el pacto de Cañuelas, que
nombra como gobernador interino de Buenos Aires a Viamonte y convoca a una
reunión de la sala de representantes porteña para elegir el gobernante
definitivo.
El 8 de Diciembre de 1829 la sala de representantes proclamó
a Juan Manuel de Rosas gobernador de Buenos Aires otorgándole las facultades
extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes.
Rosas llevó a cabo una administración provincial ordenada.
Recortó los gastos, aumentó los impuestos, superando lentamente el déficit
fiscal heredado, y reanudó las
relaciones con la Santa Sede, suspendidas desde 1810.
Fue el sector terrateniente el que sustentó el liderazgo
rosista. La estructura social durante este período estuvo basada en la tierra. La gran estancia
era la que confería status y poder.
Acompañaban a Rosas en el poder los grupos dominantes
porteños que no estaban dispuestos a compartir las rentas de la aduana con el
resto de las provincias.
El restaurador les garantizaba el orden y la disciplina
social necesarios para desarrollar sus actividades económicas.
Rosas gozaba de un gran predicamento entre sectores
populares de Buenos Aires, y, de esta forma, aparecía ante los terratenientes
de la provincia como el único capaz de contener y encauzar las demandas de las
clases bajas.
En agosto de 1830 varias provincias del interior conforman
la Liga Unitaria bajo el liderazgo del General Paz.
En enero de 1831 Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos
firmaron el Pacto Federal, una alianza político militar para terminar con los
unitarios de Paz.
Finalmente Paz será derrotado y capturado por López. Rosas,
López y Quiroga dominaban la confederación. Pero el restaurador demostró ser el
más poderoso y continuó aislando a Buenos Aires de las otras provincias.
En 1832 Rosas fue reelecto como gobernador de Buenos Aires.
Exigió que se le renovaran las facultades extraordinarias. La sala de
representantes se opuso y Rosas renunció.
Fue electo el general Juan Ramón Balcarce, candidato de
Rosas que, entre 1833 y 1834, emprendió una campaña al desierto financiada por
la provincia y los estancieros bonaerenses preocupados por la amenaza indígena
sobre sus propiedades.
Rosas combinó durante la campaña la conciliación con la
represión. Pactó con los Pampas y se enfrentó con los ranqueles y la
Confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá.
Según un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos
Aires a poco de comenzar la campaña, el saldo fue de 3200 indios muertos, 1200
prisioneros y se rescataron 1000 cautivos blancos.
El éxito obtenido por el restaurador en la campaña aumentó
aún más su prestigio político entre los propietarios bonaerenses, que
incrementaron su patrimonio al incorporar nuevas tierras y se sintieron más
seguros con la amenaza indígena bajo control.
Rosas se alejó de la provincia pero no de los manejos
políticos. Su mujer, Encarnación Ezcurra era su fiel representante y con el
apoyo de la mazorca, conspiró contra los gobiernos de Balcarce, Viamonte y Maza
que se sucedieron durante la ausencia del restaurador.
La agitación política conducida por Encarnación contribuyó
de manera decisiva a crear un clima de gran inestabilidad favorable a los
intereses de Rosas.
Un hecho agravará aún más la situación. El caudillo riojano
Juan Facundo Quiroga, residía por entonces en Buenos Aires bajo el amparo de
Juan Manuel de Rosas.
Quiroga había manifestado al Restaurador sus inquietudes
sobre la necesidad de convocar a un congreso y organizar constitucionalmente al
país. Rosas se opuso argumentando que no estaban dadas las condiciones mínimas
para dar semejante paso y consideraba que era imprescindible que, previamente,
cada provincia se organice.
A Rosas no se le escapaba que la organización nacional
implicaría la pérdida para Buenos Aires del disfrute exclusivo de las rentas
aduaneras, entre otros privilegios.
Ante un conflicto desatado entre las provincias de Salta y
Tucumán, el gobernador de Buenos Aires, Manuel Vicente Maza (quien respondía
políticamente a Rosas), encomienda a Quiroga una gestión mediadora.
Tras un éxito parcial, Quiroga emprendió el regreso y fue
asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba.
La muerte de Quiroga determinó la renuncia de Maza y provocó
entre los legisladores porteños que prevaleciera la idea de la necesidad de un
gobierno fuerte, de mano dura.
Por una amplia mayoría de votos, expresados en la
legislatura y a través de un plebiscito que dio un resultado de 9.713 votos a
favor y 7 en contra, fue electo nuevamente Juan Manuel de Rosas, en marzo de
1835, esta vez con la suma del poder público.
La hegemonía rosista se consolidó mediante la unificación
ideológica del pueblo de Buenos Aires a través del uso obligatorio de la divisa
punzó, del riguroso control de la prensa; y de una dura represión a la
oposición ideológica y política realizada por la Sociedad Popular Restauradora,
conocida como la "mazorca", la fuerza de choque de Rosas, encargada
de la intimidación y la eliminación de los opositores. Durante el largo período
rosista, la mazorca se cobró miles de víctimas.
En 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas, que protegía a
las materias primas y productos locales, prohibiendo en algunos casos y
gravando con altos aranceles en otros el ingreso de la mercadería importada que
pudiera perjudicar a la producción nacional.
La Ley favoreció a las provincias pero sobre todo a Buenos
Aires que aumentó notablemente sus ingresos aduaneros.
Todo producto argentino destinado al exterior debía pagar su
tributo a Buenos Aires y todo producto extranjero destinado a cualquier parte
del país debía pagar también a Buenos Aires. Mediante este procedimiento Buenos
Aires podía estimular cierta actividad económica del interior y boicotear otra,
determinando qué mercadería extranjera y de qué países de procedencia podrá
consumir el interior.
Quedaban en manos de Buenos Aires las llaves para favorecer
o empobrecer a determinados grupos sociales de las provincias.
En esta segunda gobernación Rosas: favoreció la venta o el
otorgamiento de las tierras públicas que pasaron a manos de los grandes
ganaderos.
Otorgó opción de compra de tierras a los arrendatarios de
contratos de enfiteusis facilitando así el acceso a la propiedad privada tanto
al norte como al sur del río Salado.
Rosas mantuvo durante gran parte de su mandato excelentes
relaciones con los comerciantes británicos y su gobierno.
Francia no había obtenido de Rosas un tratado comercial como
el que Inglaterra había conseguido de Rivadavia.
Los ciudadanos franceses no estaban exentos de hacer el
servicio militar como los británicos. Rosas, además había encarcelado a varios
franceses acusados de espionaje.
Se produce un conflicto diplomático y las naves francesas
que estaban estacionadas en el Río de la Plata, bloquearon el puerto de Buenos
Aires a fines de marzo de 1838.
El bloqueo se mantuvo por dos años generando una obligada
política proteccionista, más allá de la Ley de Aduana y produjo ciertas grietas
en el bloque de poder. Los ganaderos del Sur de la provincia se rebelaron
contra Rosas ante la caída de los precios de la carne y las dificultades
provocadas por el cerco francés al puerto.
Durante el bloqueo se reanudó la guerra civil. Lavalle, con
el apoyo francés, invadió Entre Ríos y Santa Fe pero fracasó en su intento de
tomar Buenos Aires por carecer de los apoyos necesarios y debió marchar hacia
el Norte.
En octubre de 1840, finalmente por tratado Mackau - Arana,
Francia pone fin al bloqueo. El gobierno de Buenos Aires se comprometió a
indemnizar a los ciudadanos franceses, les otorgó los mismos derechos que a los
ingleses y decretó una amnistía.
Concluido el conflicto con Francia, Rosas limitó la
navegación de los ríos Paraná y Uruguay. Bloqueó el puerto de Montevideo y
ayudó a Oribe a invadir el Uruguay y a sitiar la capital en 1843.
Estas actitudes de Rosas afectaron los intereses de los
comerciantes y financistas extranjeros.
En 1845, el puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente,
esta vez por una flota anglo-francesa.
A pesar de la heroica resistencia de Lucio N. Mansilla y sus
fuerzas, en la Vuelta de Obligado, una flota extranjera rompió las cadenas
colocadas de costa a costa y se adentró en el Río Paraná.
El bloqueo no sólo afectaba los intereses de los
extranjeros, también perjudicaba a los estancieros del Litoral que no podían
navegar libremente por el río Paraná y debían comerciar sus productos por el
puerto de Buenos Aires, entre los afectados estaba Justo José de Urquiza, que
gobernaba la provincia de Entre Ríos desde 1841
Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847 mientras que los
franceses lo hicieron un año después. La firme actitud de Rosas durante los
bloqueos le valió la felicitación del General San Martín y un apartado especial
en su testamento: "El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la
independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de
Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la
firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas
pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla."
Recién en 1850 quedaron normalizadas las relaciones con
Inglaterra y Francia.
Los bloqueos impusieron sacrificios a los sectores populares
pero no tanto a los estancieros, financistas y grandes comerciantes. Estos
grupos disponían de importantes reservas para sobrellevar los malos tiempos y
de ventajas de todo tipo, entre ellas impositivas:
"El dueño de una estancia de treinta mil cabezas de
ganado que en el estado actual de nuestras fortunas figura entre los más ricos
hacendados del país, podrá cancelar su cuenta corriente con el erario entregando
el valor de cuatro novillos (...) La contribución anual de un propietario de
primer orden iguala, pues, a la de un boticario, un fondero, o el empresario de
un circo de gallos, sin más diferencia que el primero paga a la oficina de
contribuciones directas, mientras los demás lo hacen en la de patentes."
Por otra parte, durante este período se restringe el
sacrificio de animales de manera que al finalizar los bloqueos, las estancias
se encuentran con su ganado multiplicado y listo para ser exportado.
Año tras año, argumentando razones de salud, Rosas
presentaba su renuncia a la conducción de las relaciones exteriores de la
confederación, en la seguridad de que no le sería aceptada. Y lo hacía en
términos como estos:
"La irreparable pérdida de mi amante esposa
Encarnación, la prolongada lucha de mis más queridas afecciones para
subordinarlas a mis altos deberes y los principios de mi vida pública, aléjanme
de una posición en que fuera desacuerdo reproducir sacrificios ya colmados. Con
intenso anhelo, muy encarecida y humildemente, os suplico que, sin pérdida de
tiempo, elijáis la persona que ha de sucederme en el mando supremo de la
provincia."
Y la Legislatura solía responderle en estos otros términos:
"No es dado a los representantes del pueblo, conceder a
V.E. el descanso que tan justamente solicita. Cierto es que las circunstancias
de la República exigen un poder con suficiente fuerza, armonía y rapidez: en
este convencimiento están los Representantes, y en el de que, aun cuando no hay
patriotas esclarecidos, capaces de ponerse al frente de los negocios, sólo en
la persona de V.E. pueden depositar confiadamente la plenitud de facultades que
acuerda la Ley. Sienten, pues no poder por ahora hacer innovación alguna a las
resoluciones anteriores; pero en medio del pesar que les causa su irrevocable
resolución, se hacen un deber manifestar a V.E. que están dispuestos a
prestarle la más activa y decidida colaboración en todo cuanto concierna al
sostén de la libertad e independencia de la República, bajo en concepto que
oportunamente facilitarán los recursos necesarios para terminar la cruel guerra
promovida por el feroz bando salvaje unitario."
En 1851 el gobernador de Entre Ríos emitió un decreto,
conocido como el pronunciamiento de Urquiza, en el cual aceptaba la renuncia de
Rosas y reasumía para Entre Ríos la conducción de las relaciones exteriores.
El conflicto era en esencia económico: Entre Ríos venía
reclamando la libre navegación de los ríos, -necesaria para el florecimiento de
su economía- lo que permitiría el intercambio de su producción con el exterior
sin necesidad de pasar por Buenos Aires.
Armado de alianzas internacionales, Urquiza decidió
enfrentar al gobierno bonaerense.
El emperador de Brasil, Pedro II proveería infantería,
caballería, artillería y todo lo necesario, incluso la escuadra. El tratado
firmado entre Urquiza y los brasileños decía en una de sus partes:
"Para poner a los estados de Entre Ríos y Corrientes en
situación de sufragar los gastos extraordinarios que tendrá que hacer con el
movimiento de su ejército, Su Majestad el Emperador de Brasil les proveerá en
calidad de préstamo la suma mensual de cien mil patacones por el término de
cuatro meses contados desde la fecha en que dichos estados ratifiquen el
presente convenio. S.E. el señor Gobernador de Entre Ríos se obliga a obtener
del gobierno que suceda inmediatamente al del general Rosas, el reconocimiento
de aquel empréstito como deuda de la Confederación Argentina y que efectúe su
propio pago con el interés del 6% por año. En el caso, no probable, de que esto
no pueda obtenerse, la deuda quedará a cargo de los estados de Entre Ríos y
Corrientes, y para garantía de su pago, con los intereses estipulados, SS.EE
los señores gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, hipotecan desde ya las
rentas y los terrenos de propiedad pública de los referidos estados."
En las provincias la actitud de Urquiza despertó diversas
reacciones. Córdoba declaró que era una infame traición a la patria y dijo que
"Urquiza se había prostituido a servir de avanzada al gobierno
brasileño". Otras se pronunciaron en sentido similar e intentaron formar una
coalición militar para defender a Rosas, pero ya era demasiado tarde.
Urquiza alistó a sus hombres en el ''ejército grande" y
avanzó sobre Buenos Aires, derrotando a Rosas en la Batalla de Caseros, el 3 de
Febrero de 1852.
Vencido, el Gobernador de Buenos Aires se embarcó en el
buque de guerra "Conflict" hacia Inglaterra. Allí se instaló en la
chacra de Burguess, cerca de Southampton acompañado por peones y criados
ingleses. El gobierno porteño, instalado el 11 de septiembre de 1852, confiscó
todos sus bienes y dependía para vivir de los recursos que le enviaban sus
amigos desde Buenos Aires. Volvió a dedicarse a las tareas rurales hasta su
muerte ocurrida el 14 de marzo de 1877, a los ochenta y cuatro años.
Unos años antes había escrito una especie de testamento
político.
"Durante el
tiempo en que presidí el gobierno de Buenos Aires, encargado de las Relaciones
Exteriores de la Confederación Argentina, con la suma del poder por la ley,
goberné según mi conciencia. Soy pues, el único responsable de todos mis actos,
de mis hechos buenos como los malos, de mis errores y de mis actos.
Las circunstancias
durante los años de mi administración fueron siempre extraordinarias, y no es
justo que durante ellas se me juzgue como en tiempos tranquilos y serenos".
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